Capítulo IV: El Mensaje, La Agente y la Prueba (Parte 1)

158 66 26
                                    

Ambos caminaban bastante pegados por la gran carretera, algo que sin duda molestaba a Kaira. En cambio, Norman caminaba como una garrapata al lado de ella, por miedo a que una de esas cosas apareciera.

Ambos caminaban bastante pegados por la gran carretera, algo que sin duda molestaba a Kaira. En cambio, Norman caminaba como una garrapata al lado de ella, por miedo a que una de esas cosas apareciera. Aunque no lo admitiera frente a ella, le daban terror. Aunque no lo admitiera frente a ella, le daban terror.

A veces se detenían a observar todo el entorno para evitar una emboscada de los infectados. Repetidas veces Kaira revisaba a Norman para asegurarse de que no lo hubieran mordido accidentalmente, pues una cortada o herida infectada con algún líquido proveniente de alguna de esas bestias lo convertiría en una, y eso no le convenía, o al menos se autoconvencía de aquello.

— Eres horrible con las armas blancas, lo sabes, ¿no? Cuando digo horrible, es que eres horripilante; jamás había visto a alguien pelear tan mal como tú —le regañó moviendo la catana enfundada en su mano varias veces. Extrañaba su vieja hacha de combate militar.

Norman optó por una cara de fastidio; la chica se lo había dicho como unas cinco veces ya. Al cabo de unos minutos sonrió cuando una idea pasó por su cabeza, así que la miró de manera directa, recibiendo una mirada asesina y letal por parte de ella, ya que las miradas de Norman le hacían pensar otras cosas, cosa que el chico captó y negó con la cabeza, tendiéndole el machete un poco mellado.

—Pues toma mi machete y dame esa catana, rebana cabezas —le sugirió él sonriéndole.

Ella rió por tal comentario, pero por nada del mundo le daría tal arma. En las manos equivocadas era como tener un palo de madera o un bate muy frágil; en las de ella era un arma mortal.

—Yo soy una maestra en tres clases de esgrima y, aunque supieras usarla al menos bien, ¿crees marcar la diferencia? Digo, se te ve fuertecito, pero pareces un muchachito de mami y papi, sin ofender, niño —se burló ella con una sonrisita y alzando los hombros.

Norman rodó los ojos y siguió caminando, ignorándola de manera olímpica. Él la miraba con cierta intriga. ¿Quién era aquella chica? Y, ¿cómo era posible que supiera cómo matar a aquellos infectados? Pero lo más importante de todo lo que había dicho hasta ahora, ¿en serio se veía como un niño de mami y papi? Qué vergüenza...

Luego de mirarla por un largo rato, pensando en todas las respuestas posibles, decidió preguntarle ante las miradas discretas que ella le daba de vez en cuando. Hasta se atrevía a decir que le examinaba, el cómo caminaba, cómo se movía, incluso el ritmo de su respiración.

Dime dónde aprendiste a disparar y moverte así, que no sea la academia, por favor—indagó Norman. Mirándole a los ojos, quedándose perdidos en ellos por unos segundos.

Kaira de pronto cambió su actitud serena a una seria y callada al escuchar tal pregunta. Norman pudo jurar que incluso su cuerpo se tensó y el brillo de sus ojos se había apagado; algo había pasado, algo tenía aquella chica de extraño y él averiguaría qué era.

—Ahora no te lo contaré; todavía no confió en ti —le dijo apresurando el paso, pues a lo lejos se divisaba un pequeño enjambre, o al menos así les decía Kaira—. Veamos cómo nos llevamos primero.

—¿Por qué me rescataste entonces?—preguntó él, ya harto de las evasivas que ella le daba.

La chica le tapó la boca, señalando al frente, para luego mirarle con una rabia contenida en sus labios, mirada que el chico entendió sin dudar, y para hacerle molestar aún más, no se le ocurrió otra cosa que guiñarle.

Al lado del semáforo había al menos unos veinte infectados, todos completos y dispuestos para correr, matar y desmembrar. Kaira, con determinación y algo de maestría, le hacía señales a Norman con la mano para que avanzara, mientras que este levantaba los hombros en señal de no entenderle, mientras se burlaba haciendo señas militares ridículas.

SIN DESTINO: EL INICIO (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora