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Según yo no iba a durar mucho 😔

Habían pasado varios días desde la última vez que fui a la casa de Marcela. Desde lo que ocurrió con Richard, me costaba volver a cruzarme con él, aunque fuera de manera casual. Cada vez que Marcela me invitaba, inventaba alguna excusa para no ir. Pero aquella noche, todo cambió.

Mis padres no estaban en casa, y el silencio de la casa me hacía sentir sola, vulnerable. Marcela me llamó, insistiendo en que fuera a una pijamada en su casa. Me negué al principio, pero no soportaba la idea de pasar la noche completamente sola. Terminé cediendo.

Llegué a su casa tipo 7 de la noche, justo cuando la oscuridad comenzaba a envolver todo. Apenas abrí la puerta, pude oír las voces de varios hombres provenientes de la sala. El sonido de risas y conversaciones mezcladas con el tintineo de vasos me hizo fruncir el ceño. Entré con cierta cautela, y para mi sorpresa, allí estaba Richard, acompañado por varios de sus amigos futbolistas. Todos ellos estaban reunidos, tomando whiskey como si fuera una noche cualquiera.

Daniel Muñoz, Lucho Díaz, James Rodríguez, Mojica y Carrascal. Ya los conocía de antes, así que levanté la mano en un saludo rápido. Intenté parecer despreocupada, pero mi corazón latía con fuerza. Sentía las miradas de los hombres sobre mí, aunque fuera solo por un segundo. Sin perder tiempo, subí rápidamente las escaleras hacia la habitación de Marcela.

—¿Todo bien? —me preguntó Marcela mientras acomodaba los cojines sobre su cama.

—Sí, solo... no esperaba ver a tu papá con sus amigos —respondí, tratando de sonar tranquila.

Pedimos pizza y pusimos una película, intentando sumergirnos en la historia que se desarrollaba en la pantalla. Sin embargo, mi mente no dejaba de divagar hacia lo que ocurría abajo, hacia la presencia de Richard y los demás.

A mitad de la noche, decidí bajar por gaseosas para nosotras. La casa estaba en silencio, excepto por el murmullo bajo que provenía de la sala. Caminé hacia la cocina, intentando no hacer ruido. Mientras servía el hielo, no pude evitar escuchar lo que decían.

—Jessi es una buena chica —comentó una de las voces, en un tono que no pude identificar de inmediato.

—Sí, la verdad es que es la mejor amiga que narce pudo tener  —respondió otra voz, seguida de un murmullo de aprobación.

Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. No quería escuchar más, pero no podía moverme. Era como si estuviera pegada al suelo, obligada a escuchar lo que decían.

—Richard, te vi cómo la mirabas en la fiesta... —dijo alguien más, y el silencio que siguió fue aún más inquietante.

Hubo una pausa, como si todos estuvieran esperando la respuesta de Richard. Tomé las botellas de gaseosa con manos temblorosas, intentando no derramar nada.

—Solo la cuidaba, no quiero que nadie se aproveche de ella —respondió finalmente Richard, en un tono que me dejó más confundida que antes.

Con el corazón en la garganta, subí corriendo las escaleras, tratando de fingir que no había escuchado nada. Cuando volví al cuarto de Marcela, le entregué su bebida, sonriendo de manera forzada.

—¿Qué pasó? —preguntó ella, notando mi nerviosismo.

—Nada, solo... pensé que había escuchado algo —mentí, deseando que la noche terminara pronto.

Pero sabía que esas palabras, ese comentario de Richard, me seguirían acechando mucho después de que la pijamada hubiera terminado.

El papá de mi amiga. Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora