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El viento fresco de la noche acariciaba mi rostro mientras paseaba a mi perro, un golden que, a pesar de su tamaño, tenía la energía de un cachorro. Mis pasos resonaban en el pavimento del vecindario, y todo parecía en calma. La calle estaba desierta, salvo por las luces parpadeantes de los postes y el suave sonido de las hojas moviéndose con la brisa.

Mi golden, como siempre, tiraba de la correa, emocionado por los olores y sonidos de la noche. Sonreí ante su entusiasmo, pensando en lo reconfortante que era su compañía. Caminamos un rato, disfrutando del silencio, cuando noté a alguien más en la calle. A lo lejos, un chico estaba apoyado contra una moto, su figura destacaba bajo la luz tenue de un poste. Llevaba una chaqueta de cuero negra y se veía casual, como si ese lugar fuera su segunda casa.

A medida que me acercaba, pude ver que su cuerpo estaba cubierto de tatuajes. Algunos visibles en sus manos y cuello, mientras otros desaparecían bajo su ropa. No pude evitar sentir una mezcla de curiosidad y cautela. Su aspecto rudo, con el típico porte de chico malo, no era algo que me asustara, pero tampoco quería acercarme demasiado. Sin embargo, el destino tenía otros planes.

Mi golden, como si de repente hubiera encontrado a su nuevo mejor amigo, comenzó a tirar de la correa con más fuerza en dirección al chico. Traté de detenerlo, pero era imposible. En un abrir y cerrar de ojos, mi perro estaba junto a él, moviendo la cola y tratando de captar su atención.

—Tranquilo, grandote —dijo el chico con una sonrisa. Se agachó y acarició a mi perro como si lo conociera de toda la vida. Me sorprendió lo rápido que mi golden se encariñó con él.

Me acerqué con una sonrisa incómoda.

—Lo siento... No suele ser tan cariñoso con desconocidos.

Él levantó la vista, sus ojos oscuros se encontraron con los míos. Había algo en su mirada que me intrigaba, una mezcla de misterio y desafío.

—No te preocupes —respondió, con una voz suave pero firme—. Parece que tenemos una conexión.

Su comentario me hizo sonreír, aunque no pude evitar sentirme un poco incómoda por lo fácil que le salían las palabras.

—Veo que te gustan los perros —dije, intentando mantener la conversación ligera.

—Siempre he tenido una debilidad por ellos —respondió mientras seguía acariciando a mi golden—. ¿Cómo se llama?

—Max —dije, sin dejar de observar sus tatuajes. Había uno en particular, en su muñeca, que parecía una especie de símbolo tribal.

—Buen nombre para un buen chico —comentó, mientras se ponía de pie, aún sonriendo—. Soy Alex, por cierto.

—Jessi —respondí, un poco sorprendida por lo fácil que fue para él presentarse.

Hubo un breve silencio, durante el cual ambos nos quedamos mirando a Max, que parecía encantado con su nuevo amigo. Entonces, Alex rompió el silencio.

—¿Vives cerca?

Asentí, algo incómoda con la pregunta, pero decidí no darle demasiada importancia.

—Sí, un par de cuadras más allá. ¿Y tú?

—Estoy quedándome con un amigo —respondió, señalando hacia el final de la calle—. Solo de paso.

Había algo en su tono que me hizo pensar que "de paso" podía significar cualquier cosa menos temporal.

La conversación continuó, ligera pero interesante. Me contó un poco sobre su vida, sin entrar en demasiados detalles, y yo compartí lo mínimo de la mía. Había algo en su presencia que me intrigaba, como si detrás de esa fachada de chico rudo hubiera mucho más por descubrir.

Después de un rato, decidí que era hora de volver a casa.

—Ha sido un placer conocerte, Alex. Pero creo que es hora de que Max y yo regresemos.

—Claro, fue un gusto, Jessi. Espero que nos crucemos de nuevo por aquí.

Lo miré una última vez, antes de girar y caminar de regreso a casa. Max miró hacia atrás varias veces, como si no quisiera dejar a su nuevo amigo. Y aunque parte de mí estaba igual de intrigada, no podía dejar de preguntarme si acercarme a Alex era lo correcto. Había algo en él que me atraía, pero también algo que me hacía dudar.

Esa noche, mientras me metía en la cama, no pude dejar de pensar en él. Su mirada, su sonrisa, y la manera en que Max lo había aceptado tan fácilmente. ¿Qué tanto misterio escondía detrás de esos tatuajes y esa actitud despreocupada? Tal vez, solo tal vez, quería averiguarlo.

El papá de mi amiga. Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora