Capítulo V: Mi Eficiente Pero sexy e Irritante Compañero

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Despertó de golpe, mirando a todos lados, luego vio sus brazos y limpió su rostro sudado por el calor de la habitación y el que producían las cobijas. No había sido un sueño; todo fue real, incluso lo único bueno de todo aquello, aquel muchacho.

Hacía rato, Norman había apagado la planta eléctrica, seguramente para ahorrar el poco gas del que disponían. Al ver a través de las cortinas, pudo apreciar los débiles rayos del sol; ya debía ser de día, tal vez tarde. No sabía él por qué ni siquiera su cuerpo le había fallado al despertar a las 5:00 am como hacía siempre.

La chica de inmediato se puso las botas de combate, que de por sí estaban dañadas a más no poder, y en busca de su nuevo compañero salió apresurada. En la sala, se encontró sobre la mesa una taza de café vacía, al lado un termo donde se almacenaba el mismo líquido y un plato tapado con una nota que, a su manera de ver, estaba muy bonita y bien hecha.

—Vaya, chico tan amable, no pensé que fuera así... —susurró para sí misma mientras tomaba la nota con la mano derecha y la abría para leer su contenido.

La nota decía lo siguiente:

"Querida Kaira, aquí tienes tu desayuno. Me levanté a las seis para observar más de cerca a los infectados; también llené la camioneta de mi tío de combustible para cuando tengamos que hacer un viaje largo, y si te fijas, en la mesita más pequeña de la sala están todas las armas. Vuelvo en unas horas. Si no vuelvo, soy comida de zombis. Aunque creo que no les gustará mi sabor a aceite, pues eso les nubla aparentemente el olor. Por cierto, te ves tan tranquila durmiendo que no quise despertarte, en fin, ya me voy".

Kaira se sentó a desayunar, no sin antes haberse enjuagado la boca con el agua del grifo, y vaya que el agua que salía del mismo sabía horrible. Luego se tomó su tiempo para lavarse el rostro y el cuello, los cuales estaban llenos de sangre y tierra, ambas secas.

El desayuno era simple, pero delicioso; consistía en un pan con huevo revuelto. Aunque esperaba un poquito más de comida, no podía quejarse; el día anterior solo había tomado un refresco como su única comida nocturna. Luego de dar varios mordiscos, volteó hacia la mesa de armas, donde había bastantes y variadas. Tomó el plato aún con un poquito de comida y se sentó enfrente de ellas. Comería mientras las examinaba e identificaba.

—Bien, tenemos... cuatro revolveres, dos nueve milímetros y dos glocks —susurró contenta para sí misma de tener un vasto armamento.

Al terminar de comer y examinar las armas, por seguridad, guardó una en el cinturón del pantalón, cogió solo la máscara, dos cuchillos de la cocina y caminó directo a la puerta. Buscaría a Norman; al idiota podría haberle pasado algo, o haber muerto, y ella no quería eso, al menos no todavía. Al abrir la puerta se encontró con el radiante sol dándole en la cara. Eso era lo malo de Venezuela, mientras que de noche hacía un frío horrible, de día hacía un sol el doble de peor, aunque el clima no es que le afectara mucho.

Al caminar por el patio sobre la punta de sus pies sin hacer el mínimo ruido, divisó bufidos de esfuerzo detrás de la camioneta. Kaira no se confió y desenfundó el revólver, apuntando en dirección al frente.

Cuando alcanzó de unas dos zancadas lo que emitía el sonido, se quedó atontada, para luego dar paso a que su cara tomara tonos entre rosados y rojos. No podía creer lo que estaba viendo y jamás había estado en ese tipo de situación, pues en la academia eran muy estrictos con los chicos y chicas, siendo que apenas se veían en entrenamientos y comidas para evitar accidentes...

Norman estaba en una barra haciendo dominadas con discos amarrados a su cadera. Tenía tanto la espalda como los brazos sudados, brillando por el abrazador sol. Mientras el chico emitía suspiros y gemidos de esfuerzo, la agente se dedicó a inspeccionar su cuerpo en todo sentido; estaba definido y con un buen volumen de masa muscular; hasta llegó a pensar que el chico podría competir con los de su academia, en donde inició su entrenamiento militar. No, eso ya era soñar mucho, se dijo para sí misma, sonriendo ante tal idea.

Sin Destino El Inicio (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora