Capítulo 50 : Eric

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Aurora:

Sentí que había algo en el aire, una tensión que no lograba identificar. Eric, usualmente serio y reservado, parecía más distante de lo normal. Adrián le dio una mirada de apoyo y asentí, preparándome para lo que vendría.

—Aurora —dijo Eric, con una voz más suave de lo habitual

—Quiero contarte algo que no muchos saben. Es una parte de mi vida que he mantenido en privado durante mucho tiempo.—

Me acerqué a él, tomando su mano entre las mías. Suspiró profundamente antes de comenzar.

—Mi infancia no fue fácil. Mi madre era una adicta— Dijo en un todo lleno de rabia.

—Estaba embarazada de mí cuando mi padre nos abandonó. Nunca lo conocí, y ella nunca hablaba de él. Vivíamos en la pobreza, y ella luchaba contra sus demonios todos los días. Cuando tenía ocho años, la encontré muerta en el suelo de nuestra pequeña casa. Había sufrido una sobredosis.—

El frío en su voz me rompió el corazón. No pude evitar que las lágrimas empezaran a rodar por mis mejillas.

—Después de su muerte, fui enviado a un orfanato. Era un lugar frío y desolador, pero hice lo mejor que pude para sobrevivir. Un día, un hombre vino y decidió adoptarme. Al principio, pensé que mi vida estaba a punto de mejorar, pero no sabía que sus intenciones eran muy diferentes.—

Eric hizo una pausa, su mirada fija en un punto distante, como si reviviera esos momentos oscuros.

—El hombre que me adoptó no lo hizo por amor o compasión. Él era un empresario, y su único objetivo era encontrar a alguien que pudiera seguir sus pasos. Me entrenó, me enseñó todo sobre negocios, pero lo hizo de una manera dura y despiadada. No había espacio para el cariño ni la calidez. Solo trabajo y más trabajo.—

Adrián se acercó y puso una mano reconfortante en el hombro de Eric.

—Aprendí rápido y, eventualmente, me convertí en su mano derecha. Cuando murió, me dejó todas sus empresas. Pero el precio que pagué fue alto. Perdí mi infancia, y durante mucho tiempo, no supe lo que era el amor o la familia.—

Las lágrimas ahora caían libremente de mis ojos. Sentía un dolor profundo por el niño que Eric había sido, por todo lo que había sufrido.

—Eric... —susurré, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para consolarlo.

Él me miró, sus ojos oscuros llenos de una mezcla de tristeza y gratitud.

—No te lo cuento para que sientas lástima por mí. Solo quería que supieras de dónde vengo, lo que he pasado. Tú y Adrián son lo más cercano a una familia que he tenido en mucho tiempo, y quería que supieras la verdad.—

Lo abracé con fuerza, sintiendo su dolor como si fuera mío. Adrián nos rodeó con sus brazos, formando un círculo de amor y apoyo.

—Eric, no importa lo que hayas pasado. Estamos aquí para ti —dije, mi voz firme a pesar de las lágrimas

—Siempre estaré aquí para ti.—

Él asintió, y por un momento, la dureza habitual de su rostro se suavizó. Nos quedamos así, en silencio, compartiendo un momento de vulnerabilidad y conexión. Fue un momento triste y tenso, pero necesario para fortalecer nuestra relación y entendernos mejor.

Mientras Adrián dormía profundamente a mi lado, me acurruqué contra Eric.

—Amor, siento mucho todo lo que has pasado —susurré, acariciando su mejilla.

—Gracias, nena,he encontrado algo que nunca pensé que tendría: una familia —respondió con una sonrisa triste.

Lo besé suavemente, prometiéndome a mí misma que haría todo lo posible por ser el soporte y la luz que él necesitaba.
El silencio de la noche nos envolvía mientras nos abrazábamos en la cama. Adrián, profundamente dormido, parecía ajeno a la conversación que había tenido lugar. Eric, aún con esa mirada distante, me sostuvo con fuerza, como si temiera que pudiera desvanecerme en cualquier momento.

—Eres una parte vital de nuestras vidas. Quiero que siempre recuerdes eso.—respondí, acariciando su cabello

Eric asintió, sus ojos brillando con una mezcla de emociones. Era raro verlo tan abierto, tan vulnerable. Sentí una oleada de amor por él, más profunda y fuerte que nunca. Quería protegerlo, sanar las heridas de su pasado con cada gesto, con cada palabra.

Al día siguiente, mientras desayunábamos juntos, sentí una nueva conexión entre nosotros. Adrián nos observaba con una sonrisa, como si supiera que algo significativo había ocurrido.

—Buenos días, amorcitos —dijo Adrián, rompiendo el silencio—.

—¿Qué tal la noche?—

—Fue... especial —respondí, mirando a Eric con una sonrisa.—

Eric simplemente asintió, su expresión más relajada que de costumbre. Sabía que, aunque su pasado siempre estaría con él, ahora tenía a dos personas que lo amaban incondicionalmente y estaban dispuestas a enfrentar cualquier desafío a su lado.

Trilogía del Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora