Capítulo 31: Errores

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Aurora:

Desperté temprano, disfrutando del calor de los cuerpos de Adrián y Eric a mi lado. La noche anterior había sido intensa, llena de pasión y conexión. Sin embargo, había una sensación inquietante en mi pecho, como si algo estuviera a punto de salir mal. Me levanté con cuidado, intentando no despertarlos, y me dirigí a la cocina para preparar el desayuno. Quería hacer algo especial para ellos, como un gesto de agradecimiento por todo lo que habíamos compartido.
Preparé todo con cuidado, asegurándome de evitar cualquier rastro de nuez en la comida. Sin embargo, Juan, estaba en la cocina también, observando mis movimientos con una sonrisa que no lograba descifrar. Preparé el desayuno con esmero y lo llevé al comedor, sintiéndome orgullosa de mi trabajo. Eric y Adrián se unieron a mí poco después, todavía medio dormidos pero sonriendo con aprecio. Nos sentamos a la mesa y comenzamos a comer, disfrutando de la comida y de la compañía.
Pero de repente, Adrián se llevó la mano a la garganta, su rostro cambiando rápidamente a una expresión de pánico.

—Aurora, ¿Qué le pusiste a la salsa? —preguntó con voz ronca, luchando por respirar.

Mi corazón se detuvo.

—Solo los ingredientes habituales —dije, sintiéndome helada por el miedo.

—Nada que pudiera hacerte daño.
Eric se levantó bruscamente de la mesa, su rostro una máscara de furia.

—¿Estás segura? ¡Porque parece que has olvidado algo crucial! —gritó, su voz llena de una ira que nunca había visto antes.

Corrí hacia Adrián, tratando de ayudarlo, pero Eric me apartó.

—Aléjate, Aurora. Ya has hecho suficiente daño. —Sus palabras me cortaron como un cuchillo, llenándome de una mezcla de culpa y desesperación.

Adrián comenzó a perder su respiración y Eric llamó a una ambulancia. Todo sucedió en un borrón de movimientos frenéticos. Los paramédicos llegaron rápidamente y llevaron a Adrián al hospital. Eric se quedó a mi lado, su mirada gélida y llena de desprecio.

—Esto es imperdonable —dijo, su voz tan fría como el hielo.

—Tú, Aurora, estás despedida. Empaca tus cosas y vete. Ahora.—

Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas.

—Pero Eric, yo... yo no...—

—No hay excusas —cortó.

—No hay nada que puedas decir que cambie esto. Adrián podría haber muerto. —Me miró con una intensidad que me hizo retroceder.

—Lárgate.—

Llegue a mi habitación con el corazón roto. Comencé a empacar mis cosas, mis manos temblaban mientras metía mis pertenencias en una maleta. Las lágrimas caían libremente por mi rostro. Cada objeto que guardaba parecía un recordatorio de los momentos felices que habíamos compartido, ahora manchados por este terrible error.
Mientras recogía mis cosas, escuché a Juan murmurar cosas en el pasillo. Sentí un nudo en el estómago y una rabia creciente. Sabía que había algo más en esto, algo que no cuadraba.
Finalmente, con mi maleta lista, bajé las escaleras...
Salí de la casa y caminé hasta la calle, donde tomé un taxi. Me dirigí a la casa de mi tía, el único lugar donde podía encontrar refugio. El viaje fue silencioso, cada kilómetro aumentando mi desesperación y tristeza.
Llegué a la casa de mi tía y ella me recibió con los brazos abiertos, sin hacer preguntas.

—Lo siento tanto, Aurora. Todo saldrá bien. Ya lo verás —me dijo, acariciando mi cabello.

Me quedé con ella el resto del día, tratando de asimilar lo que había pasado. Mi mente no dejaba de darle vueltas a la situación, buscando respuestas y soluciones.

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