Capítulo XLIII: Arrodíllate o Muere

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"El engaño es una elección no un error"  (Paulo Coelho).


Una mujer de velo blanco se encontraba frente a él. De un aspecto muy parecido, con largos cabellos negros cayendo por su espalda hasta llegar a su cadera. Su piel era blanca bronceada y sus ojos eran de un verde avellana brillante.

La mujer se hallaba sentada en un trono a base de raíces y huesos de color negro. Tenía una pierna encima de la otra, ambos brazos apoyados en el trono y el mentón elevado, con la mirada fija en Norman, quien se encontraba mirándole incrédulo.

— ¿Quién diablos eres tú? —preguntó Norman tomando una pose defensiva.

—Calmado vaquero ¿Dónde está Alicia? Fui muy clara cuando te pedí que la trajeras a este edificio o al menos mi contacto te lo hizo saber claramente —habló la mujer de extraña pero hermosa paraciencia en un tono amenazador.

—Tu... Alicia está en el campamento, la traeré luego todavía me queda tiempo —le respondió Norman firme aunque con algo de temor.

—Bien. Y para tus dudas yo soy quien ustedes los humanos llaman Eva, la primera humana, la verdadera madre de la humanidad —le explicó la dama de blanco para sonreírle.

—Para este punto nada es imposible, así que cuéntame Eva ¿Qué demonios quieres conmigo? —le dijo Norman para nada sorprendido, pues luego de ver ejércitos, muertos devueltos de la vida y súper humanos ya nada le aterrorizaba o sorprendía.

—Me presento ante ti en forma de ayuda mi querido soldado. Como sabrás en tu país se desarrolla una batalla inminente, una que no se puede evitar. Todo esto es más complejo de lo que crees. No se trata de una organización malvada tratando de dominar todo, ni de un conflicto entre hermanas, ni de una rebelión o una mera e ambigua venganza —le contó mientras chasqueaba los dedos y le hacía sentarse.

— ¿Entonces?

—Este conflicto data de milenios de antigüedad. Yo te hablo desde el vaticano, donde mi alma está encerrada en un dispositivo de tecnología avanzada que los enemigos de la humanidad desarrollaron en conjunto. Usé lo que me quedaba de energía vital para transportarme a tu cuerpo y unirme con tu alma, ahora yo estoy fusionada a ti, ahora tu y yo somos un solo ser. Vete acostumbrando al verme y oírme.

—Wow, wow, wow ¿Cómo es la vaina? Esto es increíble. Lo volveré a repetir ¿Qué demonios quieres conmigo? —preguntó Norman de una forma amenazadora perdiendo la paciencia.

—No es lo que yo quiera, si no lo que el destino nos tiene pautados pequeño Norman. Yo te elegí como campeón de la humanidad, como su protector. Te he estado observando desde lejos, eres un humano excepcional aunque pienses que no es así.

— ¿Disculpa, protector, de que rayos me hablas? Si apenas puedo cuidarme yo mismo y he estado a punto de morir miles de veces, si no fuera por mis amigos estaría ya muerto, solo no soy nadie —confesó el levantándose y alzando los brazos.

—Te equivocas y a la vez tienes razón. Eres Norman Greco, eres un humano y solo con eso has logrado el frenar a la organización que apoya los planes por un lado de Adán el traidor y Lilith la rencorosa asesina en masa. Sobreviviste a las armas que la humanidad creo, reuniste un ejército y creaste un equipo con la capacidad de hacerle frente a una fuerza más grande. Tu humanidad es tu poder Norman Greco y la humanidad es unión y en la unión está la fuerza, no nos decepciones. Todos los humanos dependen ahora de ti.

Norman había despertado sintiendo dos cachetadas de Blake, quien se alivió al ver que el muchacho despertaba. Luego de tomar un poco de agua Norman salió corriendo no sin antes despedirse de Blake para llegar al campamento. Si lo que decía Eva era cierto, debía reunir a su ejército lo más rápido posible y a cualquier costo agrandarlo.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora