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Una disculpa por el error del capítulo 🩷

La discoteca estaba a reventar, el humo de la máquina llenaba el aire, y el sonido de los vasos chocando se mezclaba con la risa estridente de los asistentes. Marcela y yo nos movíamos al ritmo de la música, dejándonos llevar por el ambiente. A pesar de la euforia del lugar, no podía sacarme de la cabeza lo que había pasado con Richard. Desde nuestra pelea, sentía que cada encuentro con él era una bomba de tiempo. Me prometí no pensar en eso esta noche.

—¡Jessi! —gritó Marcela por encima del ruido—. ¡Mira quién acaba de llegar!

Volteé, y mi corazón dio un salto cuando vi a Richard entrando con sus amigos, entre ellos, algunos compañeros del equipo. El aura de su presencia era innegable; incluso en un lugar tan lleno, era imposible no notarlo. Estaba vestido de forma casual, pero elegante, y su mirada recorrió el lugar hasta encontrarnos. Intenté no darle importancia y seguí bailando, aunque mis movimientos se volvieron algo más torpes.

Marcela notó mi incomodidad y, como buena amiga, intentó distraerme.

—Vamos por unas bebidas —dijo, arrastrándome hacia la barra.

Pedimos un par de tragos, y mientras esperábamos, una voz familiar se acercó.

—Hola, Jessi —era Alex, quien apareció a nuestro lado con una sonrisa. No lo había visto entrar, pero su presencia me aliviaba de alguna manera.

—¡Alex! —respondí, un poco más emocionada de lo normal—. ¿Qué haces aquí?

—Te dije que me gustaría verte fuera del colegio, ¿no? —bromeó, guiñándome un ojo.

Nos quedamos hablando un rato, y la conversación fluyó de manera natural, a pesar del ruido. Después de un par de tragos, la atmósfera se volvió más relajada, y me olvidé de la tensión. O al menos, eso pensé, hasta que sentí una mirada fija en mi espalda.

Giré ligeramente y, como lo temía, Richard estaba observándonos desde la distancia, su expresión cerrada y su mandíbula apretada. No podía saber qué pensaba, pero era obvio que no le gustaba lo que veía. Intenté ignorarlo, enfocándome en Alex, que no paraba de hacerme reír con sus ocurrencias.

—¿Quieres salir un momento? —me preguntó Alex, inclinándose hacia mí para que pudiera escucharlo mejor—. Aquí adentro hace mucho calor.

Asentí y le dije a Marcela que volvería pronto. Salimos al patio trasero, donde la música era menos ensordecedora y el aire fresco nos golpeó en la cara. Nos apoyamos contra una barandilla, disfrutando del respiro.

—Me gusta estar contigo, Jessi —dijo Alex, su tono más serio ahora—. Eres diferente a las demás.

Sonreí, aunque una parte de mí seguía sintiendo el peso de la mirada de Richard, incluso desde adentro. Antes de poder responder, Alex se acercó y me tomó de la mano. Su gesto era suave, y nuestros rostros estaban lo suficientemente cerca como para que el ruido de la discoteca se desvaneciera en el fondo. Entonces, sin pensarlo demasiado, nos besamos. Fue un beso suave, sin prisas, que parecía borrar cualquier preocupación.

Pero no duró mucho. Sentí una presencia a nuestro lado, y cuando abrí los ojos, ahí estaba Richard. Su rostro estaba desencajado, y la tensión en sus ojos era evidente. Sin decir una palabra, me tomó del brazo, alejándome de Alex.

—¿Qué demonios haces? —gruñó, su voz baja pero cargada de enojo.

—¡Richard, suéltame! —intenté zafarme, pero su agarre era firme.

—No vas a quedarte con este idiota —espetó, lanzando una mirada furiosa a Alex, quien a su vez lo miraba con sorpresa y creciente molestia.

—¿Quién te crees que eres? —intervino Alex, dando un paso hacia Richard—. No puedes simplemente venir aquí y...

—Es mejor que te apartes —lo interrumpió Richard, su tono amenazante—. Esto no es asunto tuyo.

—¡Claro que es asunto mío! —respondió Alex, sin dar marcha atrás—. Si Jessi quiere estar conmigo, no es tu problema.

La tensión era palpable. Podía ver que ambos estaban al borde de un enfrentamiento físico, y antes de que las cosas se descontrolaran, me interpuse entre ellos.

—¡Basta ya! —grité, empujando a Richard con la fuerza suficiente para que me soltara—. Alex tiene razón, esto no es tu problema.

Richard me miró con incredulidad, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.

—¿Así es como piensas? —dijo, su voz baja pero llena de veneno—. ¿Que no es mi problema?

—No lo es —contesté con firmeza—. No quieres tenerme, pero tampoco quieres que nadie más lo haga. ¡No eres dueño de mí, Richard!

Un silencio incómodo cayó entre nosotros. Richard parecía procesar mis palabras, su mirada pasando de furia a algo más complejo. Pero antes de que pudiera decir algo, Marcela apareció, viendo la escena desde lejoos, observándonos como si estuviera viendo una película dramática.

—¿Qué diablos está pasando aquí? —preguntó, aunque su tono era más curioso que preocupado.

—Nada —respondí rápidamente, apartándome de Richard—. Solo estamos... hablando.

—Hablando, claro —dijo Marcela, levantando una ceja.

Finalmente, sin decir una palabra más, me alejé de ambos. No podía quedarme ahí, atrapada entre el enojo de Richard y la confusión de Alex. Todo lo que quería era salir de ese lugar, de esa situación que parecía asfixiarme.

Mientras me alejaba, oí a Richard murmurar algo, pero no me detuve. No esa vez.

El papá de mi amiga. Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora