Capítulo 23 : Ritmos de Confianza

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Aurora:

Una semana había pasado desde la noche en el sótano, y cada día había sido una mezcla de rutina y nuevos descubrimientos. Desde entonces, Adrián y Eric me habían invitado a desayunar cada mañana, un gesto que al principio parecía simple, pero pronto se convirtió en una parte importante de mi rutina diaria.
La primera mañana después de aquel evento, me sorprendió recibir una invitación para unirme a ellos para el desayuno. Me sentía un poco nerviosa al principio, pero también emocionada. Me preparé con esmero, eligiendo un conjunto que me hiciera sentir cómoda pero especial. Al llegar a la mesa, noté cómo Adrián y Eric ya estaban allí, esperándome.
Adrián me saludó con una sonrisa más abierta de lo habitual. Había algo en su mirada que sugería un interés renovado, como si la noche en el sótano hubiera cambiado algo en nuestra relación. Me hizo sentir bienvenida, y su actitud me animó a relajarme y disfrutar del desayuno. Eric, por otro lado, permanecía más reservado, pero su presencia era igual de poderosa. Aunque su saludo era más corto y formal, podía sentir que también había un cambio sutil en él.
Durante el desayuno, Adrián comenzó a hacer preguntas más personales. Preguntó sobre mi día a día, mis intereses y cómo estaba adaptándome a mi nuevo entorno. Sus preguntas eran directas, pero había una calidez en su tono que me hizo sentir que realmente le importaba. Me di cuenta de que estaba comenzando a abrirme más a él, compartiendo detalles sobre mi vida y mis pensamientos. La conversación fluía con más naturalidad, y me sentía menos como una empleada y más como una invitada.
Cada mañana, el desayuno se convirtió en una oportunidad para conocernos mejor. Adrián era el más conversador, siempre con una pregunta o un comentario que rompía el hielo. Eric, aunque aún más reservado, mostraba signos de interés en mis respuestas y a veces hacía observaciones que demostraban que estaba prestando atención. A través de estas interacciones, empezaba a comprender mejor sus personalidades y sus dinámicas.
Un día, durante el desayuno, la conversación tomó un giro inesperado. Adrián me miró con una sonrisa traviesa y dijo:

- Aurora, hemos estado pensando. Este fin de semana hay una exposición de arte en la ciudad. Nos preguntábamos si te gustaría acompañarnos. Sabemos que mencionaste que te gusta el arte.-

La invitación me tomó por sorpresa, pero al mismo tiempo me hizo sentir halagada. Era una oportunidad para pasar tiempo fuera del entorno laboral con ellos, y la idea me entusiasmaba.

-¡Me encantaría! -respondí, sin poder ocultar mi emoción.

-Gracias por invitarme.-Eric, aunque menos expresivo, asintió en señal de acuerdo.

-Es una buena exposición. Creo que lo disfrutarás,- dijo, su tono más suave de lo habitual.

El resto de la semana transcurrió con una mezcla de anticipación y nerviosismo. Cada mañana, al sentarme a desayunar con Adrián y Eric, sentía que la conexión entre nosotros se fortalecía. Las conversaciones eran más relajadas y personales, y empezaba a notar detalles en su comportamiento que antes me habían pasado desapercibidos. El modo en que Adrián siempre estaba dispuesto a compartir una anécdota graciosa o el modo en que Eric mostraba su interés a través de pequeños gestos y comentarios.
Finalmente, el día de la exposición llegó. Me preparé con especial cuidado, queriendo causar una buena impresión. Elegí un vestido rojo ajustado que realzaba mi figura, el cabello bien peinado y unos tacones  que me hacían ver más alta. Cuando bajé al vestíbulo, Adrián y Eric ya estaban esperando.
Adrián me sonrió al verme y me hizo un cumplido sincero sobre mi elección de ropa.

-Te ves espectacular, - dijo, su tono genuinamente halagador.

-Estoy seguro de que disfrutarás mucho de la exposición.-

Eric, también me dirigió una mirada de aprobación y algo más.

-Vamos,-dijo simplemente, y salimos de la casa juntos.

El viaje a la exposición fue tranquilo, pero cargado de una tensión agradable. Al llegar, la atmósfera era vibrante, con luces y sonidos que llenaban el espacio. Entramos al recinto, y Adrián tomó mi mano, guiándome a través de la multitud hacia las primeras obras de arte.
Mientras caminábamos por la exposición, me sentí cada vez más cómoda en su compañía. Adrián y yo hablamos sobre las piezas de arte, compartiendo nuestras impresiones y opiniones. Era evidente que compartíamos una apreciación similar por el arte, y nuestras conversaciones fluían de manera natural. Eric, aunque más reservado, se mostró interesado en nuestras discusiones y se unió de vez en cuando con observaciones perspicaces.
La exposición resultó ser una experiencia maravillosa. La conexión que había sentido durante la semana en los desayunos se fortaleció aún más mientras compartíamos nuestras impresiones sobre las obras de arte. Me di cuenta de que estaba empezando a ver a Adrián y Eric no solo como empleadores, sino como personas con las que podía compartir intereses y experiencias.
Al finalizar la noche, regresamos a casa. Mientras nos dirigíamos al vestíbulo, me sentía emocionada por lo que podría suceder. La química que habíamos compartido durante el día parecía haber aumentado, y el ambiente estaba cargado de una energía diferente

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