Capítulo 12-Lockwood

29 3 9
                                    


Liese se desplomó en mis brazos, su cuerpo completamente inerte, y mi corazón se detuvo un instante antes de latir con fuerza, impulsado por el miedo. La levanté con cuidado, notando lo ligera que era, como si su energía, su esencia misma, se hubiera desvanecido. George y Holly estaban junto a mí en un segundo, sus rostros una mezcla de preocupación y confusión.

—¿Qué pasa? —preguntó Holly, su voz llena de alarma—. ¿Por qué está así? No lo entiendo...

George la miró, su rostro grave.

—Se ha agotado —dijo con voz firme, pero supe que estaba tan asustado como yo—. Nos ha ayudado a todos... y eso la ha cansado. Más de lo que pensaba.

Holly frunció el ceño, claramente afectada.

—Quieres decir que cuando ella...No quería... no pensé que le costaría tanto...

—Lo que hace Ann no es fácil —continuó George, poniendo una mano en el hombro de Holly—. Canalizar nuestras emociones, cambiarlas... requiere mucha energía. Y hoy... ha sido demasiado para ella, no ha sido solo el ayudarnos a nosotros dos, creo que la hemos bombardeado con nuestras emociones sin notarlo.

Vi el remordimiento en los ojos de Holly, pero no había tiempo para consolarla. Liese necesitaba descansar, y yo tenía que llevarla a su cuarto.

—Voy a llevarla arriba —dije, y George asintió.

—Ve, Lockwood. Nosotros nos ocupamos aquí.

Con cuidado, cargué a Liese en mis brazos y la llevé por el pasillo hasta nuestra habitación. Cada paso resonaba en el silencio pesado de la casa, como si las paredes mismas estuvieran conteniendo la respiración. La acomodé suavemente en la cama, asegurándome de que su cabeza descansara cómodamente en la almohada. Su rostro estaba pálido, más de lo normal, y su respiración era lenta y superficial. Me quedé un momento allí, arrodillado junto a su cama, observándola.

Liese siempre era fuerte, en muchos más sentidos de lo que los demás podían ver y nunca se quejaba. Ella sabía que no estaba bien que estaba alterada e inestable y aun así no se ha negado a ayudarnos. Pero ver cómo se había derrumbado me hacía sentir una impotencia que no solía conocer. Quería protegerla, aliviar su carga, pero sabía que no era tan simple. Me incliné y le aparté un mechón de cabello de la frente, deseando que pudiera simplemente descansar y recuperarse.

—Vas a estar bien —susurré, más para mí mismo que para ella—. Solo necesitas descansar.

Después de asegurarme de que estaba cómoda, me levanté y volví a la cocina, donde los demás seguían reunidos. Al entrar, noté que Lucy estaba apartada, hablando en voz baja... con el cráneo. Me detuve un momento, observando la escena. Sabía que solo Liese y Lucy podían comunicarse con ese extraño y macabro artefacto, y ahora mismo, lo que estaba diciendo podía ser crucial.

—Lucy —llamé suavemente, acercándome—, ¿qué dice el cráneo?

Lucy levantó la vista hacia mí, sus ojos mostrando una mezcla de preocupación y concentración.

—Dice... —comenzó, dudando un poco antes de continuar—. Dice que Ann ha canalizado demasiado. Que lo hizo muy rápido y con demasiada intensidad.

Mi ceño se frunció. Eso ya lo sabía, pero había algo más.

—¿Qué significa eso exactamente? —pregunté, necesitando entender.

Lucy suspiró, como si tratara de encontrar las palabras correctas.

—El cuarto donde estábamos era pequeño, y éramos muchos. Dice que Ann lo canalizo todo, pero al hacerlo, no supo soltar... se bloqueó a sí misma. Ha absorbido nuestras emociones, pero no las ha podido liberar correctamente. Por eso se agotó tan rápido.

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora