Al día siguiente, me desperté con el sonido de los pajaritos afuera de la ventana. El sol ya estaba alto, y mi cuarto estaba iluminado por la luz que entraba a través de las cortinas. Me costó unos segundos recordar todo lo que había pasado el día anterior: la pelea en la clase de castellano, la suspensión, y la conversación con Richard en el auto. Todo se sentía borroso, como si fuera parte de un mal sueño.Pero no lo era.
Me estiré en la cama, sintiendo una mezcla de pesadez y alivio. El alivio de no tener que ir a la escuela ese día, pero la pesadez de saber que mis problemas no se habían evaporado mágicamente. Estaban ahí, esperando a que los enfrentara.
Bajé a la cocina, donde mamá ya estaba preparando el desayuno. La miré por un momento, observando cómo su rostro se veía cansado pero sereno. Sabía que había estado trabajando duro, tratando de mantenernos a flote después de la separación con papá.
—Buenos días, mami —dije, tomando asiento en la mesa.
Mamá me miró con una sonrisa cansada.
—Buenos días, Jessi. ¿Dormiste bien?
—Sí... más o menos —respondí, encogiéndome de hombros.
Ella asintió y sirvió una taza de café para sí misma, mientras yo me servía un vaso de jugo. El silencio entre nosotras era cómodo, pero también estaba cargado con el peso de lo que había sucedido.
—Richard me contó lo que pasó ayer —dijo finalmente, rompiendo el silencio.
Yo jugueteé con el vaso en mis manos, sintiendo un nudo en el estómago.
—Lo siento, mami. No quería meterte en problemas.
Mamá suspiró y se sentó frente a mí.
—Jessi, no me metiste en problemas. Lo que me preocupa es que te estás metiendo en problemas tú misma. No es normal que te suspendan por discutir con una profesora. ¿Qué es lo que está pasando, hija?
Tomé un sorbo de jugo, intentando ordenar mis pensamientos. Quería decirle la verdad, contarle lo abrumada que me sentía, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta.
—No lo sé, mami. Solo... siento que todo se me está escapando de las manos.
Ella me miró con ternura y extendió su mano para cubrir la mía.
—A veces la vida puede ser abrumadora, Jessi. Pero tienes que encontrar una manera de lidiar con eso sin que te destruya. Sabes que siempre estoy aquí para ayudarte, ¿verdad?
Asentí, sintiendo las lágrimas amenazando con caer. No quería llorar frente a mamá, no quería que se sintiera más preocupada de lo que ya estaba.
—Gracias, mami. Lo sé.
El día pasó lento. Traté de concentrarme en algunas tareas que había dejado pendientes, pero mi mente seguía divagando hacia la pelea en la escuela, hacia Richard, hacia lo que había sucedido en ese parque, y hacia la montaña de emociones que sentía cada vez que pensaba en todo eso.
A pesar de la suspensión, me sentí obligada a hacer algo productivo con mi tiempo. Decidí salir a caminar por el barrio. La brisa fresca me despejó un poco la mente, y el simple acto de moverme me ayudó a organizar mis pensamientos.
Pasé por el parque donde había sucedido todo, el lugar que había cambiado la dinámica entre Richard y yo. Era extraño verlo en pleno día, tan tranquilo y común, sin rastro alguno de lo que había pasado entre nosotros. Me senté en uno de los columpios, recordando cada detalle. El deseo, la adrenalina, la locura de haberlo hecho en un lugar tan público. Una parte de mí se arrepentía, pero otra... otra seguía sintiendo esa chispa cada vez que pensaba en ello.
Las risas de unos niños jugando cerca me sacaron de mis pensamientos. Me levanté y seguí caminando, tratando de dejar atrás el peso de esos recuerdos. Pero era difícil.
Cuando volví a casa, encontré un mensaje en mi celular. Era de Richard. Lo miré por unos segundos, dudando si abrirlo o no. Finalmente, cedí a la curiosidad.
_"Jessi, ¿cómo te sientes hoy? ¿Podemos hablar?"_
Suspiré. No sabía si estaba lista para hablar con él, pero al mismo tiempo, sabía que no podía evitarlo para siempre.
_"Estoy bien. Supongo que podemos hablar."_
No pasó mucho tiempo antes de que él respondiera.
_"Puedo pasar por ti en un rato. Podemos dar una vuelta, si quieres."_
La idea de estar a solas con él me puso nerviosa, pero sabía que era necesario. Había muchas cosas no dichas entre nosotros, y aunque no sabía si estaba lista para enfrentarlas, sentía que debía hacerlo.
Una hora después, Richard pasó por mí. Me subí a su auto en silencio, y comenzamos a conducir por las calles de la ciudad. No hablamos mucho al principio. La tensión entre nosotros era palpable, pero no incómoda. Finalmente, él rompió el silencio.
—Jessi, sé que lo que pasó en el parque fue... complicado. Pero creo que necesitamos hablar de eso.
Asentí, mirando por la ventana. No sabía cómo poner en palabras lo que sentía.
—Lo sé. Fue... un error. —Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas.
Richard me miró de reojo, y vi un destello de dolor en sus ojos.
—¿Un error? —preguntó en voz baja.
Me mordí el labio, luchando con mis emociones.
—No lo sé, Richard. Todo se siente tan confuso. Lo que pasó entre nosotros... fue intenso, pero también me hace sentir... culpable.
Richard asintió lentamente, como si estuviera tratando de entenderlo todo.
—Entiendo. Y no quiero que te sientas mal por lo que pasó. Solo quiero que sepas que, independientemente de lo que sientas, estoy aquí para ti. No quiero que esto te consuma.
Miré sus manos sobre el volante, notando cómo sus nudillos estaban blancos de tanto apretar. Sabía que él también estaba lidiando con sus propios demonios, y en ese momento, sentí una oleada de empatía hacia él.
—Gracias, Richard. Aprecio que digas eso.
Seguimos conduciendo, y poco a poco, la conversación se volvió más ligera. Hablamos de cosas triviales, de fútbol, de la escuela, de la vida en general. Sentí que, por un momento, las cosas volvían a ser normales entre nosotros.
Finalmente, me dejó en casa, y antes de bajar del auto, me miró con una sonrisa suave.
—Recuerda, Jessi, no estás sola en esto.
Le devolví la sonrisa, sintiendo un pequeño alivio en mi corazón.
—Lo sé. Gracias, Richard.
Mientras subía las escaleras hacia mi casa, me di cuenta de que, aunque las cosas no eran perfectas, había dado un pequeño paso hacia la sanación. Y en ese momento, eso era suficiente para mí.