11 El camino

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El camino


El taxi nos deja puntual en la escuela, a las 8 am, tal como habíamos acordado en la junta del día anterior. El chofer me ayuda a sacar mis tres maletas de la cajuela del coche. Les entrego sus respectivas mochilas con rueditas a Nicolas y Leo y yo jalo la mía también. Una para cada quien, es suficiente para pasar en una villa de martes a domingo. La camioneta que nos va a llevar se encuentra en el lugar y junto a ella están Juan Carlos, Alex y Marce. Andrés ya se encuentra instalado en uno de los asientos de arriba con el celular en mano, a lo que mis hijos, después de saludar a los presentes, se pegan como chicle para agregarse a la partida del dichoso jueguito con sus respectivas tablets. Me acerco a saludar a mi amiga y a los entregadores, les doy un beso en la mejilla a cada uno, de forma decente sin arrumacos ni tallones de nada, y no se dé donde sale Rafael que llega pidiendo beso para el también.

- Buenos días ... - Todos contestamos el saludo - ¿Y mi beso?

No espera mi respuesta, solo me toma de la cintura y me da un pequeño jalón hacia el para estamparme un beso en la mejilla. Al pegarme a su piel es como un zurdazo a mi sentido del olfato. El aroma de su loción para después del afeitado se queda en mi piel toda la mañana. Huele delicioso. Además de que la barba de candado que se carga deja un picor rico en mi mejilla. RI-CO.

Me suelta y se va saludar a los demás, después sube su maleta a la camioneta y detallo con un ligero repasón de mirada lo bien que se ve con este estilo casual; esos lentes oscuros tipo aviador que a juego con esa barba negra tupida y su gesto serio le dan un aire de madurito malote, además de que ese pantalón de mezclilla a juego con la playera tipo polo que trae puestos me regalan unas vistas deliciosas de ese trasero de tentación y espaldota de espartano. Que delicia.

- Perris ... disimula - Me dice Marce bajito, solo para que escuchemos nosotras dos. Tal vez no fue un repaso tan rápido como pensé.

- No sé de que hablas - Y todavía me hago la ofendida

- Si esta rico, pero disimula. Tu mirada se vio peligrosamente perdida en esa espaldota. Diría que fue en su trasero respingón, pero se que eres más de espaldas anchas tipo gorila

- Tipo espartano, no te equivoques - La corrijo

Los minutos pasan y no llegan aún todos los miembros del equipo. Faltan las buchonas junto con sus hijos. Llevan 15 minutos de retraso y al parecer eso no les ha gustado a los entrenadores. Marce y yo nos adelantamos a apartar nuestros respectivos asientos. Los niños ya se encaramaron en la segunda fila de 3 pasajeros, nosotras tomamos la primer fila que va justo a tras del asiento del piloto, en la fila de la derecha están las mochilas de los entrenadores, supongo que Juan Carlos y Alex.

Cinco minutos después, aparecen las gordibuenas. Bajan de la camioneta de la buchona alfa, o sea Suemy, Priscila y su hijo Sebastián y Ethan y su mamá. Los peques se quedan a ayudar a bajar el montón de maletas que traen. Ocho jodidas maletas en total. No chinguen, bien claro se dijo en la junta que sólo lo más indispensable para 5 días que vamos a estar, no dos pinches semanas. La cara de los entrenadores es todo un poema y no por el atuendo que se cargan sino porque no hay manera de que esas maletas quepan en lo que queda de la cajuela de la camioneta. Habrá que bajar una fila más de asientos para hacer espacio.

Los ojos de Marce viajan de inmediato a comprobar si a su morenazo se le escapa una miradita de más al escotazo que les deja ver media chichi a cada una. Además de que el cachetero que traen por short, da unas vistas bastante explicitas de tremendo trasero. Afortunadamente, los vidrios de las ventanas están polarizados, por lo que a los que están a fuera nos les permite darse cuenta de la viboreada que estamos dando mi amiga y yo con la visión que tenemos.

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