Capítulo 48 : Desenmascaramiento

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Aurora:

Había pasado un más de un mes desde que me mudé con Adrián y Eric, y la vida parecía ir sobre ruedas. Cada día era una mezcla de amor, risas y una conexión cada vez más profunda. Mi relación con ambos se volvía más fuerte con cada día que pasaba. Sin embargo, había algo que me perturbaba profundamente y que aún no lo había compartido con ellos. Un compañero de trabajo en la empresa, un hombre llamado Marcos, se había obsesionado conmigo y no sabía cómo manejarlo.
Marcos era persistente y su comportamiento se tornaba más inquietante cada día. Insinuaciones, comentarios inapropiados y hasta intentos de tocarme. Siempre lo rechazaba firmemente, pero él no parecía captar el mensaje. La tensión crecía dentro de mí, sintiéndome atrapada entre el deseo de mantener la paz en mi vida personal y el miedo constante de sus avances.

Mientras trabajaba en la sala de archivos, no me di cuenta de que Marcos había entrado sigilosamente detrás de mí. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda cuando escuché su voz susurrar en mi oído.

—Aurora, ya sabes que me gustas. ¿Por qué sigues resistiéndote? —dijo, su aliento caliente en mi cuello.

Me giré bruscamente, intentando mantener la calma

—Marcos, ya te dije que no estoy interesada. Por favor, aléjate de mí.—

Pero él no se detuvo. Dio un paso más cerca, sus manos intentando alcanzar mi cintura. Mi corazón comenzó a latir frenéticamente, el pánico apoderándose de mí. Luché por mantener la distancia, pero él era más fuerte y me acorraló contra la pared.

Eric:

Estaba en mi oficina y necesitaba que Aurora llevara unos documentos. Levanté el teléfono y la llamé, pero no contestó. Fruncí el ceño, eso no era propio de ella. Decidí buscarla por las cámaras de seguridad de la empresa. Era un sistema que habíamos instalado para asegurar la seguridad de todos.
Pasé de una cámara a otra hasta que vi algo que me hizo hervir la sangre. En la sala de archivos, un hombre tenía a Aurora acorralada contra la pared. Su expresión de miedo fue suficiente para que me levantara de un salto y correr hacia allí.

—¡Maldito hijo de puta...! —murmuré mientras atravesaba los pasillos a toda velocidad.

Sentía la ira acumulándose en mi pecho, y cada segundo que pasaba parecía una eternidad. Llegué a la puerta de la sala de archivos y la abrí de golpe.

—¡Aléjate de ella! —grité, sintiendo cómo la rabia se convertía en una fuerza arrolladora.

El hombre se dio la vuelta justo a tiempo para recibir un puñetazo en la mandíbula. Cayó al suelo, aturdido, y me lancé sobre él, dispuesto a no detenerme hasta que supiera que nunca más volvería a molestarla.

—¡Eric, basta! —Escuché la voz de Adrián, que había llegado justo a tiempo para detenerme.

Me agarró por los hombros y me apartó, mientras yo jadeaba, tratando de calmarme. El hombre en el suelo gemía de dolor, pero no me importaba.

—¿Estás bien? —pregunté, acercándome a Aurora y tomando su rostro entre mis manos.

Ella asintió, con lágrimas en los ojos.

—Sí, gracias, amor. —Me abrazó con fuerza, y sentí cómo mi corazón empezaba a calmarse.
Adrián se acercó al hombre en el suelo, mirándolo con desprecio.

—Te aseguro que no volverás a poner un pie en esta empresa. —Dijo con voz fría.

Luego, volviéndose hacia mí, agregó

—Vamos a llevar a Aurora a casa.—

Me levanté y, junto con Adrián, ayudé a Aurora a salir de la sala de archivos. Sentí una oleada de protectividad hacia ella, y supe que haría cualquier cosa para mantenerla a salvo.

Llegamos a la casa en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Aurora estaba visiblemente afectada, y tanto Adrián como yo estábamos llenos de preocupación y rabia contenida. Ayudé a Aurora a sentarse en el sofá del salón, mientras Adrián se aseguraba de que estuviera cómoda.

—Aurora, —dijo Adrián suavemente—

— ¿Qué fue lo que pasó exactamente?—

Ella respiró hondo, tratando de calmarse antes de hablar. La miré a los ojos, dándole todo mi apoyo con una mirada firme.

—Ese hombre... Marcos, —comenzó a decir

—Ha estado acosándome desde hace semanas. Al principio, pensé que podía manejarlo sola, que si lo ignoraba, se detendría. —

—Pero fue empeorando. Hoy, en la sala de archivos, intentó... intentó hacerme daño.—

Las palabras se le atoraron en la garganta y vi lágrimas en sus ojos. Me acerqué más a ella, tomando sus manos entre las mías.

—¿Por qué no nos dijiste nada antes, Aurora? —pregunté, tratando de mantener la calma

—Podríamos haberte protegido.—

Ella bajó la mirada, visiblemente avergonzada.

—No quería causar problemas. Pensé que podía manejarlo sola. No quería que ustedes se preocuparan.—

Adrián suspiró, claramente frustrado.

—Aurora, estamos aquí para ti. No tienes que pasar por esto sola. Me duele pensar que has estado lidiando con esto sin nuestra ayuda.—

La abracé, sintiendo su temblor contra mi pecho.

—Lo siento, —murmuró

—No quería que esto llegara tan lejos.

—Lo importante es que estás a salvo ahora, —dije suavemente.

Ella asintió, todavía aferrada a mí.

La besé en la frente, tratando de transmitirle todo el amor y el apoyo que sentía. Aurora era una parte crucial de nuestras vidas, y no permitiríamos que nada ni nadie la lastimara.

—Marcos ya no será un problema, —dije con firmeza—.

—Nos aseguraremos de eso.—

Ella asintió, pareciendo un poco más tranquila.

—Estoy feliz de tenerlos a ustedes, —Dijo en voz baja.

—No sé qué haría sin ustedes.

—Y nosotros sin ti, —respondió Adrián, acariciándole el cabello.

Nos quedamos en silencio por un momento, cada uno absorbiendo la realidad de lo que había sucedido. Había sido una experiencia aterradora, pero estábamos juntos, y eso era lo más importante.

—Vamos a prepararte algo caliente, —dije finalmente.

—Te hará sentir mejor.—

Aurora sonrió débilmente, agradecida.

—Gracias, chicos. De verdad.—

Nos levantamos y comenzamos a movernos por la cocina, preparando algo reconfortante para todos. A pesar de la tensión del día, la casa se llenó de una sensación de alivio y seguridad.

Trilogía del Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora