Capítulo 15- Lockwood

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Mientras Holly y yo salíamos de la oficina para para hacer una pausa, la conversación giró en torno a la difícil reunión que había tenido con la señora Wintergarden. Había sido un verdadero desafío, llena de presiones y exigencias. La clienta no solo estaba inquieta por el progreso, sino que su forma de interrumpir constantemente había sido más que molesta.

—No ha sido fácil lidiar con ella, Holly —comenté, mientras nos dirigíamos hacia la cocina—. La señora Wintergarden es implacable. Pero tenemos que darle buenas noticias esta noche. Estoy pensando en pedirte un favor.

Holly levantó una ceja, su expresión mezclaba curiosidad y duda.

—¿Y qué es? —preguntó.

—Me preguntaba si podrías acompañarnos esta noche, en la búsqueda en la Plaza de Hannover. Sé que no es tu obligación, pero... —miré a Holly—. Creo que tu presencia podría ser de gran ayuda.

Holly frunció el ceño, con un atisbo de preocupación.

—No quiero interferir en la dinámica del equipo. Ya me siento como una intrusa en esta casa, y no quiero añadir más presión.

Sonreí, intentando suavizar la situación.

—No es que te sientas como una intrusa. Sé que es difícil, sobre todo con las chicas. Me doy cuenta de que a veces la dinámica no es la mejor, y en gran parte creo que es culpa mía. Pero estoy seguro de que se les pasará, que solo necesitan acostumbrarse a los cambios. Todo mejorará con el tiempo.

Holly dudó un momento, luego suspiró con resignación.

—Está bien. Me iré a casa a preparar algunas cosas y luego volveré. Aunque sea solo por hoy, me aseguraré de que esté todo listo para la noche.

Antes de salir, Holly me comentó :

—Ah, y he dejado una caja con un montón de ropa que encontré en el almacén. Pensé que sería mejor que tu decidieras que hacer, esta junto a tu cuarto.

—¿Ropa? —pregunté, sin recordar haber visto nada de eso.

Holly asintió.

—Sí, la encontré mientras estaba revisando. Puede que algunas piezas sean útiles.

Una vez que se fue, me dirigí al cuarto para ver de qué se trataba. La caja estaba allí, justo al lado de la puerta. La levanté y la llevé dentro, curiosidad picándome. Al abrirla, me encontré con un montón de ropa de cuando era más pequeño. Camisetas desgastadas, pantalones cortos, hasta un viejo abrigo que me trajo recuerdos de mi infancia.

Un toque de nostalgia me invadió al ver las prendas. Me sentí como si estuviera mirando una cápsula del tiempo, una colección de momentos pasados que de alguna manera seguían conmigo. Pensé en llevarla al cuarto de Jessica, donde guardo todas las cosas de nuestros padres y nuestra infancia, pero al final decidí que era mejor esperar a Liese. Algunas de las prendas de abrigo podrían servirle a ella, y pensé que podría ser un gesto bonito y útil.

Mientras revisaba el resto, escuché la voz de Liese desde la entrada de la casa.

—¿Hay alguien en casa? —preguntó, su tono revelando una mezcla de cansancio y determinación.

—Sí,—respondí, levantándome para ir a recibirla—. En nuestro cuarto.

Liese subió las escaleras y pronto apareció en el umbral del despacho. La miré, tratando de leer su expresión.

—¿Cómo te ha ido el café? —pregunté mientras nos abrazábamos.

—Bien nos ha venido bien a los dos para despejarnos. Me he pasado por el archivo mientras volvía. George y Lucy siguen buscando, pero no han encontrado nada útil aún. Dicen que vendrán más tarde —respondió, con una mirada que mostraba algo de frustración.

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora