Aurora:Mi barriga ya era prominente y redonda, a veces me costaba creer que en solo dos meses más tendría a mis mellizos en brazos.
Al mirarme en el espejo, acaricié mi vientre con ternura. La emoción y el nerviosismo se entrelazaban en un remolino de sentimientos.Recordé la primera vez que los sentí moverse. Fue una tarde tranquila, mientras estaba recostada en el sofá. Sentí un leve aleteo en mi vientre, como mariposas revoloteando.
—¡Adrián, Eric, vengan rápido! —grité emocionada.
Ambos se apresuraron a mi lado, y con sus manos sobre mi barriga, también pudieron sentirlo. Ver sus ojos llenos de asombro y felicidad fue un momento que atesoraría por siempre.
Ahora, con siete meses de embarazo, los movimientos eran más fuertes y frecuentes. A veces, incluso podía distinguir una pequeña mano o pie presionando contra mi piel. Adrián y Eric pasaban horas hablando con los bebés, acariciando mi vientre y asegurándoles que ya faltaba poco para que pudieran vernos.
Los últimos meses habían sido una vorágine de preparativos. Decidimos que la habitación contigua a la nuestra sería perfecta para los bebés. Pasamos horas eligiendo colores, muebles y decoraciones. La tienda de artículos para bebés se convirtió en nuestro segundo hogar. Entre risas y discusiones, Adrián insistía en tonos neutros y modernos, mientras Eric prefería algo más tradicional. Finalmente, combinamos ambos estilos, creando un espacio acogedor y elegante.
Pablo estaba más emocionado que nadie. Cada vez que íbamos de compras, se aseguraba de elegir los juguetes más llamativos y la ropa más linda.
—Estos son para mis sobrinitos—decía con orgullo.
Ver su entusiasmo me llenaba de alegría. Sabía que sería un tío increíble.
No podía evitar notar que, aunque emocionados, Adrián y Eric también se veían nerviosos. Susurraban entre ellos, haciendo planes y asegurándose de que todo estuviera perfecto para la llegada de los mellizos. Me conmovía ver cuánto se preocupaban por nosotros. Sus miradas de amor y protección me hacían sentir segura y amada.
Esa noche, mientras cenábamos, la emoción en el aire era palpable. La mesa estaba llena de platos deliciosos que Eric había mandado a preparado.
—No puedo creer que en dos meses seremos padres —dijo Adrián, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
—Nuestros bebés van a tener a los mejores padres del mundo —añadí, con una gran sonrisa.
Pablo, siempre tan curioso, preguntó:
—¿Le podemos poner Pablo al niño?—
Reímos ante su inocente pregunta.
—Quizás nos puedas ayudar escogiendo otro—respondió Eric, acariciando la cabeza de Pablito.
—Y además, cada uno tendrá su propio carácter y personalidad que los hará únicos —añadió
Adrián, guiñándole un ojo a nuestro pequeño.
La cena continuó con risas y conversaciones sobre el futuro. Hablamos de los nombres que habíamos elegido, de cómo decoraríamos la casa para Navidad con dos nuevos miembros, y de cómo nos aseguraríamos de que cada uno se sintiera especial y amado.
Después de la cena, nos dirigimos al cuarto de los bebés. Aún quedaban algunos detalles por terminar, pero el espacio ya se sentía lleno de amor y esperanza.—Va a ser perfecto —susurré, sintiendo una patadita suave desde el interior.
—Sí, va a ser perfecto —repitió Adrián, abrazándome por detrás y apoyando su cabeza en mi hombro.
Eric se unió al abrazo, rodeándonos a ambos con sus brazos fuertes.
Mientras me acostaba esa noche, rodeada por el calor y el amor de mi familia, me sentí en paz. Mis mellizos, aún sin haber nacido, ya eran lo mejor me podría haber pasado.
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Trilogía del Deseo
Roman d'amourEn la ciudad de New York, Adrián y Eric, una pareja esposos exitosos , buscan a alguien para unirse a su extenso equipo de personal doméstico en su elegante hogar. Aurora, una joven en necesidad urgente de empleo, es recomendada por un amigo y acept...