Capítulo 36- Lockwood

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La vi ahí, frente a mí, con los ojos llenos de lágrimas y el cuerpo tembloroso, apenas capaz de sostenerse por el peso de todo lo que llevaba dentro. Sentí cómo algo dentro de mí se rompía. No era la primera vez que la veía así, vulnerable y rota, pero esta vez era diferente. Esta vez todo era más crudo, más profundo. Las palabras que había dicho, su disculpa, su culpa... Era como si todo lo que había guardado durante meses, todo lo que había intentado ocultar, se estuviera desbordando de golpe. Y yo no sabía cómo manejarlo.

El verla así me destrozaba, más de lo que cualquier herida física jamás lo había hecho. Cada lágrima que caía de sus ojos era una puñalada, cada palabra temblorosa me hacía sentir impotente. Quería hacer algo, lo que fuera, para detener su dolor. Pero me sentía atrapado, como si no pudiera alcanzarla, aunque estuviera tan cerca.

—Liese... —comencé, mi voz apenas un susurro, cargada con un peso que no podía disimular—. Se me rompe el corazón verte así. Dime... dime qué tengo que hacer para evitar que sufras. Haré lo que sea.

Ella negó con la cabeza, sin poder mirarme a los ojos. Había tanto dolor en sus gestos, tanto arrepentimiento. Me estaba volviendo loco no poder llegar a ella, no saber cómo ayudarla.

—No te mereces esto Tony —murmuró, la voz quebrada—. No después de lo que hice. Te dejé.

Esas palabras dolieron más de lo que ella se imaginaba. No porque fueran mentira, sino porque sabía que, en su mente, ella realmente creía que no me merecía. Y eso era lo que más me desgarraba. No podía soportar verla pensar de esa forma.

—Te creo —dije, con la voz más firme esta vez—. Te creo cuando dices que pensabas que era lo correcto. Sé que no me dejaste porque querías. Pero...

—No, Tony —me interrumpió, levantando la mirada para finalmente enfrentarse a mí, y el brillo en sus ojos me dejó sin aliento—. Me equivoqué. Tú mereces la verdad. Mereces saberlo todo, y yo te mentí.

Mi corazón dio un vuelco en ese momento. ¿Qué era lo que no sabía? Habíamos pasado, por tanto, y sin embargo, parecía que aún había secretos, sombras entre nosotros que desconocía. La observé mientras intentaba reunir el valor para continuar, y cada segundo de espera me hacía sentir más pesado, como si el aire a mi alrededor se volviera denso.

—¿Qué verdad? —pregunté, tratando de mantener la calma, pero por dentro ya estaba tenso, temiendo lo que estaba a punto de escuchar.

Ella tragó saliva, cerrando los ojos por un segundo, como si necesitara la fuerza para confesar lo que venía.

—Te mentí sobre el suplente en el caso de los almacenes. Te dije que no lo vi, pero sí lo hice. Y no era Ned Shaw, Tony... —Su voz se rompió, y vi cómo apretaba los puños, luchando contra las emociones—. Eras tú. Estabas muerto.

Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies.

—¿Qué...? —balbuceé, pero ella no se detuvo.

—Te vi, Tony. Tú estabas allí, muerto. No Ned, no alguien más. Eras tú, tú fantasma hablándome. Y... y todo lo que ese fantasma me dijo... todo lo que me mostró...

Las palabras de Liese se clavaban en mí como un cuchillo. No podía procesarlo. ¿Muerto? ¿Me había visto muerto? Las implicaciones de eso eran más oscuras de lo que podía comprender. Ella respiró hondo, sus lágrimas cayendo sin control ahora, pero continuó.

—Me dijo que morirías. Que todo era culpa de mis poderes, de lo que soy. Me dijo que eras tú el que acabaría muerto si seguía así, si no me alejaba. Por eso... por eso me fui. Pensé que, si me alejaba de ti, si reprimía mi don y dejaba de ser la Guardiana, podría evitarlo. Pero... —Su voz se quebró, y apenas pudo continuar—. No puedo más, Tony. No puedo vivir sin ti.

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora