Capítulo VIII: Al Filo de la Muerte (Parte 2)

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Mientras, Eric estaba viendo cómo la noche comenzaba a hacer presencia y prendía las luces delanteras para evitar un accidente. Franco y Samanta, a pesar de su poca experiencia con armas, cargaban ambas dos escopetas semiautomáticas Grey Hunter y la bolsa abierta por si a las escopetas se les acababan las balas, pues tampoco sabían recargar, cosa que Eric les enseñaba a base de explicaciones paso a paso.

—¡Chicos, hay algo gigante al frente! —indicó Eric tratando de descifrar qué era esa cosa gigante cerca de ellos. Era bastante reluciente, la verdad, pero aun así no lo identificaba; la lluvia le hacía ver borroso.

Franco de inmediato dejó las armas en el asiento a vigilancia de Samanta, luego bajó la ventana, sacando medio cuerpo de ésta sin importarle mucho el quedar empapado, todo para ver qué era aquella cosa, y cuando la vio, sintió cómo las galletas se le venían por la garganta y su corazón daba un pequeño paro.

—¡¿QUÉ MIERDA ES ESO?! —gritó observando algo que nunca esperó ver en su vida.

Volvió a entrar en el auto y le dijo a Eric que acelerara, puesto que a unas calles se veía lo que a simple vista parecía un robot gigante de color blanco metálico y luces escarlatas, como grandes faros expectantes a lo que sea que se acercara.

—¿Eso es un robot gigante o es cosa mía? Digo, parece uno —volvió a decir el joven parpadeando varias veces y tallándose los ojos.

—¡Los robots gigantes no existen, idiota! —le gritó Samanta harta de la situación.

Al ver como unas luces rojas se encendían y se veían a lo lejos, Eric aceleró tragando saliva, viendo que al parecer sí era un robot y uno muy grande, cosa que hizo que Franco le sonriera a Samanta y que la misma blanqueara los ojos fastidiada.

El robot debía medir unos cuatro metros de altura y dos de ancho; en la "mano derecha" de este había una especie de metralleta gigante y en la otra una cierra. Sin duda era una máquina destinada para matar tanto seres humanos como otras cosas.

—Oh mierda —al ver las luces del carro, el coloso de metal posó sus amenazadores faros rojos en el auto y emprendió una sorprendente carrera a gran velocidad, incluso con ese peso.

Eric tuvo que maniobrar y girar varias veces por las calles mientras que "Goliat", como lo había llamado Samanta, destruía infectados y edificios como casas de naipes. Fue en una esquina, cuando casi se volcaba el auto, que Norman y Kaira despertaron asustados mirando por la ventana trasera, seguido de un grito de ambos.

—¡¿Por qué hay un robot gigante salido del infierno persiguiéndonos!? —gritó Norman mientras sacaba unas granadas de los bolsos y Kaira un enorme rifle militar.

—¡Querías aventuras!, ¿no Norman? Ahí las tienes —gritó Eric riendo por los nervios, a lo que su amigo le sacó el dedo del medio sonriendo, más como una mueca que una sonrisa.

Kaira había abierto la escotilla trasera de la camioneta para empezar a disparar. Cada disparo la hacía soltar un gruñido de dolor, su hombro aguantaba cada retroceso, y a Goliat solo le hacía abolladuras para nada graves. Sabía que no aguantaría mucho así pues su esqueleto le dolía aun por los esfuerzos, su genética aún estaba bloqueada.

—¡Son ellos! —gritó Norman al ver el logo en lo que parecía el pecho de esa cosa, siendo una serpiente roja alada enroscada en una manzana.

Kaira gruñó fastidiada. ¿Por qué sus superiores le enviaban esa cosa?, ¿era acaso que querían matarla? Bueno, aquello no sonaba tan raro viniendo de ellos...

El coloso corría esquivando los disparos, eliminando a cualquier infectado que le saltase encima o cualquier escombro que se le presentara. Fue de un momento a otro que sus luces rojas empezaron a titilar, haciendo que la ametralladora en su brazo les apuntase. Kaira la piel de la agente tomó un tono de piel casi pálido, buscando con rapidez en las mochilas, no tanto por ella, si no por ellos y el auto, no resistiría eso.

—Menos mal que es blindado el auto —dijo Franco aliviado en su asiento.

—¡ESTE MALDITO CARRO NO VA A AGUANTAR ESAS BALAS, IDIOTA! —le gritó Samanta mientras tiraba granadas por la ventana izquierda, retrasando al gigante de metal.

—¡ERIC, CRUZA EN LA ESQUINA YA! —gritó Kaira mientras descargaba el cartucho de una AK-47, logrando daños considerables al coloso de metal, que no se rendía aún y empezaba a enfriar su arma con sus sistemas para disparar, pues el otro disparo había barrido con dos casas y un negocio.

Eric giró el volante para tomar la orden de Kaira con el corazón en la garganta. Las balas de la gigantesca ametralladora del Goliat salieron como pequeñas bolas de metal, destruyendo una pequeña parte de atrás de la camioneta junto a un edificio entero de dos plantas, el cual cayó hacia abajo estrepitosamente.

—No es cierto —dijo Norman empezando a temblar por el arsenal de esa cosa.

—¡Kaira conduce, tengo una idea! —le ordenó Eric limpiándose el sudor de la frente.

La chica se pasó a los asientos de adelante balanceándose por el carro, mientras que Eric lo detuvo en mitad de la calle escuchando el estruendoso sonido del suelo temblando. Ya se oía cerca, y Kaira sin perder el tiempo tomó el volante y arrancó el vehículo.

—¡¿Qué harás?! —preguntó Norman tragando saliva.

—Acabar con esa cosa de una vez por todas. gracias a la nueva tecnología de la misma empresa que la creó. Bombas radioactivas —sonrió el muchacho muy seguro de su elección.

Todos alzaron las cejas excepto Kaira, quien seguía enfocada en tratar de que no los alcanzara aquella cosa. Aunque conocía y sabía de esas minas, aquello sería un desastre.

—¡Mierda, llegamos al puente en los colorados! ¿Y ahora qué? —preguntó Kaira nerviosa, pues podía ver por el retrovisor cómo el arma de aquel ser de metal volvía a calentarse.

Luego todo para Norman se volvió muy lento, tanto que podía escuchar sus propios latidos producto de la adrenalina. Vio como Samanta y Franco gritaban a todo pulmón, cómo Kaira giraba el volante por la ya destruida calle y puente donde hace días ella misma le rescató, cómo Eric lanzaba la bomba radioactiva y esta se accionaba creando una explosión de color verde que empujó al vehículo afuera del puente hacia un profundo río. Goliat se fue con ellos siguiéndoles, faltándole un brazo y gran parte del torso.

Lo último que vio Norman fue a Eric mirándole asustado, para luego sentir varios golpes en todo el cuerpo, cómo sus pulmones se llenaban de agua y un dolor muy fuerte que sintió en su nuca le hizo ver en tonos oscuros para al final desmayarse...

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora