69 Prepárate para lo que sigue

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Juan Carlos

El silencio en la casa de Rafael pesa como la mierda. Manuel y yo estamos sentados en la sala, cada uno con un caballito de tequila en la mano, intentando digerir lo que acabamos de presenciar. La explosión de Rafael sigue resonando en mi mente, su dolor tan crudo y visceral que casi puedo saborearlo.

Después de subirlo a su habitación —tarea nada fácil con un Rafael completamente ebrio y emocionalmente destrozado— nos quedamos aquí, bebiendo en silencio. El tequila quema al bajar, una sensación bienvenida que nos ayuda a cauterizar las heridas abiertas por la confrontación de hace un momento.

Nunca había visto a Rafael así. Tan fuera de control, tan... roto. Ni siquiera en el velorio de Mirna mostró tanta vulnerabilidad. Ni siquiera una lagrima le vi en sus ojos. Siempre ha sido el fuerte, el inquebrantable. Hoy... hoy vi a mi hermano desmoronarse, y me dolió el alma ser testigo de ello. El cabrón que siempre ha sido, ahora es uno con una herida tan profunda que no sé si alguna vez sanará completamente.

—No podemos dejarlo solo —la voz de Manuel rompe el silencio, cargada de preocupación.

Suspiro, apretando el caballito vacío en mi mano.

—No lo haremos. Tú te quedarás con él. Yo... yo necesito hablar con María.

Manuel asiente, la gravedad de la situación reflejada en sus ojos.

—Ten cuidado, Juan Carlos. No sabemos qué está pasando realmente. —Su cara, que regularmente tiene una sonrisa descarada, ahora refleja pura preocupación.

Antes de irme, mis ojos se posan en el celular de Rafael, abandonado en la mesa. Una idea peligrosa cruza por mi mente. Subo nuevamente a su habitación, donde duerme un sueño profundo, producto del pedo que trae encima. Con el corazón martilleando en mi pecho, me acerco sigilosamente. Tomo su mano con cuidado, rogando que no despierte, y presiono su pulgar contra el sensor del teléfono.

La pantalla se desbloquea y, con dedos temblorosos, busco el video. Cuando lo encuentro, siento como si el suelo se abriera bajo mis pies. Lo reenvío rápidamente a mi número.

—No mames... ¿Qué haces, cabrón? —la voz de Manuel me sobresalta. Me mira con una mezcla de sorpresa y desaprobación desde la puerta.

—Necesito verlo —respondo, mi voz apenas un susurro. —Necesito saber exactamente de qué habla Rafael.

Bajamos a la sala, la tensión palpable entre nosotros. Con ambos celulares en mano, nos miramos por un momento antes de darle play al pinche video.

Las imágenes comienzan a reproducirse y, con cada segundo que pasa, entiendo más y más la reacción de Rafael. La mujer en la pantalla... es innegablemente María. O alguien idéntica a ella. En su departamento ... ¡NO MAMES! ¡SU DEPARTAMENTO!... Cada movimiento, cada gesto... es ella, entregándose a otro hombre con una pasión que hace que mi estómago se revuelva.

—Mierda... —murmura Manuel, su rostro pálido.

Detengo el video, incapaz de seguir viendo. El silencio que sigue es ensordecedor, cargado de la horrible realidad que acabamos de presenciar.

—Tengo que hablar con María —digo finalmente, mi voz sonando extraña incluso para mí.

Manuel asiente, su expresión una mezcla de shock y determinación.

—Ve. Yo me quedo con Rafael. Ahorita le hablo a Mercedes para avisarle.

Salgo de la casa, con el peso del video en mi bolsillo pareciendo una tonelada. Mientras conduzco hacia la casa de María, mi mente es un torbellino de preguntas sin respuesta. ¿Cómo pudo pasar esto? ¿Realmente María sería capaz de hacer algo así?

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