Capítulo 22- Anneliese

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La sección de ropa de caballero ocupaba tres pasillos interconectados, sumidos en una oscuridad profunda, más allá del alcance de las farolas de la calle. Las sombras se arremolinaban entre los maniquíes de caras plateadas, cuya presencia inquietante solo se acentuaba por su brillo tenue en la penumbra. Eran figuras inmóviles, pero su disposición -algunos sentados, otros de pie sobre pedestales blancos- les daba una apariencia casi expectante. La ropa colgada a su alrededor: trajes perfectamente planchados, pantalones y camisetas, todo ordenado con una precisión antinatural. El aire estaba cargado con el olor penetrante de las bolas de naftalina, suavizante y lana, pero lo que más destacaba era la sensación gélida que se sentía, una que no había notado en mi primera pasada por la tienda.

Holly y Lucy iban delante, cargando las bolsas. Se detuvieron al fondo, donde empezaríamos a trabajar. Yo me quedé quieta unos segundos, algo inquieta.

—¿Y bien? —pregunté.

He estado pensando —se oyó la familiar voz de Skully desde mi mochila—. Y tengo una idea.

—Genial —dije, intentando apartar esa sensación de incomodidad que me recorría. Era como si algo distante y profundo intentara llamar mi atención—. Pues oigámosla.

Llévala hasta la sección de menaje de cocina y pégale con una sartén.

Parpadeé.

—¿Qué?

A Holly —insistió la calavera, como si fuera lo más obvio del mundo—. Es una oportunidad de oro. Allí también hay muchos objetos afilados, si lo prefieres. Pero con un rodillo de amasar bastaría.

Solté un resoplido, más frustrada que sorprendida.

—¡No me interesa matar a Holly! Lo que me preocupa es el mal rollo que da este sitio. ¿La violencia sin sentido es tu solución para todo?

La calavera se lo pensó durante un momento.

Sí, prácticamente. Lucy seguro que me apoya. Te has ablandado.

Antes de poder replicar, Lucy se giró hacia mí, habiéndome escuchado murmurar.

—¿El cráneo sigue con sus sugerencias creativas? —preguntó en un susurro.

—Más de las que me gustaría. —Respondí, resignada.

Decidí ignorarlo.

—Vale —dije en voz alta mientras se acercaba a Holly—. Será mejor que nos pongamos manos a la obra. Holly Sabes cómo registrar datos psíquicos, ¿no?

Estaba nerviosa y tenía la respiración agitada. Vi cómo se le movía la chaqueta arriba y abajo con rapidez.

—Sí, sé hacerlo —respondió.

—¿Siguiendo el método en cuadrícula de Fittes y Rotwell? - añadir Lucy

—Sí. —Vale. Entonces empecemos. Yo inspecciono con Lucy y tú anotas los resultados.

Dibuje un boceto rápido de la sección para comenzar con la inspección en cuadrícula. Nos dirigimos hacia la primera esquina, donde los jerséis estaban apilados con una perfección perturbadora. Un maniquí vestido con una rebeca de lana y pantalones de vestir apuntaba hacia la oscuridad con una mano levantada, como si supiera algo que nosotras no.

—Aquí la temperatura es de... diez grados —anuncié—. No hay indicadores psíquicos importantes, ni frío, ni malestar. Nada.

—Eso significa que puedes poner ceros en estas casillas de aquí, Holly —añadió Lucy—. ¿Lo tienes?

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora