73 El monstruo

10 4 0
                                    


María

"No es suficiente."

Las palabras de Rafael caen sobre mí como una losa de concreto, aplastando el aire de mis pulmones. De repente, el suelo bajo mis pies se desvanece y me siento al borde de ese cenote oscuro y profundo que creía haber dejado atrás hace mucho tiempo.

La indiferencia en los ojos de Rafael, esa mirada fría y distante, despierta al monstruo que dormía en las profundidades de mi mente. Sus fauces se abren, hambrientas de mis miedos más profundos, y siento cómo me atrae hacia el abismo.

<<No otra vez... por favor, no otra vez>>

Veo a Rafael darse la vuelta, dirigiéndose a la puerta, y es como si el tiempo retrocediera. Ya no estoy en mi departamento, sino en aquella casa donde viví con Dante. Veo su espalda alejándose, ignorando mis súplicas, mis lágrimas, nuestros bebés durmiendo en su habitación.

El monstruo ruge en mis oídos, su aliento putrefacto nublando mi visión. Cada paso que Rafael da hacia la puerta es como un zarpazo que desgarra mi alma, abriendo viejas heridas que creía cicatrizadas.

<<Se va... me deja... no es suficiente>>

La impotencia me paraliza, pegándome al suelo como si mis pies estuvieran hundidos en el fango del cenote. Quiero gritar, correr tras él, explicarle, suplicarle que me crea. Pero mi voz se ahoga en la garganta, silenciada por el rugido del monstruo que ahora parece llenar toda la habitación.

El clic de la puerta al cerrarse resuena y es todo lo que escucho. Y con ese sonido, siento cómo caigo en picada hacia las fauces abiertas del monstruo en el fondo del cenote. La oscuridad me envuelve, fría y familiar.

Estoy sola otra vez. Abandonada. Insuficiente.

El monstruo de ojos hambrientos me mira desde las profundidades, su risa gutural haciendo eco en las paredes del cenote. "Te lo dije", parece decir, "nunca serás suficiente".

Me abrazo a mí misma, temblando no por el frío, sino por el terror que me consume. El departamento, antes un refugio, ahora se siente tan vacío y amenazante como aquella casa donde Dante me dejó tantas veces.

<<¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿Cómo pude creer que esta vez sería diferente?>>

Las lágrimas que me negué a derramar frente a Rafael ahora fluyen libremente, cada una un río de promesas rotas y confianza traicionada. El monstruo las lame ávidamente, alimentándose de mi dolor como un parásito insaciable. Este dolor va más allá de lo físico, más allá de cualquier herida tangible. Es un dolor que corroe el alma, que desgarra la esencia misma de quien soy.

Es como si alguien hubiera arrancado una parte vital de mí, dejando un vacío que amenaza con engullirme por completo. No hay palabras para describirlo, como no las hay para dar forma a la luz o peso al aire. Solo puedo sentirlo, crudo y demoledor, consumiéndome desde adentro.

La única esperanza que me quedaba de arreglar esta situación se ha esfumado como humo entre mis dedos. Ahora tendré que mirar a los ojos a mis hijos y destrozar su mundo con la verdad. "Rafa tuvo que salir de viaje" se convertirá en una mentira más que tendré que desenterrar, hiriendo sus corazones en el proceso.

El dolor se multiplica al pensar en cómo me permití sentir nuevamente, en cómo creí haber encontrado a mi compañero, mi igual. La vergüenza me quema las entrañas al recordar cómo involucré a toda mi familia en esto, jurando y perjurando que lo nuestro era fuerte, especial, diferente.

<<Que ilusa fui>>

El monstruo en el fondo del cenote ríe, su carcajada retumbando en las paredes de mi mente. "Te lo advertí", parece decir, "Tampoco fue suficiente".

Pero en medio de este torbellino de dolor y autoflagelación, algo se enciende en mi interior. Una chispa diminuta pero persistente de rabia, de determinación.

<<No. No voy a dejar que esto me destruya. No otra vez.>>

Me levanto del suelo, mis piernas temblorosas pero firmes. El monstruo gruñe, desconcertado por mi repentina resistencia. Cada paso que doy lejos del borde del cenote es una declaración de guerra contra mis propios miedos.

Puede que Rafael se haya ido, puede que no me crea. Pero yo conozco la verdad. Y por mis hijos, por mi familia, por mí misma, voy a luchar. Voy a demostrar mi inocencia y recuperar mi vida, aunque tenga que enfrentarme a todos los monstruos del mundo y a mis propios demonios en el proceso.

A la mierda Rafael. A la mierda Dante. A la mierda el sufrimiento. A la mierda el monstruo y sus fauces hambrientas. ¡A LA MIERDA TODO!

Me niego a terminar hecha trizas otra vez, a vivir bajo la sombra de un hombre que no valora lo que tiene enfrente. Dante me cambió por sus amigos, fiestas y putas. Rafael me cambió por su jodido ego de macho herido. Pues que se lo traguen ambos.

Yo tengo mucho por qué luchar, mucho por qué vivir. Tengo una vida entera por delante, llena de posibilidades y alegrías que no dependen de la validación de nadie más que de mí misma. Si para ellos no soy suficiente, pues ni modo. Para mí, soy más que suficiente, y me sobra.

Este no es el final de mi historia. Es apenas el comienzo de mi renacimiento. Y que tiemble el mundo, porque María Ortega ha despertado, y esta vez, nada ni nadie podrá detenerme.

Miro al cenote una última vez, desafiante. El monstruo gruñe, mientras le pinto dedo al pendejo, con todo y que me asuste, ya lo conozco al hijo de la chingada. Con cada paso que doy, sus rugidos se desvanecen, reemplazados por el latido fuerte y constante de mi propio corazón.

Soy María. Soy madre. Soy guerrera. Y esta guerra, la voy a ganar.

CONTINUARA... 

Más Allá del JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora