Aurora:Había pasado más de una semana desde nuestra intensa noche en el sótano, y las cosas en la casa habían comenzado a cambiar. La relación entre Adrián, Eric y yo se había vuelto más relajada y cómoda. Cada día, encontraba nuevas maneras de conectar con ellos, y sentía que realmente estábamos construyendo algo especial.
Una mañana soleada, decidimos disfrutar del día en la piscina. Era uno de esos días perfectos que invita a relajarse al aire libre, y el ambiente tranquilo y soleado parecía el lugar ideal para fortalecer nuestros lazos.
Cuando llegué a la piscina, Adrián ya estaba allí, tomando el sol. Al verme, se levantó y me saludó con una amplia sonrisa.—Hola, preciosa —dijo, acercándose para darme un beso en la mejilla.
—¿Lista para disfrutar del día?
—¡Claro! —respondí, sonriendo y acercándome para sentarme en una de las tumbonas.
Llevaba un bikini rojo que me quedaba muy acentuado a mi figura, podía sentir las miradas fugaces que se le escapaban a Adrián con cada movimiento que hacía.Poco después, Eric se unió a nosotros, con su característico porte serio. Aunque seguía siendo reservado, la forma en que me miraba con una ligera sonrisa era una señal de que la tensión se estaba desvaneciendo.
—¿Qué tal está el agua? —preguntó Eric mientras se acercaba al borde de la piscina.
—Perfecta —dije, lanzándome al agua.
Adrián se unió a mí de inmediato, salpicando agua y riendo. Su alegría era contagiosa, y pronto nos encontramos disfrutando de una divertida pelea de agua. Más tarde, nos relajamos en las tumbonas junto a la piscina. Adrián se recostó a mi lado, sus dedos rozando mi piel mientras hablamos sobre nuestros planes para el fin de semana. Eric, en la otra tumbona, estaba ocupado leyendo un libro, pero no podía evitar mirar de vez en cuando, su mirada mezclando curiosidad y satisfacción.
—¿Qué tal si hacemos una escapada a la playa este fin de semana? —sugirió Adrián, mirando a ambos.
Eric asintió, dejando el libro a un lado.
—Parece una buena idea. Podríamos ir a la casa de playa que tenemos, sería una agradable forma de relajarnos y disfrutar del tiempo juntos.
La conversación continuó fluida y ligera, llena de planes y risas. Las pequeñas muestras de afecto se hicieron más frecuentes: Adrián me tomó la mano mientras charlábamos, y Eric, aunque con menos gestos, estaba claramente disfrutando de la compañía.
Esa noche, después de la cena, nos acomodamos en la sala de estar para ver una película. Adrián insistió en que nos acurrucáramos en el sofá, y no pude evitar sentirme feliz con la idea. Eric se sentó a mi otro lado, y aunque no era tan efusivo como Adrián, su cercanía era reconfortante.
Mientras la película avanzaba, Adrián no pudo evitar robarme varios besos. Sus labios eran suaves y juguetones, y cada beso me hacía sentir más conectada con él. Eric, aunque más reservado, de vez en cuando deslizaba su mano sobre la mía, ofreciendo su propio tipo de consuelo.
Cuando la película terminó, nos quedamos un rato más en el sofá, simplemente disfrutando de la compañía mutua. Adrián, con su habitual energía juguetona, empezó a hacerme cosquillas, provocando risas que llenaron la habitación.—¡Adrián, para! —dije, tratando de contener mis risas.
—Nunca —respondió, riendo también.
Eric observaba la escena con una sonrisa pequeña, y en ese momento, supe que estábamos bien. A pesar de los desafíos y las incertidumbres, estábamos construyendo algo sólido.
Al día siguiente, decidimos hacer una excursión a un parque cercano. Caminamos por los senderos, disfrutando de la naturaleza y de la compañía mutua. Adrián, siempre atento, se aseguraba de que me sintiera cómoda, ofreciéndome su mano en los terrenos más difíciles. Eric, aunque menos expresivo, estaba siempre cerca, listo para ayudar si era necesario.
—Este lugar es hermoso —dije, mirando a mi alrededor.
—No tanto como tú —respondió Adrián, haciendo que me sonrojara.
Eric, caminando a mi otro lado, asintió.—Es un buen lugar para relajarse y desconectar —añadió.
Esa noche, mientras nos preparábamos para dormir, Adrián se acercó a mi y me abrazó por detrás.
—Buenas noches, Aurora. Duerme bien —dijo, besándome el cuello.
—Buenas noches, Adrián.
Mientras cerraba los ojos, sentí una paz profunda. Sabía que, pase lo que pase, estábamos en esto juntos. La semana había sido un recordatorio de cuánto habíamos crecido y cuánto más podíamos lograr juntos.
La rutina continuó de manera similar durante los siguientes días. Desayunos juntos, actividades compartidas y muchas pequeñas muestras de afecto que hacían que cada día fuera especial. Adrián siempre encontraba maneras de estar cerca de mí, ya fuera robándome un beso en la cocina o abrazándome mientras leíamos juntos en la sala de estar.
Eric, aunque más reservado, también mostraba su afecto a su manera. De vez en cuando, lo encontraba observándome con una mirada que revelaba más de lo que sus palabras podrían decir. Sabía que estaba aprendiendo a abrirse y a confiar en mí, y cada pequeño gesto de su parte era un paso hacia adelante.
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Trilogía del Deseo
RomanceEn la ciudad de New York, Adrián y Eric, una pareja esposos exitosos , buscan a alguien para unirse a su extenso equipo de personal doméstico en su elegante hogar. Aurora, una joven en necesidad urgente de empleo, es recomendada por un amigo y acept...