Esa noche, a las dos de la mañana, mi teléfono vibró. Era Richard. Sabía que debía haberlo bloqueado, pero no lo hice. Dudé por un momento, pero terminé respondiendo. Su voz sonaba apremiante.—Sal de casa, por favor. Te espero afuera.
Con el corazón acelerado, me levanté en silencio. Coloqué algunas almohadas bajo las sábanas para simular que seguía durmiendo, y me deslicé fuera de la cama sin hacer demasiado ruido. Caminé hacia la puerta, abrí con cuidado y salí de casa.
La noche era tranquila, apenas se escuchaba nada más que el crujido de la grava bajo mis pies mientras me acercaba a su coche. Él estaba ahí, esperándome. Abrí la puerta del copiloto y me senté junto a él.
Lo miré a los ojos por unos segundos. Sin pensarlo más, fui yo quien dio el primer paso. Me incliné hacia él y lo besé.
Richard se sobresaltó al principio, pero rápidamente se relajó. Cerró los ojos y correspondió el beso, sus labios moviéndose suavemente contra los míos. Una de sus manos se posó en mi cintura, atrayéndome más cerca de él.
—Te extrañé tanto —murmuró entre besos, abriendo los ojos para mirarme con ternura.
—Yo también te extrañé. Me has tenido despierta toda la noche pensando en ti —respondí.
Sus dedos se deslizaron por mi cabello, acariciando mis mechones. Había algo en su mirada que me dejaba sin aliento, una mezcla de deseo y devoción que me envolvía por completo.
—No puedo creer lo mucho que me encantas. Cada vez que te veo, es como si mis sentidos despertaran —su tono de voz era bajo, casi ronco.
Me estremecí cuando su cuerpo se acercó más al mío, presionándome contra el asiento del coche.
—¿Te refieres a esto? —murmuró mientras una de sus manos acariciaba mi espalda a través de la tela de mi vestido. Su otra mano permanecía firme en mi cintura, sosteniéndome con fuerza.
—Sí... —respondí, apenas audible.
Él rompió el beso, pero mantuvo su frente apoyada en la mía. Podía sentir su respiración agitada y su corazón latiendo rápidamente contra mi pecho.
—Te deseo tanto... no puedo pensar en nada más que en ti —susurró con voz cargada de deseo.
Sus manos viajaban por mi piel, como si no pudiera contenerse más. Bajé mis manos hacia los botones de su camisa, y él me miraba, expectante. Lentamente, la fui desabrochando, revelando su piel poco a poco. Él soltó un gemido bajo mientras mis dedos exploraban su torso.
—Más... quiero más —murmuró, su voz rota por la necesidad.
Me subí encima de él, mis labios volviendo a buscar los suyos en un beso urgente, mientras me quitaba la camiseta con rapidez. Richard soltó una risa baja, divertido por mi prisa.
—Tranquila, pequeña. No te preocupes, lo tengo todo controlado.
Se inclinó hacia adelante para desabrocharse el cinturón, bajando sus pantalones junto con la ropa interior. Luego, sus manos firmes volvieron a mis caderas, quitándome la camiseta en un solo movimiento. En un momento, estábamos los dos apenas cubiertos por la ropa interior.
Richard me levantó y me sentó de nuevo en su regazo, presionándome contra su erección. Sus labios encontraron mi cuello, dejando un rastro de besos y mordiscos suaves por mi piel.
—Eres una tentación constante... me vuelves loco —susurró contra mi cuello.
Se alejó un poco, buscando en su billetera hasta encontrar el condón. Lo abrió con destreza y lo colocó rápidamente antes de hacerme sentar sobre él de nuevo. Comencé a moverme lentamente, disfrutando cada sensación.
—Mierda... estás tan apretada... tan perfecta —jadeó, su mirada oscurecida por el deseo.
El coche era nuestro refugio, un espacio donde el mundo exterior se desvanecía, dejándonos solos con nuestras emociones desbordadas.
Después de un rato, él sugirió cambiar de posición.
—Vámonos para atrás —dijo, su voz cargada de deseo.
Sin dudar, lo obedecí. Me volví, apoyándome contra el asiento del coche mientras él se posicionaba detrás de mí. Sentí sus manos fuertes en mis caderas mientras volvía a entrar en mí, con movimientos más rápidos y fuertes esta vez.
—Muy bien... así es. Ahora no te muevas —ordenó, entre risas ahogadas.
Mis gemidos llenaron el coche, mientras sus movimientos aumentaban de ritmo, cada vez más intensos. Sentía mi cuerpo perder el control, y cuando él me pidió que gritara su nombre, no pude evitar sonreír.
—Ric... Richard... más su-u-uave —pedí entre jadeos.
Pero él no paró. Sus movimientos eran incesantes, llenos de pasión, hasta que ambos nos dejamos llevar por el placer, sus gemidos resonando junto con los míos mientras nuestros cuerpos se encontraban una y otra vez.
Al final, el coche se llenó de una calma abrumadora, solo interrumpida por nuestras respiraciones entrecortadas.
Dormimos en el auto y el se despertó primero , aún estábamos en ropa interior pero ya estaba amaneciendo y debía volver a casa
Haremos que esto funcione , entiendes?— dijo él mientras yo me vestía
Pero mi mamá....—
Tarde o temprano lo aceptará—
El me dio un abrazo y yo lo correspondí , era el fin de una etapa , pero el comienzo de otra.
nada começa se algo não termina.....