María
El reloj marca la 1:05 pm cuando por fin logramos llegar a "Playa Kids". Leo y Nico prácticamente me arrastran hacia la entrada, con sus caritas iluminadas por la emoción y la anticipación.
—¡Vamos, mamá! ¡Corre! —grita Leo, tirando de mi brazo como si fuera un remolcador.
—¡Sí, mami! ¡Ya quiero saltar! —se une Nico, empujándome por detrás.
—Ya voy, ya voy, chaparros —les digo, riendo—. El lugar no se va a ir a ningún lado.
Entramos en la recepción y veo a Marce, Juan Carlos y Andrés esperándonos. Están haciendo el registro y pidiendo los brazaletes de todos. Pero hay alguien más con ellos, una pequeña figura que no esperaba ver.
Es una niña preciosa, de unos 6 años, con un cabello chino largo que parece tener vida propia. Sus ojos, grandes y expresivos, son de un color miel con destellos verdes que te atrapan de inmediato. Y esa sonrisa... Dios mío, esa sonrisa podría iluminar una habitación entera.
Mis hijos chocan sus puños con Juan Carlos y Andrés, a Marce la saludan de beso y con la pequeña figura que está parada a lado de Juan Carlos y que toma su mano no saben ni que hacer. Al parecer se sienten intimidados con la pequeña niña que los mira recelosa.
Juan Carlos me saluda con un beso en la mejilla y un breve abrazo, sosteniendo la manita de la niña con la otra. Hay algo en la forma en que la mira... es una mezcla de cariño y orgullo que me resulta familiar, pero no logro ubicar por qué.
—Hola chocolate. Gracias por invitarnos —Le sonrío y el me corresponde con esa sonrisa de hermano mayor que siempre me regala.
—De nada, flaca. Prefiero mil veces verte en estas circunstancias —Me guiña un ojo. Aun no me perdona el numerito del club de playa. Yo le pido piedad con la mirada.
—Bueno... y esta muñeca de ojos preciosos ¿quién es? —Me agacho a su altura para saludarla de mano. Quiero que ella decida si quiere darme un beso o no.
Ella me mira fijamente con esos ojazos hermosos. Son tan luminosos y expresivos, con unas pestañas tan largas, que si se lo propone, pueden provocar un huracán. Al principio se esconde detrás del brazo de Juan Carlos, me mira recelosa. Sube la mirada buscando la del moreno y el responde con una sonrisa.
—Ella es Maria, es amiga mía y de Marce. Dile como te llamas.
—Me llamo Paulina —Su voz es delgadita, casi como el sonido de campanitas.
—Mucho gusto Paulina. Yo soy Maria —Le extiendo mi mano para darle la oportunidad de que la tome o no. Como ella se sienta cómoda esta bien. —Ellos son Leo y Nico. Son mis hijos y pueden ser tus amigos, si quieres.
No me quita la mirada de encima. Pareciera que busca algo en mis ojos, en mi cara, en algo. A mi lo que me fascina es su cabello chino, largo, castaño. Para mi sorpresa, poco a poco comienza a aparecer una sonrisa preciosa en esa cara de muñeca. Es fascinante. Toma mi mano y siento su calidez al instante.
La pequeña da un paso adelante, con su sonrisa aún más radiante si es posible.
—Hola, soy Paulina. — Se les planta enfrente a mis hijos y ellos no saben ni que hacer. Mis preciosos. Me dan tanta ternura. —¿Puedo jugar con ustedes?
Andrés no les da tiempo de responder. Se les adelanta y se lo agradezco. Así rompen el hielo más rápido.
—Si Paulina. Vamos a jugar todos. —Entran corriendo a la zona de los muebles donde los niños dejan los zapatos. —¡Gallina el último!
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Más Allá del Juego
RomanceMás allá del juego ¿Quién dijo que el divorcio es el fin del mundo? María, una empresaria de 37 años con dos hijos, te demostrará que es solo el comienzo de una montaña rusa de risas, sarcasmo y segundas oportunidades. Acompáñala mientras malabarist...