SIN DESTINO: EL INICIO-Prólogo

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En el momento en el que sintió como fue bajada del camión, sus latidos se intensificaron, intentando respirar, oír o sentir cualquier señal que le digiera donde se encontraba. Solo escuchó disparos, gritos de auxilio o de batalla, los característicos motores de los jets y las aspas de los helicópteros sobrevolando los cielos.

En el momento en el que el saco fue retirado de su cabeza pudo observar donde se encontraba, en el fin del mundo, la última defensa férrea de la humanidad, el edén... Soldados, tanto jóvenes, niños, ancianos, mujeres y hombres, corrían de acá para allá con su distinguido uniforme marrón con verde.

Su corazón dio un vuelco cuando en el cielo apareció una criatura que se asemejaba a un dragón con seis alas y dos cabezas, siendo montado por una especie de humanoide, pálido, de armadura rojiza, el cual sostenía una lanza de al menos dos metros.

—¡Aniquilen esa puta cosa! —gritaba un soldado por un intercomunicador, logrando que en dos minutos un jet acabara con aquella bestia de un disparo certero con un misil de rastreo, el cual hizo explotar a la criatura en pedazos.

Miró a todos lados nerviosa: los imponentes y altos muros de titanio de al menos treinta metros los rodeaban a la lejanía. Los gritos de los infectados, criaturas y balas le ensordecían y le consumían; al mismo tiempo su ansiedad crecía al no saber dónde se encontraba Suley.

—Síguenos sin resistencia, niña, el comandante nos espera y no tenemos tiempo —le indicó un soldado con voz robotizada; el cual se encontraba protegido por un traje de alta tecnología de color blanco con detalles en azul.

Sintió como la mano del militar se aferraba fuerte a su brazo, guiándola por una de las entradas sub-terráneas de la base, hasta llegar a un elevador, el cual descendió sin complicaciones a una velocidad elevada, la cual poco se sentía por dentro.

Pudo notar de reojo que el soldado, con su visor azul brillante, le miraba el cuello, lugar donde estaba la cicatriz con la cual le había marcado aquel que creyó era el amor de su vida, siendo éste ahora la persona a quien más deseaba ver muerta en el mundo.

—Responde a lo que se te pregunta, no hables si no te dan la autorización, sé respetuosa y no hagas perder el tiempo. Sé quién eres, todos lo sabemos, también de qué eres capaz; aún así, vas a ver al comandante y salvador de la humanidad; muestra tus respetos.

Ella sabía a quién vería; lo sabía más que nadie; desde niños a todos se les había contado la gran historia del grito de la libertad, aquel grupo de humanos que alzó la voz y armó la rebelión, quienes lucharon hasta el cansancio y salvaron incontables de vidas humanas, los salvadores y más poderosos humanos que la tierra haya visto.

De un momento a otro el ascensor se detuvo, abriéndose ambas compuertas de hierro reforzado frente a ella, mostrando un túnel extenso y largo de un material parecido al cuarzo, el cual estaba alumbrado por luces de color blanco, un poco sofocantes para su gusto.

Lo único que podía oírse eran las pisadas mecánicas y pesadas del exo-traje del soldado y las de sus propias botas. Su respiración se había acelerado al llegar a una gran compuerta que tenía como título en todo el medio los dígitos, cero, cero, uno.

Al abrirse su visión fue cegada por un resplandor blanquecino, y al su vista acostumbrarse pudo distinguir una sola persona, la cual posaba ambas manos en una plataforma de metal, la cual parecía mostrar un gran mapa holográfico del campo de batalla.

Sus ojos se posaron en aquella figura, siendo éste un hombre alto, de cabellos oscuros y rizados que se escapaban rebeldes por su frente. Aquel hombre, de no más de veinte cinco años, tenía una piel bronceada por el ardiente sol, con una prominente figura acompañada de un traje militar blanco con una chaqueta de color negro, de algún material que jamás había visto...

Al mirar su rostro pudo notar sus labios rosados y carnosos, con una mandíbula prominente y una barba de varios días sin arreglar, con una pequeña nariz respingada y unos ojos hipnóticos, que al cruzar miradas pudo detallarlos aún más. Estos eran de un verde oscuro, pero al notar el ojo derecho, pudo notar que aquel tenía detalles en azul, como pequeñas rayas o símbolos.

La mirada de aquel hombre expresaba cansancio, pesar, angustia, rabia contenida y demás emociones que se limitaba a expresar de una manera estoica. El famoso líder de la última resistencia humana cruzó sus brazos y alzó el mentón para observarla de una manera inusual.

—Kaisa Ivannova, un gusto en conocerte. He seguido tus logros de cerca gracias a mis informantes en las ciudades bajas. Me presento, Norman Greco, líder de la última resistencia humana, comandante del Edén y último representante de Eva y Adán, sobre la faz de la tierra ya muerta —le comentó con una sonrisa de lado, casi parecida a una mueca a la sorprendida muchacha, quien con intenciones de hablar fue callada con un gesto de Norman, quien indicó al soldado que podía retirarse.

Norman tomó asiento, sobándose la frente, observando el holograma, viendo como sus fuerzas combatían incansables a dos de las mayores fuerzas vistas antes por el hombre. Le indicó a la joven que tomara asiento frente a él para apagar el holograma y servirse en una copa un líquido carmesí proveniente de una antigua botella de vino.

—Sé que tienes muchas preguntas, como ¿Quién eres en verdad?, o ¿Qué relación guardas con Lilit? O incluso porque tantos humanos, como Alpaxs y la N.R.U, te quieren muerta. Oh pequeña, primero, déjame contarte, déjame contarte cómo fue que empezó todo esto, cómo el mundo que conocemos llegó a ser el infierno encarnizado en donde ahora vivimos, cómo fue que la humanidad cayó y perdió dando nacimiento a los seres que ahora nos dominan... Te contaré la verdad de la primera rebelión de la humanidad, el grito de libertad, un sendero sin destino que nos vimos obligados a tomar...

 Te contaré la verdad de la primera rebelión de la humanidad, el grito de libertad, un sendero sin destino que nos vimos obligados a tomar

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