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Era una tarde lluviosa cuando volvimos a encontrarnos. La lluvia caía en finas cortinas sobre el vecindario, empapando las calles y las hojas de los árboles. Había salido con Max para su paseo diario, aunque esta vez estábamos cubiertos por un paraguas azul que mi mamá me había dejado antes de salir. Caminábamos lentamente, evitando los charcos, cuando lo vi de nuevo.

Alex estaba ahí, bajo un toldo, protegiéndose de la lluvia. Tenía la misma chaqueta de cuero, pero esta vez llevaba una gorra negra que le cubría parte del rostro. Parecía estar esperando algo o alguien, aunque su mirada se iluminó al verme.

Max, como la última vez, tiró de la correa en su dirección. Me reí ante su entusiasmo mientras lo seguía hacia Alex.

—Parece que Max se acuerda de ti —dije, tratando de sonar casual mientras me acercaba.

—Y yo de él —respondió Alex con una sonrisa. Se agachó para acariciar a Max, quien movía la cola con energía, ignorando por completo la lluvia que nos rodeaba—. ¿Qué tal, Jessi? ¿Disfrutando del clima?

—Bueno, no es exactamente el mejor día para pasear, pero Max no perdona su rutina —respondí, sintiendo cómo unas gotas de agua se colaban por el cuello de mi chaqueta.

—Eso es dedicación —comentó Alex, levantándose y mirándome con esa misma expresión intrigante que tenía la última vez.

Hubo un breve silencio. La lluvia seguía cayendo, pero de alguna manera, la sensación de estar de pie allí con él hacía que el clima fuera menos molesto.

—¿Y tú? —pregunté, queriendo romper el hielo—. ¿Qué haces por aquí? No parece que estés disfrutando mucho de la lluvia.

Alex soltó una risa suave y se encogió de hombros.

—Esperando a un amigo, pero parece que se está retrasando. Mientras tanto, disfruto del paisaje.

No pude evitar reír ante su comentario.

—¿El paisaje? ¿Te refieres a esta calle mojada y vacía?

—Depende de cómo lo veas —dijo, dándole un toque de misterio a sus palabras.

Algo en su actitud despreocupada me hacía querer saber más sobre él. Aun así, no quería parecer demasiado interesada. Le di una última mirada antes de continuar.

—Bueno, espero que tu amigo no tarde demasiado. Nos vemos por ahí, Alex.

Me disponía a seguir caminando cuando su voz me detuvo.

—Espera, Jessi. ¿Tienes algo que hacer ahora?

Su pregunta me tomó por sorpresa. Me giré lentamente para mirarlo, sin estar segura de lo que quería decir.

—No... Nada en particular —respondí, tratando de parecer despreocupada.

Alex sonrió y señaló un pequeño café al final de la calle, cuya cálida luz se veía acogedora en medio de la lluvia.

—¿Te gustaría ir a tomar algo? Digo, solo para no pasar tanto rato bajo la lluvia.

Lo pensé por un momento. No era como si tuviera algo mejor que hacer, y la idea de una taza de chocolate caliente era tentadora. Además, había algo en Alex que me hacía querer pasar más tiempo con él, aunque no estuviera segura de por qué.

—Está bien —dije finalmente—. Vamos.

Caminamos juntos bajo la lluvia, Max a nuestro lado, dirigiéndonos al café. Una vez dentro, el calor nos envolvió, y el aroma a café recién hecho llenó el aire. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana, donde podíamos ver cómo la lluvia seguía cayendo.

—¿Qué te apetece? —preguntó Alex mientras hojeaba el menú.

—Un chocolate caliente estaría bien —respondí.

Él asintió y pidió dos tazas. Mientras esperábamos, la conversación fluyó de manera sorprendentemente fácil. Hablamos de cosas simples al principio: la escuela, nuestros días, cómo había conocido a Max. Pero a medida que el tiempo pasaba, la conversación se profundizó. Me encontré abriéndome a él, contándole cosas que normalmente no compartía con alguien que acababa de conocer. Y él también me contó más sobre su vida, dejando entrever partes de su historia que parecían tan complejas como los tatuajes que cubrían su piel.

Después de un rato, el café comenzó a llenarse de gente que buscaba refugio de la lluvia. Pero a pesar del ruido y las conversaciones a nuestro alrededor, sentí que estábamos en una especie de burbuja. Una donde solo existíamos él, yo y nuestras palabras.

Cuando finalmente nos despedimos y salimos a la calle, la lluvia había disminuido, pero la sensación de conexión seguía ahí. Nos quedamos un momento en silencio, bajo el toldo del café.

—Me alegra haberte encontrado de nuevo, Jessi —dijo Alex, con esa media sonrisa que ya comenzaba a reconocer.

—A mí también —respondí sinceramente.

Nos despedimos con una ligera promesa de volver a vernos pronto, y mientras caminaba de regreso a casa con Max, no podía dejar de pensar en él. Había algo en Alex que me hacía sentir viva, como si cada encuentro fuera una pequeña aventura.

Sabía que nos volveríamos a encontrar. Y esta vez, esperaba con ansias ese momento.

El papá de mi amiga. Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora