15. Uno por uno

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Al día siguiente, cuando llego del entrenamiento a casa, me abre la puerta mi hermano y lo abrazo rápidamente, porque nos habían dicho que no llegarían hasta la noche, pero en cuanto veo a Ferran en el pasillo corro hacia a él y le salto encima para abrazarlo, felicitándolo.

- Han quedado claras tus prioridades, hermanita - oigo a Pablo indignado a mi espalda, pero yo no me suelto. - Toda una vida juntos y lo eliges a él, qué decepción - me giro y lo veo con una mano en el pecho exagerando y bromeando. 

- Ya vale drama queen - le digo, bajando al suelo y abrazándolo a él.

- Mucho mejor - sentencia devolviéndome el abrazo, haciéndome reír.

- PABLO - se escucha el grito de Pedri llamando a mi hermano desde el salón.

- VOY - grita de vuelta y se separa de mi para ir.

- ¿Qué decías sobre elegir y decepcionar? - me burlo de él.

Me saca la lengua, en un gesto muy maduro y se marcha al salón, dejándome con Ferran en el pasillo.

- ¿Por dónde estábamos? - me giro hacia él.

- No me acuerdo, creo que deberíamos repetir el salto a ver si me refresca la memoria - bromea.

Y yo corro otra vez hacia él enganchando las piernas en su cadera, lo abrazo y me separo para poder hablarle.

- Felicidades, señor goleador de la selección - le sonrió.

- Gracias - me devuelve la sonrisa a escasos centímetros de mi cara, sosteniéndome aún sobre él. - Tal vez merezco un premio - mueve las cejas tratando de ser sutil y yo rompo a reír ante su gesto.

- ¿Quieres una medalla? - le pregunto mientras paso mis dedos por su pelo.

- No - niega cerrando los ojos y echando la cabeza para atrás para sentir más mis dedos, cada día tengo más claro que Ferran tiene una sensibilidad especial en el cuero cabelludo que lo lleva a disfrutar demasiado del roce.

- ¿Una copa? - sigo mientras me concentro en masajearle con mis dedos.

- No - sigue con los ojos cerrados disfrutando y yo me deslizo entre sus brazos quedando entre la pared y su cuerpo.

- Pues no tengo nada más aquí - juego con él.

- Quiero algo tuyo - me pide abriendo los ojos y mirándome directamente. - ¿Qué estás dispuesta a darme? - siento que sus palabras ya no son un juego.

- No lo sé - confieso, dejando de lado los juegos, sabiendo que hablamos de mucho más y no quiero mentirle, ni decir algo para lo que no me siento preparada.

- ¿Un beso? - dice pacientemente, notando mi agobio.

Le beso levemente los labios, en apenas un roce.

- Eso no ha sido un beso, apenas lo he notado - me reta y yo me relajo.

- ¿Dos goles, dos besos? - pregunto sin dejarle responder, volviéndolo a besar, pero esta vez de verdad, sus labios se muestran ansiosos y los míos se contagian con desesperación para tener más acceso a él, parece que nunca es suficiente.

- Nunca he tenido tanta motivación para marcar - me dice cuando nos separamos para poder respirar. - Pero puede que me vuelva loco si solo es uno por gol.

- Estoy abierta a negociaciones - le digo sonriendo y él rompe a reír.

- Así que abierta a negociaciones - ríe y yo asiento con una sonrisa tan grande que me duelen las mejillas. - Joder, Nils, eres increíble.

Se acerca a besarme y yo me dejo llevar enseguida, disfrutando cada segundo, porque decidí intentarlo y lo estoy haciendo sin medias tintas, el todo por el todo.

- NIA- oigo a mi hermano gritar mi nombre y no mi apodo.

- A veces parecemos una verdulería en lugar de una casa - le digo a Ferran y grito - ¿QUÉ? - respondiendo a mi hermano.

- ¿Has puesto el Netflix en versión original? - pregunta a gritos, por lo que decido acercarme al salón seguida por Ferran, para evitar seguir gritandonos.

- El otro día estuvimos viendo una película - le digo.

- ¿Y por qué no lo veis como la gente normal en español? - pregunta indignado.

- Porque tenemos que practicar inglés - le digo como tantas otras veces que hemos tenido esta conversación.

- No lo digas - me interrumpe Pablo. - Todos sabemos lo que vas a decir, y somos conscientes de que deberíamos aprender inglés porque nos limita mucha en el desarrollo de nuestra carrera internacional - dice repitiendo las palabras que le suelo decir.

- No es por tu carrera internacional, es por los premios, las entrevistas o si llega un entrenador que no habla español - le digo cansada de repetirle siempre lo mismo. - Pero haced lo que queráis, no soy vuestra madre.

- Dices eso porque sabes que mamá dice lo mismo - me ataca.

- Ya Pablo, no quiero volver a lo mismo de siempre, cuando no es esto, son los cordones y si no la agresividad en el campo, si te lo digo es porque te quiero, y quiero que te vaya lo mejor posible, pero no me estés buscando, porque sabes que me encuentras - le advierto, porque lo conozco y sé que cuando me ha dicho lo de Netflix era para sacar este tema.

- Siempre me dices lo mismo, pero yo a ti no te puedo decir nada - me ataca de nuevo a la defensiva.

- ¿Qué no me puedes decir? - le reto.

- Nada - responde.

- Da ejemplos, estás a la defensiva y sin argumentos, paso - le reprocho marchándome por el pasillo a mi habitación. 

No me sorprende ver que Ferran se ha sentado junto a Pedri en el sofá y están viendo la tele, ya nos conocen y saben que somos bombas explosivas. Cuando Pablo está frustrado me busca porque sabe que soy la única que se atreve a decirle las verdades y no me corto respondiendole. Conforme fuimos creciendo, fuimos desarrollando nuestras personalidades y caracteres, al comienzo sentía que tenía que ser el saco de boxeo de Pablo, pero me di cuenta de que no tenía que aguantar eso, y le deje las cosas bien claritas. Ahora cuando se pone así sé que es porque algo le pasa y está pidiendo ayuda. Lo espero en mi habitación y cuando entra, le digo:

- ¿Qué es lo que no puedes decirme? - sigo.

- Nada de tu carrera - me contesta casi sin pensarlo.

- Hablamos de todo - le argumento.

- Pero siento que no te puedo ayudar - admite.

- Claro que me ayudas, desde que lo hablamos me resulta mucho más fácil de sobrellevar, porque me puedo desahogar contigo - confieso.

- Siento que no es justo que tú que eres la responsable, la que hace las cosas mejor estés pasándolo mal y yo que no escucho a nadie... - sigue cabizbajo, y reconozco las señalas, la tormenta está dejando la marea baja.

- Pablo, tienes que hacer algo, no puedes seguir así, tienes que volver al psicólogo - le aconsejo preocupada.

Se merece intentarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora