Capítulo III: Mi Atractiva Pero Irritante Salvadora

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"La muerte es más universal que la vida, todos morimos, pero no todos vivimos". (Andrew Sachs).


Norman alzó su mano, en un intento desesperado, para que su vida no llegara a su fin ahí mismo, pero para su sorpresa, el disparo no le impactó a él, sino a un infectado que se arrastraba hacia él, el cual por poco no le mordía de no ser por su misterioso salvador.

—Oh... disculpa, pensé que ibas a

—No mato humanos, mucho menos los que viven acá y conocen la zona, pero me devolverás el favor, niñito —le interrumpió aquella persona, guardando el arma en un cinturón y la katana enfundándola y ajustándola en un pequeño bolso en su espalda.

— Muchas gracias. Me llamo Norman Greco, ¿y tú? —le preguntó el joven, ansioso por saber quién era aquella persona, puesto que el traje le distorsionaba la voz y no distinguía siquiera si era hombre o mujer.

La persona, tras la máscara de gas y capucha, alzó sus manos, para poco a poco, con una paciencia que exasperaba a Norman, fue retirando la máscara. Al ver quién era, Norman no pudo evitar medio abrir la boca y abrir un poco los ojos. Estaba un poco en shock.

Era una chica más o menos de su edad o tal vez uno o dos años mayor que él; ella tenía el cabello lacio de color marrón oscuro, el cual le llegaba hasta los hombros, y la piel morena en un tono canela muy llamativo a la exposición del sol. Aunque para él, lo que más le llamaba la atención eran sus ojos, siendo estos de un azul rey con pequeños detalles en blanco, los cuales resaltaba aún más con unos labios rosados y pequeños, acompañados de una nariz respingada y pequeña...

— Kaira, Kaira Ivannovs y ¿qué tanto me ves? No creo ser tan horrible como los bichos que acabo de matar —le dijo la chica con una sonrisa presumida y una ceja alzada.

— No, no es eso. En fin, ¿cómo eres tan buena peleando y cómo sobreviviste? —le preguntó el muchacho levantándose, viendo cómo el traje de la Kaira estaba lleno de rasguños, mordidas y posiblemente quemaduras.

—Oye, no me compares contigo, muchachito, soy... bueno, digamos que soy alguien que entrenó mucho tiempo para estas cosas, lo que yo quiero saber es ¿Cómo demonios alguien como tú sobrevivió a la noche oscura? —le preguntó ella mirándole de abajo hacia arriba con un ligero tono burlón.

Norman entrecerró los ojos mirándole, para luego sacudirse el polvo y guardar el machete en su mochila, acomodarse las trenzas de los deportivos y ponerse la capucha junto a la gorra.

—Para tu información, señorita irritante, me resguardé en mi casa hasta que salió el sol y acá llegué —le contó Norman, empezando a caminar sin siquiera echarle una mirada de reojo.

—¿Para dónde diablos vas? —le reclamó Kaira con un ligero acento ruso.

—Voy a seguir mi plan, buscar a mi amigo, el cual de seguro tiene una armería en casa, sobrevivir y atrincherarnos hasta que la ONU o cualquier organización venga y nos ayude —le respondió él calentando con dolor, pues sí, volvería a correr.

Kaira, en menos de un segundo, estuvo a su lado, agarrándole con fuerza el brazo y obligándole a mirarle. Ambos estuvieron a centímetros del rostro del otro, donde tanto Norman como ella sintieron sus respiraciones agitadas, de estar en otro momento, por el estrés y la adrenalina. Sin duda lo hubiera besado, pues le parecía algo atractivo, pero su actitud era insoportable, así que sin perder el tiempo se alejó un poco y acomodó sus ideas.

—Escucha, niño, si vas por ahí solo vas a morir o te pasará lo mismo que acá, y yo no estaré para salvarte el culo, así que hagamos un trato —le dijo ella aligerando su agarre, pero manteniendo aquella mirada decidida y hasta algo hostil.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora