MaríaUn cosquilleo suave y cálido me arranca lentamente de los brazos de Morfeo. Aún con los ojos cerrados, siento un reguero de besos recorriendo mis hombros desnudos, bajando por mi espalda. Cada beso envía pequeñas descargas eléctricas por todo mi cuerpo, despertando cada terminación nerviosa.
—Mmm... —murmuro, entre el sueño y la vigilia, una sonrisa sutil formándose en mis labios.
Los besos continúan su camino, ahora subiendo por mi columna vertebral, deteniéndose en ese punto sensible en la base de mi cuello. Un escalofrío placentero me recorre de pies a cabeza.
Me obligo a mantener los ojos cerrados, quiero seguir disfrutando de este momento, de este reguero de besos que poco a poco va despertando mi cuerpo entero.
Rafael, se encuentra muy despierto, me lo deja claro la dureza que rosa mi entrepierna como pidiendo permiso para invadir mi terreno húmedo. Yo me dejo convencer. Si así es como quiere darme los buenos días mi hombre, quien soy yo para quitarle las buenas intensiones.
Poco a poco se abre paso en mi interior, de forma lenta, delicada, sin olvidarse de los besos en mis hombros. Yo me dejo querer, porque eso es lo que hace Rafael ahora mismo: me hace el amor. No hay rudeza, no hay prisa, el hombre es todo caricias, todo besos, todo rico. Yo, más que dispuesta le doy todo el acceso que necesita, subiendo mi pierna a la suya, lo que aprovecha para penetrarme más a fondo, sensación que disfruto al máximo.
—Buenos días, preciosa —susurra Rafael contra mi piel, su aliento cálido enviando otra oleada de sensaciones por todo mi cuerpo.
—Buenos días, mi amor —respondo, mi voz aún ronca por el sueño.
Nuestros cuerpos no pierden ritmo, se acompasan al placer que necesitamos, pero yo necesito más contacto, por lo que me acomodo mejor, pegando mi cuerpo al suyo, sintiendo el calor de su piel contra la mía. Nuestras piernas se entrelazan bajo las sábanas, nuestras manos recorren la piel que se pone a nuestro paso, el me complace masajeando mis senos de forma delicada pero firme, mientras pasa su lengua por mi cuello.
—Te deseo tanto —susurra contra mi oído, con su voz cargada de deseo. Lo que manda una descarga de energía al centro de mi placer.
—Te amo, Rafael —respondo, mi voz apenas un jadeo. —... Te amo tanto
Las palabras me salen solas, vienen del corazón y del alma y es tan placentero decirlas que mi excitación sube tres niveles en dos segundos. Es tan placentero reconocer y verbalizar un sentimiento tan grande que siento como si en este momento sólo existiéramos el y yo. No se si Rafael lo sienta igual, pero su agarre es más fuerte, las embestidas cobran pasión. Es como si mis palabras hubieran encendido un interruptor de posesividad en él. Es delicioso.
El clímax nos alcanza casi al mismo tiempo, los gemidos de Rafael son ahogados en mi cuello y yo me muerdo el labio para no despertar a todos en la casa con mi sinfonía. Nos quedamos así, entrelazados, jadeantes, por unos minutos más, disfrutando de la cercanía y la intimidad del momento. Se siente tan delicioso estar atrapada entre sus brazos fuertes y ese torso que es pura potencia que me niego a terminar con este momento, quiero prolongarlo un poco más.
Rafa hace el intento de salir de mi, pero lo detengo. No quiero interrumpir este momento, No quiero perder esta conexión entre nuestros cuerpos. No aún.
—No amor, todavía no —Le tomo la pierna rápidamente y al instante puedo sentir su mirada calibrando la situación.
—¿Estas bien, preciosa? —No hace por quitarse, al contrario, me pega mas a su cuerpo y besa mi cuello.
—Si... es sólo que ... quiero estar así, abrazados ... otro poco —No se porque de repente me siento muy sensible. Tal vez sea porque hoy se rompe la burbuja de estos días y regresamos a nuestra realidad en donde no despertaremos juntos, al menos diario no.
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Más Allá del Juego
Roman d'amourMás allá del juego ¿Quién dijo que el divorcio es el fin del mundo? María, una empresaria de 37 años con dos hijos, te demostrará que es solo el comienzo de una montaña rusa de risas, sarcasmo y segundas oportunidades. Acompáñala mientras malabarist...