Capitulo XXXV: La Verdad(Parte 2)

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"La pena puede ser una carga, pero también un ancla. Te acostumbras al peso, cómo te mantiene en su lugar". (Sarah Dessen).



A finales del año pasado. Entrando en el espacio Nacional Aéreo de Rusia. Dos y veinte tres Am.

Un avión más de uso civil que de militar, había recibido permiso para entrar en el país de Rusia. Era un modelo aunque de uso exclusivo para transporte militar, su tamaño era bastante grande. Contaba con un baño, una mesa y varios cómodos asientos, una pequeña bodega de armas y equipamiento e increíblemente, una nevera con refrigerios.

En un asiento de color negro iba sentada Kaira Ivanovs, una joven agente con un futuro brillante y prometedor. Se encontraba de vuelta en una misión individual que había realizado con éxito en Hungría. Los únicos acompañantes que tenía en el avión eran siete soldados armados, los pilotos y sus pensamientos.

Estaba emocionada, al llegar le darían vacaciones por navidad, ¡un mes!, un mes en el que vería a su familia; es decir a Ruth y su papa. Sonrió al recordar su casa en Moscú, un poco alejada de la ciudad central, en medio de un pequeño bosque nevado.

Extrañaba cuando su papa y mama le hacían galletas, o la mala actitud adolecente de Ruth, la leche y los tés tibios, los hermosos animales, la fría pero agradable nieve en la cual jugaba a tirarse bolas de nieve y hacer muñecos con Ruth. Pronto, pronto volvería a hacer todas esas actividades, aunque sin mama, no importaba ya, ahora solo eran ellos tres, tres contra el mundo...

Luego de unas dos aburridas, pesadas y tortuosas horas para aquella desesperada joven de dieciséis años, atrapada en un avión, volviendo de una misión sobre asesinato decidió preguntarle al piloto cuanto le faltaba para llegar, así que se dirigió hacia la cabina de pilotaje y abrió la puerta sin el mínimo respeto.

—Disculpe, podría decirme ¿Cuánto falta para llegar?, por favor —preguntó mirando al piloto quien traía un uniforme negro junto a un casco del mismo color y lentes azules marinos.

El soldado miró a la joven quien ya fastidiada se encontraba mirándolo con ansias de respuestas. El solo acercó su micrófono a sus labios el cual servía para indicarles a todos los pasajeros cualquier emergencia, o la llegada y salida a algún lugar.

—Veinte cinco minutos para llegar a la base cerca del mar de Azov, repito veinticinco minutos para llegar a la base, operación red, activada —dijo el piloto con monotonía y disciplina para luego con las manos indicarle a la agente que se fuera a sentar.

Ella al escuchar la palabra "mar" sintio un temblequeo en todo el cuerpo. Detestaba el mar y todo lo relacionado. Se sentó más tranquila en su asiento al recordar lo increíble que era el traje que cargaba puesto. Era un traje adherido al cuerpo, flexible, contaba con filtros; para el calor y el frio. Estaba hecho de grafeno procesado, con pequeñas capas reforzado del mismo material en todas las zonas vitales del cuerpo.

Gracias a tal traje no sufría ni frio, ni calor, ni incomodidad, gozaba de una perfecta libertad para moverse como quisiese y si recibía algún balazo su traje lo soportaría con facilidad. Luego de una hora más en la que se terminó su libro favorito, el cual trataba de un vikingo el cual recuperaba el trono que le fue arrebatado, sintió gracias a sus sentidos aumentados la recarga de varios sub-fusiles de asalto.

¿Por qué los soldados habrán recargado sus armas?, ¿Había alguna amenaza cerca de la base?, no, imposible, nada se acercaba a las bases de la Nación Roja a cien kilómetros de distancia. Revisó su cintura y apenas llevaba las navajas que le había enseñado a usar Ruth, eran tan delgadas que ella les llamaba agujas. Su hermana se había ido por agua, en un gran navío armado ya que ella no le tenía miedo irracional al mar, si no fuera por eso estarían juntas en este momento.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora