49

500 52 15
                                    



Estoy saliendo del colegio, caminando con prisa mientras el viento sopla suave y despeja un poco mis pensamientos. Hace unos días que no sé nada de Alex, y sinceramente, no me interesa saber. Después de lo que pasó en ese bar, no quiero volver a verlo. No puedo creer que me haya llevado a un lugar tan bajo, tan oscuro, y que luego me haya traicionado de esa forma tan descarada. Estoy enfadada, confundida, y sobre todo, decepcionada de mí misma por haberle dado tantas oportunidades.

De repente, mientras me acerco a la esquina para tomar el bus, lo veo. Está apoyado en una moto, con una expresión que no logro descifrar, pero sé que esto no va a acabar bien.

—Jessi, espera, —me llama, levantándose de la moto y caminando hacia mí.

Intento ignorarlo y seguir mi camino, pero él se planta frente a mí, bloqueándome el paso.

—Tenemos que hablar.

—No tenemos nada de qué hablar, —le respondo con frialdad—. Lo que tenías que decir, ya lo dijiste con tus acciones.

—Jessi, por favor, —insiste, su voz sonando más suave, pero no me engaño. Sé lo que viene después de ese tono—. Cometí un error, lo sé. No debí haberte llevado a ese lugar, no debí... hacer lo que hice. Pero te juro que fue un momento de locura. Estaba borracho, ni siquiera sé lo que pasó realmente.

—Eso no es excusa, Alex, —le corto, sin ganas de escuchar más mentiras—. No te atrevas a venir con eso de que no te acuerdas. Te vi con mis propios ojos.

Él respira hondo, y su semblante cambia. Ya no es el chico arrepentido, ahora veo a alguien que está perdiendo la paciencia. Me doy cuenta de que su verdadero yo está saliendo a la superficie, y no me gusta lo que veo.

—¡Te estoy pidiendo perdón, Jessi! —me grita, sus ojos encendidos de rabia—. ¡¿Qué más quieres que haga?!

—Nada, Alex, —respondo, manteniendo la calma aunque por dentro estoy temblando—. Solo quiero que me dejes en paz. No quiero nada más contigo.

—¿De verdad? —su tono se vuelve oscuro, amenazante—. ¿Crees que puedes deshacerte de mí tan fácilmente?

Intento retroceder, pero me agarra del brazo con fuerza. Su rostro está tan cerca del mío que puedo oler el cigarrillo en su aliento.

—Suéltame, Alex, —digo con firmeza, aunque mi voz tiembla un poco. El miedo empieza a instalarse en mi pecho.

—No te vas a ir hasta que me escuches, —dice, apretando más fuerte—. He sido demasiado paciente contigo, Jessi. Siempre te salís con la tuya, pero hoy no.

Empieza a empujarme, y mi espalda golpea la pared del callejón donde me ha arrinconado. Intento zafarme, pero es demasiado fuerte. Mi corazón late con fuerza y la adrenalina empieza a correr por mis venas. Estoy asustada, más de lo que quiero admitir.

—¡Alex, suéltame! —grito, intentando empujarlo, pero no se mueve. Sus ojos están llenos de ira, y sé que esto no va a terminar bien.

—¡Cállate! —grita, levantando la mano como si fuera a golpearme. Cierro los ojos, preparándome para lo peor.

Pero antes de que su mano llegue a tocarme, escucho una voz.

—¡Suéltala ahora mismo! —La voz de Richard corta el aire como un rayo.

Abro los ojos y veo a Richard caminando hacia nosotros con paso firme. Su mirada está fija en Alex, y puedo ver la furia en su rostro. Nunca lo había visto así. Alex, sorprendido, suelta mi brazo y retrocede un poco, pero no parece dispuesto a dejarlo pasar.

—¿Y tú quién te crees que eres? —le espeta Alex, tratando de recuperar su compostura.

—No importa quién soy, —responde Richard, su voz baja y amenazante—. Lo que importa es que si tocas a Jessi de nuevo, te vas a arrepentir.

Alex da un paso hacia él, claramente molesto, pero Richard no se mueve. Es como una pared, sólida e imperturbable.

—¿Ah, sí? —dice Alex, con una sonrisa sarcástica—. ¿Y qué vas a hacer?

Antes de que Alex pueda reaccionar, Richard lo agarra por el cuello de la camisa y lo empuja contra la pared con una fuerza que no sabía que tenía. Alex trata de soltarse, pero Richard lo tiene bien sujeto.

—Te lo advierto, —dice Richard, su voz baja pero llena de amenaza—. No te atrevas a tocarla de nuevo. Si te veo cerca de ella, no te va a gustar lo que pase.

—Está bien, está bien, —dice Alex, intentando mantener la calma, pero su voz tiembla—. Solo estaba hablando con ella.

Richard lo suelta bruscamente y se vuelve hacia mí.

—¿Estás bien? —me pregunta, sus ojos llenos de preocupación.

—Sí, —respondo, aunque mis manos aún están temblando—. Gracias.

—Vámonos de aquí, —dice, sin apartar la mirada de Alex, quien sigue ahí, mirándonos con odio.

Me lleva hacia su carro, y aunque mi corazón aún late con fuerza, siento una mezcla de alivio y confusión. No sé cómo procesar lo que acaba de pasar. Richard acaba de salvarme, pero también siento que todo esto está demasiado fuera de control.

Subimos al carro, y el silencio entre nosotros es pesado. Finalmente, Richard habla.

—No puedes seguir viéndolo, Jessi. Ese tipo no es bueno para ti.

—Lo sé, —respondo en voz baja.

—Esto no es un juego, —continúa, su voz seria—. Podría haberte hecho mucho daño.

—Lo entiendo, Richard, —digo, sintiéndome un poco avergonzada.

Nos quedamos en silencio el resto del camino. Mientras me dejo llevar por el momento, no puedo evitar pensar en todo lo que ha sucedido. Mi vida ha dado un giro que jamás imaginé, y ahora, más que nunca, tengo que tomar decisiones que realmente importan.

El papá de mi amiga. Richard rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora