Capítulo 27 : Danza nocturna

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Aurora:

La casa estaba envuelta en un silencio profundo, roto solo por el murmullo ocasional de la brisa que entraba por las ventanas abiertas. A pesar de la comodidad de la cama y del cansancio acumulado, me era imposible dormir. Mi mente estaba agitada, llena de pensamientos y anticipaciones sobre la noche anterior y el día que se avecinaba. Me di cuenta de que no podría descansar hasta que hiciera algo para calmarme.

Me moví silenciosamente por el pasillo, cada paso medido para no hacer ruido. La casa estaba tranquila, iluminada solo por las luces tenues que creaban sombras suaves en las paredes. Mi destino era el salón, el cual estaba justo al lado del gimnasio. Era un lugar que solía usar para practicar y despejar mi mente.

Cuando llegué al salón, encendí la luz suave y me dirigí al espejo grande que ocupaba una de las paredes. El suelo de madera crujía ligeramente bajo mis pies, pero el sonido no era más que un susurro en la quietud de la noche. Puse algo de música clásica en el sistema de sonido, el piano suave llenando el espacio con una melodía tranquila. Me miré en el espejo y comencé a estirarme, sintiendo cómo los músculos tensos empezaban a relajarse.

Con cada movimiento, me fui sintiendo más libre. La música comenzó a dictar el ritmo, y mi cuerpo se dejó llevar. El ballet, con sus movimientos elegantes y fluidos, me ofreció una forma de liberación. Me movía con gracia y precisión, cada paso, giro y salto era una forma de dejar ir mis pensamientos y emociones. La música me envolvía y, mientras bailaba, sentía que el estrés y la ansiedad se desvanecían.
La sensación de libertad y control que obtenía a través del baile era revitalizante. Cada movimiento era un reflejo de mis sentimientos internos, y mientras giraba y saltaba, me sentía más conectada conmigo misma. El salón de ballet, con su luz suave y la música de fondo, se convirtió en un santuario donde podía enfrentar mis emociones sin distracciones.

El salón estaba iluminado por una luz tenue, creando un ambiente casi mágico en el que mi danza se desenvolvía con elegancia. Cada giro y cada movimiento estaban perfectamente sincronizados con la melodía, y no noté la presencia de los observadores hasta que terminé un pas de deux especialmente emotivo. Miré hacia el espejo y, en la sombra del reflejo, vi las figuras de Adrián y Eric, sus miradas fijas en mí.

Adrián fue el primero en romper el silencio. Se acercó lentamente, su presencia imponente contrastando con la delicadeza de mi danza. Sus ojos brillaban con admiración y deseo mientras se aproximaba. La tensión en el aire se volvió palpable, y la proximidad de Adrián creó una chispa que encendió mi corazón.

—Bailas increíblemente bien, princesa—dijo Adrián, su voz profunda y llena de emoción.

—Tu forma de moverte es simplemente fascinante.—

Me sonrojé, y una oleada de calidez recorrió mi cuerpo al escuchar sus palabras. La sinceridad en su voz y la intensidad en su mirada me hicieron sentir deseada y apreciada. Adrián se acercó aún más, su proximidad haciendo que mi respiración se volviera más rápida. La atmósfera estaba cargada de una energía vibrante, y el deseo entre nosotros se hacía cada vez más fuerte.

Eric, desde su lugar en la sombra, observaba con un interés similar. La intensidad en el ambiente se intensificaba, y sentí que mi corazón latía con más fuerza a medida que Adrián se acercaba. Él me tomó de la mano suavemente, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios se encontraron con los míos en un beso profundo y apasionado.

El beso comenzó con una suavidad tentadora, explorando lentamente nuestros sentimientos. La pasión entre nosotros creció rápidamente, y el beso se volvió más intenso y urgente. Sentí cómo sus manos se movían por mi cintura, atrayéndome hacia él mientras el deseo se apoderaba de nosotros. Cada caricia y cada contacto aumentaban la intensidad del momento, creando una conexión poderosa y palpable.

Cuando finalmente nos separamos, respirando con dificultad, la sensación de intimidad y deseo era evidente. Adrián me miró con una mezcla de satisfacción y ansia, sus ojos brillando con una intensidad que reflejaba nuestros sentimientos compartidos. La energía en el salón era palpable, y el deseo que sentíamos el uno por el otro había alcanzado un nuevo nivel.

—Eres increíble —susurró Adrián, su voz temblando ligeramente—.

—Me encanta cómo te entregas a lo que sientes.—

La noche había tomado un giro inesperado, pero uno que me hacía sentir más viva y deseada que nunca

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