Las luces del parque eran tenues, creando sombras que se alargaban en el asfalto. El frío de la madrugada me rodeaba mientras caminaba, abrazada a mí misma para mantener el calor. Mi corazón latía rápido, no solo por la emoción de ver a Alex, sino también por el miedo de que alguien me descubriera. Sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, pero la adrenalina que recorría mi cuerpo lo hacía valer la pena.
Cuando lo vi allí, esperándome, apoyado en el poste como si nada en el mundo le preocupara, una sonrisa se asomó en mis labios. Había algo en él, en su aire despreocupado, que me atraía de una manera que no podía explicar.
—Pensé que no vendrías —dijo con su típica seguridad.
—No podía dejarte esperando —respondí, tratando de sonar igual de tranquila, aunque por dentro me sentía como un manojo de nervios.
Cuando Alex me tomó de la mano, el calor de su piel me reconfortó. Sin decir más, se inclinó hacia mí, y en un segundo, sus labios estaban sobre los míos. Todo lo que había sentido hasta ese momento, la ansiedad, el miedo, la culpa, se desvaneció en un instante. Solo existíamos él y yo, en ese pequeño mundo que habíamos creado.
El beso fue suave al principio, pero luego se volvió más intenso, más urgente. Sentí cómo me rodeaba con sus brazos, y yo me dejé llevar, olvidando por completo dónde estábamos y la hora que era. Solo quería estar allí, en ese momento, con él.
Pero en algún rincón de mi mente, una pequeña voz me decía que no estaba sola, que alguien nos observaba. Desesperadamente intenté ignorarla, aferrándome a la ilusión de que todo estaba bien.
Finalmente, nos separamos, respirando con dificultad. Alex me miró con una sonrisa pícara, y yo solo pude reírme nerviosa.
—Deberíamos hacer esto más seguido —dijo, su voz baja y ronca.
—Quizás... —respondí, aunque en el fondo sabía que no era tan sencillo. Escaparme en la madrugada no era algo que pudiera hacer cada noche.
Nos despedimos después de un rato, y aunque quería quedarme más tiempo, la realidad me golpeó: debía volver a casa antes de que mi mamá notara mi ausencia. Caminé de regreso, tratando de ser lo más silenciosa posible, pero mi mente seguía en el parque, en el beso, en Alex.
Cuando llegué, el silencio de la casa me tranquilizó. Me deslicé hasta mi cuarto, me cambié y me metí en la cama, sintiendo una mezcla de emociones: satisfacción, culpa y algo más que no podía identificar.
A la mañana siguiente, todo parecía normal, o al menos eso creía. Pero al bajar a la cocina, noté a mi mamá sentada en la mesa, mirándome fijamente. Sus ojos estaban rojos, como si hubiera llorado, y su expresión era una mezcla de tristeza y enojo.
—Mamá, ¿qué pasa? —pregunté, aunque en el fondo temía la respuesta.
Ella suspiró, y fue entonces cuando supe que algo estaba muy mal.
—Richard me contó lo que hiciste anoche —dijo, su voz baja pero firme.
Mi corazón se detuvo. Sentí cómo el color desaparecía de mi rostro, y una ola de vergüenza me invadió.
—¿Richard... qué? —murmuré, incapaz de procesar lo que estaba escuchando.
—Lo vio todo, Jessi. Te vio con ese chico en el parque. ¿Qué estabas pensando? —Su voz se quebró al final, y fue como un golpe directo en el pecho.
No supe qué decir. Me quedé allí, parada frente a ella, sintiéndome más pequeña que nunca. No podía mirar a los ojos de mi mamá, ni siquiera podía defenderme. Sabía que lo que había hecho estaba mal, pero no esperaba que Richard se entrometiera de esa manera.
—Mamá, yo... —empecé, pero las palabras no salían.
—No quiero excusas, Jessi. Solo quiero saber por qué. ¿Por qué te arriesgarías de esa manera? ¿Y quién es ese chico? —La preocupación en su voz era palpable.
Finalmente, levanté la mirada, sintiendo las lágrimas acumulándose en mis ojos. No sabía cómo explicarle que, en ese momento, con Alex, todo parecía tan simple, tan correcto. Pero ahora, frente a mi mamá, todo se sentía tan... equivocado.
—Es solo un amigo, mamá... —dije, aunque sabía que esa respuesta no la calmaría.
—Un amigo no te besa en un parque en plena madrugada, Jessi. —Su voz era dura, pero sus ojos reflejaban puro dolor.
El día se desarrolló en una mezcla de emociones confusas. Mi mamá se preocupaba, me reprendía, y yo solo quería desaparecer. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que todo se complicara tanto?