Capítulo 4: Percepciones Encontradas

5.9K 400 21
                                    

Adrián

La vida en la mansión seguía su curso habitual, pero desde la llegada de Aurora, algo había cambiado. Había una frescura y una energía que no había sentido en mucho tiempo. A menudo la veía trabajando, siempre diligente y concentrada, y no podía evitar sentir una mezcla de curiosidad y admiración.

Una tarde, mientras revisaba algunos documentos en mi despacho, escuché una risa suave proveniente de la cocina. Me asomé discretamente y vi a Aurora conversando con algunos miembros del personal. Su sonrisa iluminaba la habitación y me di cuenta de lo poco que sabía sobre ella, más allá de su situación familiar.

—Buenos días, Adrián. ¿Necesita algo? —preguntó la Sra. Martínez, sacándome de mis pensamientos.

—No, solo estaba... —hice una pausa, buscando una excusa plausible— revisando algo. Gracias.

Volví a mi despacho, pero mi mente seguía en la cocina. Aurora era diferente a cualquier otra empleada que habíamos tenido. Había algo en su presencia que me hacía sentir más vivo, más consciente del entorno. Decidí que debía conocerla mejor, no solo por su trabajo, sino por la persona que era.

Más tarde, mientras caminaba por el jardín, la encontré regando algunas plantas.

—Hola, Aurora —la saludé, tratando de sonar casual.

—Hola, Adrián. ¿Todo bien? —respondió, su voz siempre tan calmada y agradable.

—Sí, solo tomándome un descanso. ¿Te gusta trabajar en el jardín?

—Me encanta. Me recuerda a la casa de mi tía, donde solíamos pasar horas cuidando las plantas. —Su mirada se volvió nostálgica por un momento.

—Eso suena encantador. —Me senté en un banco cercano, observándola trabajar—. Sabes, no hemos tenido la oportunidad de hablar mucho desde que llegaste. Me gustaría saber más sobre ti.

Ella se detuvo y me miró, sus ojos mostraban una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—Claro, Adrián. ¿Qué te gustaría saber?

—Cuéntame sobre tu hermano. Debe ser difícil para ambos, considerando todo lo que están pasando.

Aurora suspiró, bajando la mirada por un momento.

—Sí, es complicado. Pero él es un luchador. Cada día que puedo ayudarlo es un día ganado. Esta oportunidad aquí significa mucho para nosotros.

—Entiendo. Espero que aquí encuentres algo de paz y estabilidad. —Sentí una necesidad de ofrecerle algo más que palabras de consuelo—. Si alguna vez necesitas algo, no dudes en decirlo.

Aurora sonrió, agradecida.

—Gracias, Adrián. Eso significa mucho para mí.

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad del jardín. Sentí que, poco a poco, estaba empezando a conocer a la verdadera Aurora, y eso me llenaba de una inesperada alegría.

Eric

Desde el primer día, Aurora había captado mi atención, aunque intentaba no mostrarlo. Había algo en su manera de ser, en su actitud trabajadora y su sonrisa sincera, que me intrigaba. Sin embargo, me mantenía a distancia. No quería complicar las cosas. La mansión era un lugar de trabajo, y debía recordar eso.

Una tarde, mientras revisaba unos informes en la biblioteca, escuché voces en el pasillo. Era Aurora, hablando con la Sra. Martínez sobre las tareas del día. Me quedé en silencio, escuchando sus palabras. Había una calidez en su voz que hacía que el lugar se sintiera un poco más acogedor.

Decidí salir y enfrentar mi curiosidad. Cuando abrí la puerta, ambas se volvieron hacia mí.

—Buenas tardes, señor Eric —saludó la Sra. Martínez, con su habitual formalidad.

—Buenas tardes. Aurora, ¿podrías venir un momento? —dije, intentando mantener mi tono neutral pero cortante.

Ella asintió y me siguió hasta el despacho. Cerré la puerta detrás de nosotros y me volví para mirarla.

—Quería asegurarme de que todo esté yendo bien para ti aquí —dije, cruzando los brazos sobre el pecho y mirándola fijamente.

—Sí, señor Eric. Todo está bien. Estoy muy agradecida por esta oportunidad —respondió, su voz era firme pero gentil.

—Me alegra oír eso. —Hice una pausa, evaluando sus reacciones—. ¿Hay algo que necesites? ¿Algo que podamos hacer para que te sientas más cómoda?

Aurora negó con la cabeza, aunque sus ojos mostraban una leve sorpresa ante mi frialdad.

—No, señor Eric. Todos han sido muy amables conmigo. Estoy bien, de verdad.

Asentí, aunque no estaba completamente convencido. Había algo en ella que me hacía querer saber más, entender mejor sus circunstancias.

—Queremos que te sientas parte de este lugar —dije, manteniendo mi tono distante.

Aurora sonrió, y por un momento, me sentí desarmado por la sinceridad en su expresión.

—Gracias, señor Eric. Lo tendré en cuenta.

La observé salir del despacho y me quedé pensativo. Sabía que había más en su historia de lo que nos había contado, y aunque me resistía a involucrarme más allá de lo profesional, no podía evitar sentir una creciente curiosidad y una inesperada atracción.

Esa noche, mientras repasaba los eventos del día, no pude dejar de pensar en Aurora. Su presencia había traído un aire fresco a la mansión, y aunque intentaba mantener una fachada imperturbable, cada día se volvía más difícil ignorar los sentimientos que ella despertaba en mí.

Más tarde, mientras Adrián y yo estábamos en nuestra habitación, decidí hablar con él sobre mis pensamientos.

—Adrián —dije, entrando en la habitación donde él estaba leyendo un libro.

—¿Sí? —levantó la vista, dejando el libro a un lado.

—Hoy fue un día largo —dije, sentándome a su lado en la cama.

—Lo sé. Lo he sentido también —respondió Adrián, mirándome con una sonrisa cansada.

—A veces siento que necesito desconectar de todo —dije, pasando una mano por mi cabello—. Este trabajo puede ser agotador.

—¿Desconectar? ¿Tienes algo en mente? —preguntó Adrián, su tono ligeramente juguetón.

—Quizás. —Me acerqué más, bajando la voz—. Tal vez necesitamos un poco de tiempo para nosotros, sin distracciones.

Adrián me miró fijamente, sus ojos reflejaban comprensión y deseo.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —dijo, su voz era baja y seductora.

—Podría ser. —Sonreí, acariciando su mejilla

—Hace tiempo que no tenemos un momento solo para nosotros.

—Entonces, ¿Qué estamos esperando? —dijo Adrián, acercándose más hasta que nuestros labios casi se tocaron.

El resto de la noche se desarrolló en una intimidad que solo compartíamos nosotros dos, recordándonos por qué nuestra conexión era tan fuerte. Sin embargo, en el fondo de mi mente, Aurora seguía presente, una incógnita que poco a poco iba despertando algo en mí.

Trilogía del Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora