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Es temprano por la mañana, el sol apenas ha comenzado a filtrarse por las cortinas de mi cuarto. Estoy sentada en la cama, revisando el celular cuando escucho el sonido de la puerta principal abriéndose de golpe. El corazón me da un vuelco, porque solo puede significar una cosa: mi mamá ha llegado antes de lo esperado. Y algo en mi interior me dice que no será una visita tranquila.

Escucho sus pasos firmes y rápidos subiendo las escaleras, y no tarda mucho en aparecer en la puerta de mi habitación. Me mira con una mezcla de enfado y decepción que me deja helada. Mis manos comienzan a sudar.

—¿Qué pasa, mamá? —pregunto, tratando de sonar lo más tranquila posible.

—Necesitamos hablar, ahora, —dice con tono autoritario. Cierra la puerta detrás de ella y se queda de pie con los brazos cruzados—. ¿Tienes algo que decirme?

Mi mente corre a mil por hora, pero no tengo idea de qué decir. Todo en mi estómago se revuelve, y una parte de mí ya sabe de qué se trata. Pero no quiero ser yo quien lo confirme. No quiero ser quien lo diga en voz alta.

—No sé de qué hablas, —miento, desviando la mirada hacia la ventana.

—¡No te atrevas a mentirme, Jessi! —grita, su voz llena de frustración—. ¡Ya lo sé todo!

Mi corazón se detiene por un segundo. Las palabras salen de su boca como un golpe. El silencio en el cuarto se vuelve insoportable mientras las piezas empiezan a caer en su lugar. Richard. Ella sabe de lo mío con Richard.

—¿Qué es lo que sabes? —pregunto, aunque ya no tiene sentido fingir.

—Que tú y Richard... —mi mamá se detiene, como si las palabras le costaran—. Que han estado... juntos. ¡Richard, el papá de tu mejor amiga! ¡Cómo pudiste hacerme esto! ¿Sabes lo que significa para mí?

Las lágrimas brotan de sus ojos mientras se acerca, y me doy cuenta de cuánto le duele. Verla así hace que sienta un nudo en el estómago. Nunca quise hacerle daño, mucho menos decepcionarla de esta manera.

—Mamá... yo... no lo planeé, de verdad, —empiezo a decir, sintiéndome pequeña bajo su mirada—. Simplemente sucedió, no sé cómo pasó todo tan rápido. No quise...

—¡No querías! —me interrumpe, claramente enojada—. ¡Pero lo hiciste, Jessi! Y no puedo creer que hayas estado escondiéndomelo todo este tiempo. ¡Richard es un hombre adulto, por Dios! ¡Es el papá de Marcela! ¿Cómo pensaste que esto no tendría consecuencias?

Me quedo en silencio, incapaz de responder. Todo se siente como un huracán emocional, y sé que no hay palabras que puedan arreglar esto ahora.

—Y como si fuera poco, él está de camino aquí, —añade mi mamá, su voz temblando de rabia.

Mi corazón da otro vuelco. ¿Richard viene? No estaba preparada para esto. La última vez que lo vi fue cuando me sacó del lío con Alex. Y ahora, viene a enfrentarse a mi mamá. ¿Cómo se supone que voy a manejar esto?

—¿Richard viene? —pregunto, mi voz apenas un susurro.

—Sí, viene. Dijo que necesitaba hablar conmigo. Y yo le dije que lo estaré esperando, porque vamos a resolver esto de una vez por todas.

***

El timbre suena poco después, y me quedo parada al borde de las escaleras mientras escucho a mi mamá abrir la puerta. Mi corazón late descontroladamente. Richard entra en la casa con la misma calma que siempre lo caracteriza, pero veo la preocupación en su rostro. Él sabe que esto no será fácil.

—Gracias por dejarme venir, —le dice a mi mamá, con su tono bajo y serio.

—No te queda de otra, Richard, —responde ella, cruzándose de brazos frente a él—. Esto es demasiado serio como para ignorarlo.

—Lo sé, —dice Richard, mirándola directamente a los ojos—. Por eso estoy aquí. Quiero asumir la responsabilidad de todo esto, y... hablarlo como adultos.

Mi mamá asiente, aunque puedo ver en su expresión que está conteniendo una explosión de emociones.

—Vamos al salón, —dice, y ambos se dirigen a la sala. Yo bajo las escaleras lentamente, no queriendo perderme nada de lo que se va a decir.

Cuando llego, Richard ya está sentado en el sofá, y mi mamá está parada al otro lado de la habitación, mirándolo con el ceño fruncido.

—Quiero escuchar lo que tienes que decir, Richard, —dice ella, cruzando los brazos.

Richard suspira, y puedo ver el cansancio en su rostro.

—Sé que esto no está bien. Sé que lo que pasó entre Jessi y yo no debió suceder, y no tengo excusas. Solo quiero decirte que mis sentimientos hacia ella son sinceros, aunque sé que eso no lo hace más fácil para ti.

—¿Sinceros? —mi mamá lo mira incrédula—. ¿Cómo puede ser sincero lo que has hecho? ¡Es una niña, Richard! ¡Una niña que confía en ti! ¡Que confía en ti como figura paterna, y tú te aprovechaste de eso!

—Yo no... —intenta interrumpir Richard, pero ella no lo deja.

—No quiero escucharte justificando lo injustificable, —grita, su voz llena de dolor—. Ella es mi hija, ¡y tú eres el padre de su mejor amiga! ¿Sabes lo difícil que va a ser para ella ahora, cómo esto puede arruinar su vida?

—No fue así, mamá, —intervengo finalmente, incapaz de mantenerme callada por más tiempo—. Yo también lo quise. No fue solo cosa de él.

Mi mamá me mira, su rostro reflejando un dolor tan profundo que me hace querer llorar.

—Jessi, no entiendes lo que esto significa, —me dice con suavidad, aunque claramente está enojada—. Esto no es algo que puedas resolver solo diciendo que lo quisiste. Hay tantas cosas en juego que ni siquiera ves.

—Ella no tiene la culpa, —dice Richard, tomando la palabra—. Esto es mi responsabilidad. Yo debí haber sido más fuerte y parar todo desde el principio. Pero no lo hice, y ahora estamos aquí. Quiero resolverlo, de verdad.

Mi mamá se queda en silencio, mirando a Richard con una mezcla de frustración y tristeza. Parece que está evaluando qué hacer, qué decir. Finalmente, suspira y se deja caer en una silla.

—No sé cómo vamos a resolver esto, Richard, —dice finalmente, agotada—. Pero lo primero que tienes que hacer es alejarte de mi hija. No quiero que vuelvas a acercarte a ella. No quiero que se comuniquen, no quiero que hablen. Esto tiene que parar, por el bien de todos.

Las palabras de mi mamá caen como un balde de agua fría. Aunque sabía que esto iba a terminar mal, escucharla decir que Richard tiene que alejarse de mí me duele más de lo que imaginaba.

Richard asiente lentamente, su rostro lleno de resignación.

—Entiendo, —dice en voz baja—. Haré lo que me pides.

Mi mamá se levanta de su silla y le señala la puerta.

—Es lo mejor.

El papá de mi amiga. Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora