Pov narra richard
El baño estaba en penumbras cuando Jessi salió, dejándome solo en la pequeña habitación que todavía llevaba las huellas de lo que acababa de suceder. Me quedé ahí, recargado contra el lavabo, mi respiración pesada y el pulso aún acelerado. Había cometido un error, uno que no podía deshacerse, y lo sabía.
Miré el espejo, pero no me reconocí. ¿Cómo había llegado a esto? Lo que comenzó como una preocupación genuina por Jessi se había transformado en algo mucho más oscuro, algo que había tratado de evitar durante meses. Y ahora, todo había salido a la luz de la peor manera posible.
Bajé la vista al suelo, y fue entonces cuando lo vi. Pequeñas manchas rojas en el piso, casi imperceptibles a menos que las buscaras. Mi corazón se hundió en el pecho mientras procesaba lo que eso significaba. Jessi había sido virgen. La realidad me golpeó como un martillo, dejándome aturdido. Todo lo que habíamos hecho, lo que había pasado entre nosotros, había sido su primera vez.
Mi mente comenzó a repasar los momentos anteriores, buscando señales que me había perdido. Los nervios en sus movimientos, la manera en que se había aferrado a mí como si no supiera exactamente qué hacer. Pero el alcohol y la pasión habían nublado mi juicio, impidiéndome ver lo que ahora era tan claro.
—Mierda... —susurré para mí mismo, sintiendo una mezcla de culpa y arrepentimiento que se arremolinaba en mi estómago.
No era solo el acto en sí, sino lo que significaba. Había cruzado una línea que nunca debí cruzar, no con Jessi. No importaba lo que hubiera sentido, lo que hubiera deseado, sabía que estaba mal desde el principio, y ahora las consecuencias se sentían como una losa que me aplastaba.
Me lavé las manos con agua fría, tratando de enfriar los pensamientos que corrían por mi mente, pero nada funcionaba. Sabía que tenía que hablar con ella, pero ¿cómo? ¿Qué le diría? Había arruinado algo que no podría arreglar, y ahora estaba atrapado en una situación de la que no veía salida.
Salí del baño, tratando de parecer lo más normal posible mientras me dirigía hacia la barra. A lo lejos, vi a Jessi hablando con Marcela, su risa un poco forzada, como si intentara ocultar lo que había pasado. El remordimiento me golpeó con más fuerza al verla, tan joven, tan vulnerable, y sabiendo que era responsable de haberle quitado algo que nunca podría recuperar.
Me serví un trago fuerte y lo bebí de un solo golpe, sintiendo cómo el licor quemaba mi garganta. Pero no había nada que pudiera apagar el dolor que sentía en ese momento. No era solo la culpa, sino la comprensión de que todo había cambiado entre nosotros, y que nunca volvería a ser lo mismo.
No podía seguir allí, no mientras las imágenes de lo que habíamos hecho se repetían en mi mente una y otra vez. Necesitaba espacio, tiempo para pensar en lo que iba a hacer a continuación. No podía simplemente ignorarlo, pero también sabía que no podía seguir actuando como si nada hubiera pasado.
Miré a Jessi una última vez antes de salir del bar, sintiendo el peso de mi propia debilidad aplastándome. Sabía que tendría que enfrentar lo que había sucedido, pero no estaba seguro de cómo hacerlo sin empeorar aún más las cosas.
Todo lo que sabía en ese momento era que el daño estaba hecho, y que tendría que vivir con las consecuencias de mis acciones. Y la peor parte era saber que, en algún lugar profundo de mi corazón, una parte de mí lo deseaba, a pesar de todo.