Capítulo X: Entre Pensamientos y Secretos

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"Hay personas que son tan falsas, que incluso ellas se creen y viven en sus propias mentiras..."(Anónimo).

Franco al despertar gritó agarrándose el pecho con fuerza, para luego mirar a todos lados, sintiendo el frío de estar empapado con la ropa puesta y la mayor parte del cuerpo lleno de arena. Al calmarse y explicarle la situación fue atendido por Samanta y Norman, mientras el aturdido y recién despierto chico era bombardeado de preguntas sobre su estado, Kaira se alejaba para estirar las piernas.

En su brazo izquierdo poseía un chip implantado que emitía una pequeña luz roja cuando había alguna base secreta cerca, perteneciente a los que por ahora les prestaba sus servicios, y en ese momento era el caso. Río abajo se encontraba un gran hueco de tierra que daba paso a unos túneles.

La señal de su chip activó la búsqueda de los observadores. Las pequeñas esferas de alta tecnología que vigilaban y veían toda la ciudad a través de su pequeña cámara. Venían en el cielo unas tres que captaron a Kaira, avisándole al instante al cuartel general, cosa que para nada a ella le convenía. Dos opciones tenían, perderlos entrando al bunker o enfrentarse a lo que sea que le mandasen.

—¡Señor encontramos a la agente Ivanovs cero, cero, cero! —anunció uno de los encargados de las pantallas de vigilancia a el general Merion, quien sonrió complacido al tener noticias de su agente rebelde.

—Ponga a los observadores en modo camuflaje y síganla. Tenemos tiempo sin saber algo de ella —ordenó el general que había mandado a Kaira al menos en un año, recordando lo peligroso y capaz que ella era, por lo que le ofrecieron la oferta por esta misión que no pudo rechazar, encargarse de ella disimuladamente.

Kaira le hizo señales a los observadores con las manos que decían: Tengo un grupo de supervivientes, ¿puedo entrar a la base?

Una de las esferas emitió una luz verde y a continuación todas se volvieron invisibles para observar al grupo de Kaira, quien llegaba a trote hacia el gran agujero y las corrientes de agua salientes.

—¿Encontraste algo útil? —preguntó Eric arrastrando las palabras por el cansancio.

—Unos túneles, nos deberían llevar al centro del pueblo si tenemos suerte, e iremos seguros —dijo ella mirándole a los ojos, segura de sí misma—. Aunque podríamos llenarnos de desechos...

—Pues no se diga más, en marcha —alzó la voz Norman con optimismo y una sonrisa, mientras ayudaba a levantar a Franco de la tierra y empezaba a seguir a Kaira.

Al llegar al hueco de tierra todos se miraron dos veces entre sí, no creían que fuera una buena idea, pero... era eso o enfrentarse a los infectados y otro posible coloso de metal. Sin más que perder bajaron siguiendo a la agente, quien parecía no tener ninguna dificultad en ver por la creciente oscuridad.

—Así que estos son nuestros aclamados supervivientes —dijo Huller sonriendo a través de las cámaras. Era un hombre de cabello canoso con el cuerpo bien formado, medía uno con noventa centímetros y poseía un uniforme parecido al de Merion.

El traje militar era de un color negro con tres rayas de color rojo en el lado derecho de su pecho, detalles en dorado y rojo y una gran ave roja en el centro de su uniforme. Él había sido encargado de la operación allí en Venezuela, la más importante por ahora, y no fallaría.

En la sala se encontraban sus soldados, hombres y mujeres con enterizos negros y placas de un rojo muy oscuro, con un casco de forma circular con lentillas de color rojo reluciente, con cuatro rendijas en la boca y dos en la nariz para respirar y filtrar el aire. Junto a los científicos y personal administrativo todos examinaban la ciudad y las instalaciones, todo desde las grandes pantallas que Merion y Huller, su superior observaba todo.

Sin Destino El Inicio (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora