María
Si hay algo que he aprendido en mis 37 años de vida, es que el universo tiene un sentido del humor bastante retorcido. Y hoy, oh sorpresa, decidió demostrármelo una vez más.
Estaba en la ducha, disfrutando de esos escasos minutos de paz que una madre logra robar al día, cuando escuché el timbre. No le di importancia; Rafael estaba en la sala con los niños, seguramente atendería.
Lo que siguió fue una secuencia de eventos que solo se me ocurre describir como una comedia de situación mal escrita.
Primero, la voz de Rafael:
—Hola, buenos días
Luego, una voz femenina que reconocería en cualquier parte:
—Eh... ¿hola? Eh ... Busco a mi hermana ... ¿Tú eres...?
«¡Puta madre! ¡Ana!»
Casi me resbalo en la ducha por la sorpresa. ¿Qué hacía mi hermana aquí? ¿No se suponía que estaba en Los Cabos?
—Oh, soy Rafael, el... —hubo una pausa que pareció durar una eternidad— ...amigo de María.
«¿Amigo? ¿En serio, Rafael? ¿Eso es lo mejor que se te ocurre?»
—¿Amigo? —El tono de Ana era una mezcla de incredulidad y diversión—. Vaya, María sí que sabe elegir a sus "amigos".
Antes de que Rafael pudiera responder, escuché los gritos emocionados de Leo y Nico.
—¡ANA! —El rugido de mis hijos probablemente se escuchó hasta Cancún.
—¡Mis monstruitos favoritos! —La risa de Ana llenó el departamento—. Vengan acá, déjenme darles unos besos.
Mientras escuchaba el caos que se desarrollaba en la sala, intenté terminar mi ducha a velocidad récord. El champú me entró en los ojos, me raspé la pierna con la prisa por afeitarme, y creo que me puse el brasier al revés. Todo un espectáculo de coordinación.
<<Que desmadre>>
—María se está bañando —escuché decir a Rafael, su voz un poco tensa—. ¿Quieres pasar y esperarla?
—Oh, claro que sí —respondió Ana, y pude imaginar la sonrisa maliciosa en su rostro—. No me perdería esto por nada del mundo.
Salí de mi habitación con lo primero que encontré: un short de mezclilla y una playera de algodón, el pelo goteando y probablemente pareciendo un gato mojado y enojado. La escena que encontré en la sala era digna de una pintura surrealista:
Ana estaba sentada en el sofá, con Leo y Nico prácticamente trepados sobre ella. Rafael estaba de sentado en el comedor, trabajando con su laptop, luciendo ligeramente incómodo y fuera de lugar por primera vez desde que lo conozco. Y todos me miraban como si fuera un alien que acabara de aterrizar.
—¡Hola, perris! —dijo Ana con una sonrisa que gritaba "tienes mucho que explicar"—. Veo que has estado... ocupada.
Miré a Rafael, quien parecía estar considerando seriamente la opción de saltar por la ventana.
—Hola loca, qué sorpresa —logré articular, tratando de sonar casual y fallando miserablemente—. No sabía que venías.
—Claramente —respondió, su mirada taladrándome con esa malicia de "háblame de este bombón"—. Parece que me he perdido de mucho. ¿Alguien me quiere poner al día?
Los niños, ajenos a la tensión adulta, comenzaron a hablar todos a la vez:
—¡Ana, el Coach hace la mejor lasaña del mundo!
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Más Allá del Juego
RomanceMás allá del juego ¿Quién dijo que el divorcio es el fin del mundo? María, una empresaria de 37 años con dos hijos, te demostrará que es solo el comienzo de una montaña rusa de risas, sarcasmo y segundas oportunidades. Acompáñala mientras malabarist...