43 Rosas y Confesiones

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María

El lunes por la mañana llego a mi oficina más temprano de lo habitual, con la cabeza aún dando vueltas por los eventos del fin de semana. Apenas he puesto un pie dentro cuando Laura, mi asistente y cómplice en jefe, me intercepta con una sonrisa no muy propia de ella.

—Buenos días, jefa —dice, con un tono que sugiere que sabe algo que yo no—. Parece que alguien tuvo un buen fin de semana.

Antes de que pueda responder, noto el enorme arreglo de rosas rojas que adorna mi escritorio. Es tan grande que por un momento me pregunto si no hay alguien escondido detrás.

—¿Y esto? —pregunto, aunque ya tengo una idea bastante clara de quién es el responsable.

Laura me entrega una tarjeta con una sonrisa cómplice.

—Llegó hace unos minutos. El repartidor parecía más emocionado que yo.

Abro la tarjeta con una mezcla de curiosidad y anticipación. La caligrafía elegante de Rafael me saluda:

"Para la mujer que me vuelve loco.

Gracias por hacer de mi cumpleaños el mejor en años.

Espero con ansias 'perdernos' de nuevo en mi casa.

Tuyo, R."

Siento que el calor me sube a las mejillas. Laura, que obviamente ha leído la tarjeta por encima de mi hombro, ¿por qué? Porqué la discreción no es su fuerte, suelta una risita.

—Vaya, vaya, jefa. Parece que el Coach sabe cómo jugar sus cartas... Me imagino que ya lo perdonaste, entonces.

Vuelvo a leer la tarjeta nuevamente y siento como el corazón se me derrite a cada instante.

<<Ay Rafael ... ¿Qué estás haciendo?>>

—Te imaginas bien —Sigo sin despegar los ojos de la tarjeta.

—... mmm ... entonces eso de que estacione su camionetota en mi garage ya ni hablamos, verdad —Se ríe la muy vulgar.

—Obvio no, pinche flaca —Pongo cara de indignada —...Esa camionetota... ya tiene su garage exclusivo y es mío.

Se ataca de la risa, muy a su manera, y a mi me hace gracia lo confianzuda y falta de tacto.

—Bueno ... ¿Y que hacemos con las rosas? ... ¿Quieres que les ponga agua? ... ¿Las cambio a esa mesa? —Señala la mesa que está de frente al sillón— ... ¿o me las llevo a mi mesa?. Tu decides.

—Yo creo que si estaría bien cambiarlas a la mesa de la pantalla y ponerles agua.

Sale de mi oficina en busca de alguien que nos ayude a mover el ramo, porque, a decir verdad, está pesado.

Antes de que Laura regrese y comience su interrogatorio de tercer grado, aprovecho para tomarle varias fotos al ramo desde diferentes ángulos. Me acerco a olerlo y su aroma es simplemente delicioso. Aunque no es necesario acercarse tanto; toda mi oficina, incluso el pasillo de afuera, está inundada con el perfume natural de las rosas. Es precioso, como sacado de una película romántica.

Consciente de que el tiempo vuela y tengo un desayuno pendiente, decido responder rápidamente a la nota de Rafael. Tomo mi celular y, con una sonrisa traviesa que haría sonrojar a un adolescente, escribo:

Coach:

Tus rosas son preciosas, pero prefiero cuando me las das en persona ;) ¿Qué te parece si en la próxima 'visita guiada' exploramos esos rincones de tu casa que nos faltaron?

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