MaríaDespués del desayuno con Marce, llego a mi oficina, ahora si a trabajar en serio. Basta ya de ausentarme, de palos en la oficina y más distracciones. Mis vacaciones terminaron, ahora si a chingarle. Sigo con la cabeza hecha un lío. Después del numerito de ayer de Rafael no he sabido nada de él, hasta medio día que toca Laura mi puerta.
Asoma la cabeza con sonrisa malévola. Algo hizo la cabrona. Seguro.
—Jefa... Te trajeron algo — Me tenso, espero que no sea Rafael, porque terminara saliendo por patas de aquí y ahora la que le dé un portazo, pero en la cara, seré yo.
Como no digo más. Laura se abre paso con un vaso de café como el que me llega diario acompañado de una rosa roja que parece sacada de un puto cuento de hadas, igual de hermosa como la que tengo en un florero con agua adornando mi escritorio.
—Necesito .... ¡No!.... Exijo una explicación —Toma asiento en la silla de frente. Va en serio la pinche flaca.
Apenas pone el café en mi escritorio, leo la frase que está escrita a mano con plumón negro sobre el grabado del vaso térmico.
"¿Me perdonas?"
—Pinche Rafael —murmuro, pero no puedo evitar que se me escape una sonrisa.
—¿Qué quieres saber? —Tomo el café y le doy un sorbo. Está perfectamente preparado, justo como me gusta. El cabrón sabe lo que hace, eso hay que reconocérselo.
—¿Porqué no me dijiste que el que enviaba el café diario era ese bombón?
—Porque lo supe ayer, al igual que tú.
Sigo dándole sorbos a la delicia de café. Dispuesta a contestar todas las preguntas de esa mujer.
—Eso explica todo ... —Su expresión y mirada me indican que sabe algo que yo no. Muy al estilo Laura.
—Explicar ¿Qué? —Sigo con mi café.
—Las ganas con las que le diste las gracias al bizcocho ese —Escupo el sorbo de café que acabo de dar —Tranquila —Se levanta con su sonrisa triunfal por la caja de pañuelos desechables para que me limpie — Sólo yo escuché y eso porque, llegue a dejar las camisas en el momento en que, a juzgar por el concierto del caballero, te esmeraste en que le quedara claro lo agradecida que estabas con tremendo cumplido.
Hace una seña con sus dedos índices. Separándolos unos veinte centímetros uno de otro, como cuando quieres dar una referencia de cuanto mide algo.
Me limpio el café que escupí con los pañuelos que me da Laura, mientras la muy cabrona me mira con una sonrisa de oreja a oreja. Pinche vieja chismosa, no se le escapa una
—No mames, Laura —le digo, tratando de mantener la compostura—. ¿Alguien más se dio cuenta?
—¿Del concierto en tu oficina? —Agita la mano como quitándole importancia al asunto —No. A nadie deje pasar para acá. De hecho, la única que viene de este lado soy yo. Así que no hay pedo por eso.
Siento que la cara me arde. Pinche Rafael y su incapacidad para mantener la boca cerrada. Y yo que pensé que la escandalosa era yo.
Laura, como es Laura, sabe que me tiene en una posición muy incómoda, porque sigue atizando el fuego de mi cara que trato de ocultar entre mis manos.
—Solo me quedé con una duda ... ¿el bombón sabe tan rico como se ve? —responde, encogiéndose de hombros—. Digo, para vivir vicariamente a través de ti, ya que algunas tenemos que conformarnos con ver el menú sin poder ordenar.
—Eres una pinche degenerada ... ¿No quieres saber cuánto le mide, también?
—Por favor —Se reclina en la silla esperando detalles con esa sonrisa maliciosa.
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Más Allá del Juego
RomanceMás allá del juego ¿Quién dijo que el divorcio es el fin del mundo? María, una empresaria de 37 años con dos hijos, te demostrará que es solo el comienzo de una montaña rusa de risas, sarcasmo y segundas oportunidades. Acompáñala mientras malabarist...