La luz que se filtra por las ventanas de mi oficina es como un puto taladro directo a mi cerebro. Maldita sea la hora en que decidí que era buena idea emborracharme con Marcela entre semana.
—Buenos días, jefa —la voz cantarina de Laura me hace cerrar los ojos con dolor. Al percatarse de mi malestar, suelta un silbido, muy propio de ella cuando algo la sorprende. —. ¡Vaya fiestecita te pegaste! ... ¿En serio? ¿Tu? ... y ¿Entre semana?...
—Laura, por favor, no grites —gruño, dejándome caer en mi silla.
—Pero si apenas estoy susurrando —dice ella, con una sonrisa maliciosa—. ¿Quieres que te traiga una cubeta, por si acaso?
—Muy graciosa. Lo que quiero es un café tan negro como tu alma... —Empiezo a masajearme la sien con ambas manos—Y dormir...
Laura suelta una risita.
—Pensé que ya lo había visto todo, pero veo que me equivoque —Sigue disfrutando el momento la pinche flaca.
—Maldita. Ya no te burles de mi desgracia.
Afortunadamente se apiada de mi y se ofrece a hacerse cargo de todo en lo que yo duermo un poco en mi sofá. Gesto que agradezco mucho. Tan magnánima ella.
—Para que veas que soy buena onda, te traeré un café bien cargado para que te alivianes, ya que no quieres aprovechar la oportunidad de dormir un poco.
—Gracias, Lau. Ese si te lo acepto.
La flaquita sale de mi oficina y cierra la puerta, para amortiguar el ruido de las máquinas y evitar que mi cabeza explote. Tarda unos minutos y después llega con cara de "no te la vas a acabar", pero sin café.
—¿Y mi café?
—Llegó tu repartidor anónimo. El trae tu café y otras cositas deliciosas más.
—¿Qué chingados significa eso?
—Ahorita lo vas a ver —Sus ojos destilan malicia y esa expresión sólo se la veo plasmada en su cara cuando llega el cliente que le gusta ¿Cómo se llama? Jorge, me parece.
Antes de que pueda preguntar qué demonios significa eso, Laura se acerca a la puerta, la abre y le da pasó a un Rafael delicioso que trae un café en la mano, como el que diario me llega, y una rosa roja de tallo largo en la otra.
<<¡Me lo como!>>
Laura, como la mujer sabia que es, cierra la puerta a su espalda, sin antes poner el seguro para que nadie entre a molestarnos de sorpresa.
—Buenos días, preciosa —dice, con esa sonrisa encantadora y con toque arrogante que me dan ganas de borrarle de un puñetazo o a besos, ya no se—. Pensé que podrías necesitar esto.
Me extiende del vaso con café con la misma frase de cada mañana:
"Buenos días, disfruta tu café"
Me quedo mirándolo sorprendida. Aunque tenía la sospecha de que fuera él, lo descartaba al instante, tal vez porque no quería alimentar una idea que veía muy absurda.
—¿Tu?... - Lo digo en un susurro.
—Por supuesto... siempre he sido yo ... —No lo dejo terminar. Le doy un besazo que hace que el dolor de cabeza se me olvide. Pero no mido las consecuencias de mi arranque y termino aplastando el vaso, lo que hace que el café se derrame encima de los dos, mojándonos y quemándonos un poco en cuanto el líquido hace contacto con nosotros.
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Más Allá del Juego
RomanceMás allá del juego ¿Quién dijo que el divorcio es el fin del mundo? María, una empresaria de 37 años con dos hijos, te demostrará que es solo el comienzo de una montaña rusa de risas, sarcasmo y segundas oportunidades. Acompáñala mientras malabarist...