16. El pozo

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- Pablo, tienes que hacer algo, no puedes seguir así, tienes que volver al psicólogo - le aconsejo preocupada.

- No me fío y si cuenta lo de Pedri - me dice angustiado.

- Tienen secreto profesional - trato de tranquilizarlo.

- Sabes el dinero qué le ofrecerían - sigue.

- Podría ir a la cárcel - le aseguro.

- Estoy sobrepasado y tengo miedo de que Pedri se aleje - confiesa su mayor miedo.

- Por eso, necesitas ayuda, yo no podría sobrellevar todo esto si no fueraa terapia, ya lo sabes. Estamos sometidos a mucha presión, muchos comentarios, mucha exigencia, nos queda toda una vida por delante y no quiero arruinarmela antes de empezar a vivirla.

- Soy un mierda - dice derrotado - no te culparía si un día desapareces de mi vida, no mereces que te trate así.

- Pues no lo hagas, está en tu mano cambiar.

- ¿Tienes el teléfono?

Le dejo mi móvil con el número de su antiguo psicólogo agendado, y lo escucho mientras llama para pedir una cita esta misma semana.

- No se lo cuentes - me pide cuando cuelga la llamada y sé que se refiere a nuestros padres.

- No se lo cuento, pero te conocen Pablo y ya se han dado cuenta, están muy preocupados - le digo. - Piensan que estás consumiendo.

- ¿Qué? No, sabes que yo no me meto nada - contesta a la defensiva.

- Lo sé, pero te ven diferente y piensan que es por eso, no los puedes culpar, apenas te ven y por teléfono eres hermético.

- Estoy feliz, Pedri me hace sentir tan bien - comienza a abrirse.- Pero al mismo tiempo siento una presión en el pecho todo el tiempo, con él se vuelve más leve, pero aún así sigue ahí - dice sentándose en mi cama para poder cubrirse la cara con las manos.

- Lo sé, lo sé - le digo mientras lo abrazo tratando de consolarlo.

- No quiero hundirlo conmigo - me dice entre sollozos.

- Vas a salir tú del pozo y nadie tendrá que volver ahí - trato de ser optimista.

- Voy a luchar - me asegura.

- Lo sé y vas a ganar - le aseguro.

- Lo siento - me dice.

- Lo sé - no tiene sentido qué le de más motivos para que se culpe.

- Me da vergüenza salir - admite.

- No podemos quedarnos aquí eternamente.

- Vamos - se levanta armándose de valor.

- Vamos - le doy la mano para darle ánimos.

Pasamos por la cocina y vemos que está Pedri preparando la cena, por lo que Pablo se queda con él y yo sigo hasta el salón, me dejo caer en el sofá junto a Ferran. En cuanto me acerco a él, me abraza y yo rompo a llorar como hacía mucho tiempo que no me permitía hacer. Me coge en brazos y me lleva a mi habitación, dándome privacidad para desahogarme, cierra la puerta y se tumba conmigo en la cama, sin dejar de abrazarme en ningún momento. No puedo parar de llorar, es cómo si hubiera abierto una compuerta y ahora no sé cómo cerrarla.

Horas más tarde consigo calmarme y poder hablar de nuevo, me siento agotada como si hubiera estado entrenando tres días seguidos, me duele la cabeza que parece que me va a explotar.

- Lo siento - acierto a decir.

- No tienes nada que sentir - tira de mí para poder besarme el pelo, el cual no ha dejado de masajear y acariciar en ningún momento tratando de darme algún tipo de consuelo.

- Siento que todo lo que estás recibiendo de mi es negativo y lo poco positivo, no es suficiente - admito.

- No te engañes, para mi esto es tan importante, no eres consciente de lo honrado que me siento porque hayas venido a mis brazos para que te apoye, la muestra de confianza absoluta que sé que es esto para ti - me dice dejando un suave beso en mi frente.- Cada día que estoy contigo me voy a casa pensando la suerte que tengo de que hayas decidido abrirte conmigo, cada sonrisa, cada mirada, son un auténtico tesoro. No tendrías que decirme "lo siento", tendrías que decirme "de nada" - dice rozando su nariz con la mía. Le beso los labios, demostrandole lo que siento, sin poder usar las palabras.

- ¿Quieres venir a mi casa a dormir? Mañana te llevo al entrenamiento - me ofrece y niego con la cabeza.

- No, se sentiría fatal - le explico el motivo. - Pero me gustaría que tú te quedarás aquí a dormir conmigo - le confieso.

- Dalo por hecho - me asegura.

Se quita la camiseta y el pantalón, mientras yo me quedo en bragas y me pongo una camiseta sin mangas.

- ¿Quieres una camiseta o algo? - le pregunto sin muchas ganas de que salga de la habitación a buscarlo.

- No, hace calor y estoy más cómodo así - dice mientras se sienta apoyado en el cabecero de la cama.

Me coloco entre sus piernas, apoyando mi espalda en su pecho y él no duda ni un segundo en pasar sus brazos por mi abdomen acercándome a él. Cojo mi móvil y le enseño el fondo de pantalla de nuestra conversación.

- Mira - es la foto de su celebración de los goles.

- No te puedo creer - dice sin parar de reír.

- ¿Es lo que creo que es? - le pregunto insegura.

- Si lo que crees que es, es que te dedique los goles, sí - dice directo, sin juegos.

- ¿Por qué?

- Porque me fui de aquí pensando en ti, pensando en nuestro fin de semana y cuando llegué allí me di cuenta de que tenía razón, los goles no iban a ser lo importante, el grupo estaba hecho y yo llegaba de suplente, tenía que encontrar mi lugar. Los chicos del club me ayudaron bastante, pero tenía que ganármelo yo, así que te hice caso y me esforcé no solo en el campo, si no también el vestuario. Y cuando me dijo el míster que saliera, vi como todos se alegraban y nadie me veía como el suplente, me gane mi derecho de estar ahí. Estaba enfocado en dar mi mejor versión y los goles llegaron solos, fuimos un equipo y me sentí así gracias a ti, por lo que en cuanto marqué, solo pude pensar en ti tocándome la frente para decirme que usara la cabeza - termina y yo me giro para poder besarle la mejilla.

- Fue un gesto muy bonito, me hizo mucha ilusión que te acordarás de mí - admito.

- Siempre me acuerdo de ti - me dice y yo ya no sé qué más decir, por lo que vemos vídeos en su movil, sin tener que seguir hablando.

Poco después nos quedamos dormidos, en sus brazos siento que todo me pesa un poco menos. 

Se merece intentarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora