Capítulo XI: Proyecto Alicia

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"La fuerza no viene de la capacidad física si no de una voluntad indomable". (Mahatma Gandhi).

Al abrir la puerta del laboratorio, luces de color rojo se encendieron y mostraron un amplio pasillo, donde había cuadros con títulos, mostradores con jeringas y demás artículos médicos, trajes anti-radiación colgados y algunas duchas, pero, lo más impactante y aterrador de todo, cápsulas llenas de un líquido azul con rojo espeso gigantes. Aquellas cápsulas brillaban y parecían no llevar mucho tiempo en esas condiciones, aunque algunas estaban rotas, como si algún animal salvaje les hubiese arañado o golpeado desesperado.

—¿Ok? Típico bunker abandonado del gobierno de película —soltó Samanta alzando una ceja mientras caminaba por el pasillo. Al final se hallaba una computadora gigante y a cada lado de las cápsulas un pequeño monitor.

—Yo me encargo de la computadora —se apresuró a decir Kaira, quien de inmediato caminó hacia la gran máquina.

Su pantalla era de color rojo con detalles negros, y en el gran teclado tenía el símbolo de un ave roja. El teclado era enorme, a veces con símbolos antiguos o varios números repetidos, como si varios idiomas incluido el latín formaran parte del teclado.

—Yo te ayudo; estudiaba programación e idiomas en mi universidad —le explicó Samanta con una sonrisa presurosa, a lo que la agente resopló fastidiada.

—Si me llegas a estorbar, mejor no hagas nada —le gruñó Kaira fulminándola con la mirada.

Samanta, quien abrió la boca ofendida y se cruzó de brazos, alzando una ceja para sacarle el dedo del medio, señalándole con rabia a punto de pelear, haciendo que Norman y Franco se alejaran.

—¿Disculpa? —preguntó Samanta mirándole como una cobra miraría a otra.

Norman blanqueó los ojos y yendo hacia la primera cápsula tomó una pequeña carpeta que yacía arriba del monitor. Esta era de un cartón negro con detalles en rojo, y en su interior contaba con múltiples páginas de color gris con letras verdes. "Qué detallistas" pensó el chico.

—¿Proyecto súper humano? —preguntó mirando a Franco, quien observaba atentamente la cápsula gigante de color rojo fosforescente frente a ellos, la cual en medio poseía una especie de imagen tallada en el cristal, una rosa de pétalos negros y rojos.

—Esto parece de película, como Resident Evil, ¿no? —dijo Franco sonriendo, a lo que Norman asintió con una pequeña sonrisa.

Su vida en una semana dio un giro de ciento ochenta grados, y para su suerte se adaptó bastante bien. Junto al grupo que había logrado armar, confiaba en que sobrevivirían, o eso quería creer. Incluso no había tenido tiempo de procesar y llorar en verdad todas sus pérdidas, y ver esta sala, sumado a lo turbio que puede ser lo que descubriera ahí, no ayudaba en nada.

Al seguir leyendo el documento, jaló a Franco para que leyera con él. Decía que intentaban crear humanos más resistentes para una posible guerra mundial, o más bien el sometimiento de las mayores potencias del mundo, sin el gasto excesivo que propone una guerra convencional. Más rápidos, violentos, con altas capacidades regenerativas, sentidos más agudos, con un sistema nervioso más desarrollado, memoria cinco veces superior, disciplina y lealtad. "El soldado perfecto" pensaron los dos.

Luego decían que había un porcentaje de probabilidad de que estos seres se revelaran contra ellos. Su material genético fue descubierto en Jerusalén, La India, Japón, Irak, Polo Norte y demás lugares del mundo nada comunes, en tumbas o templos de religiones paganas o de sectas, que aseguraban que tales cadáveres eran hasta de dioses o demonios poderosos de la antigüedad.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora