Capitulo XXXIII: Almas Desnudas

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"Si no puedes amar no ames, pero tampoco lastimes personas que intentan quererte"(Anónimo)



Norman, Eric, Samanta, Franco y Grace luego de limpiar el lugar se dispusieron a tomar fuertes vinos y dada la poca experiencia para tomar excepto Grace, todos se embriagaron muy rápido. Eric estaba muy cerca de Grace la cual le seguía el jueguito sin molestarse en ningún momento.

Samanta se había dormido encima de Franco el cual iba por su última copa. Norman estaba hasta más deprimido que un animal en cautiverio. Tiziana hiciera lo que hiciera no lograba animar al joven hasta que se rindió, luego terminó por recostarse a su lado clavándole la mirada.

— ¿Qué tiene ella que yo no? —preguntó Tiziana sin mucho cuidado para luego taparse la boca y maldecir a sus adentros, el alcohol le había hecho efecto pero que mas daba...

—Ella no tiene nada que tu no tengas, es solo que la quiero mucho, creo que demasiado. Ahora que se fue me siento un poco vacío, aparte se llevó también a Alicia... —le respondió Norman con la voz quebrada y desganada al punto que su espalda se deslizó por el sofá.

—Chicos se pueden quedar hoy en mi casa, mañana deberán volver a la suya, pero como bebieron no los dejaré ir así —exclamó la francesa señalando una gran y hermosa casa a lo lejos.

Eric miró a Norman en busca de respuesta para luego negar con la cabeza. Su amigo estaba muy mal, debía hacerse cargo del grupo por ahora. Le asintió con la cabeza a Grace y avisó a un mareado Franco quien se reía mientras miraba como Samanta a veces roncaba y le babeaba la camisa.

—Ustedes no saben tomar —les regañó la francesa preocupada de que encendieran su casa o dispararan armas a lo loco en su territorio.

—Grace, yo no tomo, ni Norman, no se Franco y Samanta, ¡ah!, Tiziana seguro que sí, mírala parece un conejo —le aclaró Eric riendo al ver a Tiziana dando saltitos mientras intentaba levantar a un zombi, que seguramente sería Norman.

—Viejo ni siquiera era tu novia —le dijo Franco con una mueca para luego chillar por el pellizco de una ebria y no tan desubicada Samanta.

— ¿O sea que no te gusta? —se apresuró a preguntar Tiziana alzando una ceja a lo que Norman levantó los hombros de forma de respuesta.

—Era parte de nuestro equipo, nuestra familia, además no puedo olvidar la cara de decepción de Alicia —les recordó Norman con pesar para salir y empezar a caminar a la casa que había señalado Grace.

Todos se miraron entre sí compartiendo la misma idea. Aquel chico no estaba bien y debían ayudarlo porque así no servía para enfrentar una unión de naciones genocidas con complejo de dominación mundial, sumada a las ansias de poder lo cual resultó en la creación de un arma que crea muertos come humanos. O al menos eso pensaba Eric de todo el asunto.

— ¿Tiziana cuento contigo para que me levantes al muchacho? —le preguntó Eric con una sonrisa divertida pero a la vez cansada de tanto desastre.

— ¡Cuente conmigo para lo que sea capitán! —exclamó emocionada haciendo un gesto militar.

Eric le sonrió y a la vez se mordió los labios para no reír y echarle los ánimos abajo. No era que el no estuviese un poco tonto por el alcohol, pero ella andaba más enérgica que Norman cuando comía cantidades exorbitantes de azúcar.

Todos salieron de una vez de aquel bonito bar para dirigirse a la gran casa. Estaba ubicada en el centro del barrio dándole aún más belleza. Su composición era de ladrillos rojos en las paredes y techo, una chimenea, madera de roble en las ventanas, un bonito jardín; en donde podía apreciarse varios cultivos y una pequeña fuente. Tiziana y Samanta estaban tan emocionadas que entraron sin que Grace les diera permiso, lo que hizo que ambos chicos se disculparan con la aludida francesa quien respiraba para no gritar de nuevo.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora