Capítulo XIX: Boleto para salir del Infierno (Parte 3)

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—Alicia, tus habilidades nos serían de utilidad ahora mismo —le gritó Kaira a la rubia con un temblequeo inusual en su voz, a lo que esta negó con la cabeza respondiendo.

—No controlo tal habilidad, en la alcaldía fue solo suerte —susurró inmutable para apuntar su arma a la horda.

—¡Disparen a discreción! —gritó Kaira.

A su lado Kyle y Alicia disparaban con ametralladoras ligeras, y en el otro lado de la carretera Franco y Samanta con la habilidad adquirida en los enfrentamientos pasados daban tiros certeros con sus armas, aunque a veces fallaran. Norman les ayudaba disparando de vez en cuando con nueve milímetros, aunque este seguía siendo malo con las armas...

Norman, harto de no poder ayudar, desenfundó el hacha de su espalda tomándola con la mano derecha. Alan se le unió con su bate de metal para empezar a destrozar cráneos y rodillas a cualquier infectado que lograra pasar la camioneta.

—¡Son demasiados, no vamos a durar! —gritó Franco asustado, mirando cómo se acercaban, apareciendo cada vez más, obligándolo a disparar a quemarropa.

De pronto una gran explosión se vio a lo lejos en la ciudad, una que hizo levantar una nube de humo; los infectados voltearon debido al ruido, oportunidad que tomó Kaira para activar sus habilidades e ir corriendo a la camioneta.

—Samanta, Franco, ¡cúbrannos! —les indicó Alan mientras corría con Norman al lado de Kaira para cubrirle.

La agente disparaba a diestra y siniestra; al quedarse sin balas recurrió al cuchillo y a los golpes. Norman cortaba rodillas a su lado derecho, mientras que Alan destrozaba a cualquiera que se le acercara por el lado izquierdo.

—¡En la maletera hay granadas! —les hacía saber Kaira mientras se adentraba en el auto; todos combatían cerca de este disparando y golpeando, aunque aquello no dudaría por mucho.

La agente salió por una ventana donde no había infectados y le quitó el seguro a una granada lanzándola de inmediato, provocando que extremidades salieran volando al segundo.

A lo lejos podía verse la camioneta roja y la negra que Eric había conseguido. Mirian gritó al ver cómo un corredor emprendía carrera hacia ella; Kyle en un arrebato se puso en medio de ambos, logrando que el corredor le arrancara parte del torso y brazo derecho al chocar.

Alan de inmediato le destrozó la cabeza al infectado y miró cómo el último rastro de vida se escapaba de aquel chico. Los infectados los estaban superando. Un trepador en espacios abiertos que parecía un perro mandó a volar a Samanta dos metros hacia atrás de un golpe, teniendo que Kaira lanzarle un cuchillo al cráneo para evitar que matara a la gótica en ese mismo momento. Cuando todos se vieron sin munición, las dos camionetas arrollaron a los infectados restantes.

—¿Llegué tarde a la fiesta? —preguntó Eric sonriendo. De su frente escurría sangre, y la camioneta estaba llena de rasguños y orificios de balas. Nos encontramos con Buitre, y al parecer no será la última vez que lo veamos —exclamó con una expresión sombría, para luego reírse de su propio estrés y apagar el auto.

De las dos camionetas salieron Eric, un hombre de piel negra bastante alto y fornido llamado José, una mujer rubia de cara dura llamada Sofía y un hombre joven llamado Miguel, quien sorpresivamente resultó ser médico.

—¿Solo ustedes quedaron? —preguntó Alan sorprendido y triste; Miguel le asintió con pesar.

—Norman, instalamos bombas reales, C4, junto a un almacén de cosas inflamables cerca de una gasolinera para ser más exactos; ¿quieres hacer los honores? —le preguntó Eric sacando un pequeño control mientras miraba a su amigo.

Esto con muchos sentimientos encontrados lo tomó y miró la ardiente ciudad. Ahí se iban todos sus recuerdos, su casa, sus amigos, su mascota, sus padres, su vida, su todo...

—Yo creo que no será necesario —mencionó Kaira mirando el cielo, para que luego todos le imitaran.

Un avión de combate de color negro con rojo sobrevolaba los aires a máxima velocidad rumbo a la ciudad, dejándoles un fuerte dolor de oído, pues al parecer iba a velocidades hipersónicas. Kaira frunció el ceño recordando esa aeronave; recuerdos confusos llegaron a su mente, "la mano de Dios"...

—¡Maldición a las camionetas, tenemos que salir de aquí; esos malnacidos piensan volar la ciudad! Nadie protestó; todos se subieron a los tres vehículos, arrancando a máxima velocidad.

Kaira, Franco y Alan conducían, mientras que los demás miraban con los ojos bien abiertos la ciudad en las partes traseras de los vehículos. El motor del avión, aún con todas las explosiones, se podía oír con claridad. Norman vio con náuseas y nervios la cara de Kaira, pues la misma estaba pálida, con las cejas y el labio inferior temblando, lo cual le produjo a Norman aún más terror.

El pulso de la agente se aceleró al escuchar aquel silbido que indicaba que el misil había sido lanzado. De pequeña vio videos del alcance destructivo de esa arma: siempre terminaba llorando por el sonido que se escuchaba al explotar; era como escuchar una risa que provocaba la destrucción a todo paso.

Se habían alejado bastante, y aun así el corazón de Kaira se paralizó por un momento al ver una explosión en forma de hongo de color rojiza con azul brillante. Las camionetas iban a máxima velocidad, y, a pesar de todo, la fuerza de la explosión los alcanzó.

Los vehículos en conjunto empezaron a dar vueltas y vueltas sin parar. Kaira tan solo sentía golpe tras golpe; podía escuchar gritos ahogados de sus amigos y de Norman; luego sintió una quemazón, producto del calor de la gran explosión.

Sin perder tiempo y rompiéndose varias veces las rodillas, abrazó con fuerza a Norman, evitando que su cabeza fuese golpeada. Luego de un rato las camionetas quedaron volteadas en la carretera. Kaira no podía ver nada, tan solo polvo, polvo y más polvo.

La agente abrió los ojos irritados por el humo y la tierra. Su sorpresa fue tanta que su cuerpo instintivamente había empezado a temblar. Frente a ella se encontraba una mujer de largos cabellos oscuros, con los pies y manos llenos de cadenas doradas brillantes.

—Kaira Ivannovs, hija de mi sangre, me alegra que al fin hayas conectado con tu misión y destino —suscitó aquella extraña mujer para que Kaira se rindiera y sucumbiera ante aquella tan conocida oscuridad.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora