Capítulo 13- Anneliese

26 3 16
                                    

Una hora después, cuando la luz del sol se había extinguido por completo, ya nos habíamos armado. Yo estaba en el rellano de la primera planta con Lucy frente a la escalera, rodeadas de nuestras cadenas. Tenía la bolsa a un lado y había sacado algunas bombas de sal para tenerlas listas. Estábamos a un metro y medio del pasamanos, justo donde los fantasmas iban a pasar para tomar la curva y ascender al siguiente piso.

Habíamos elegido un círculo doble, hecho con dos cadenas enredadas como serpientes enroscadas. A cualquier espíritu le costaría atravesarlas. Aun así, teniendo en cuenta que la chica de la patrulla nocturna se había vuelto loca de la impresión, me pregunté si quedarnos tras las cadenas sería suficiente protección. Después de todo, se suponía que íbamos a ver lo que ella había visto. Por la expresión tensa en las caras de los demás cuando nos separamos, imaginé que ellos se preguntaban lo mismo. Aunque ninguno lo mencionó. No puedes llegar muy lejos como agente si piensas demasiado. Según Lucy, mi hermano George pensaba demasiado, y él podría ser un claro ejemplo.

Sin contemplación alguna, saqué rápidamente el frasco sellado y lo coloqué en el suelo, justo al borde de las cadenas. Brillaba con una luz verde y fría, pero no podía ver la cara. El fantasma estaba allí, claro. Dejó escapar un largo silbido de admiración.

Bonita casa —susurró—. Podría acostumbrarme a esto. ¿Y qué pasa con Lockwood? Acabo de oír cómo te echaba la bronca.

—No me estaba echando la bronca —protesté.

—Sí que lo hacía —confirmó Lucy con una sonrisita.

—¿Qué os he dicho de aliaros en mi contra? —resoplé, tratando de sonar ofendida, pero era difícil mantener la seriedad.

Observé el pasamanos de la escalera. Habíamos apagado los apliques de la pared, pero colocamos nuestras velas vigías. Cada tres peldaños había una vela pequeña. Algunas eran altas y otras bajas, pero todas estaban encendidas y desprotegidas, vulnerables ante cualquier influencia que pasara junto a ellas. Sus esferas de luz cálida se enlazaban y se superponían en la oscuridad, como unas burbujas gigantes en espiral atrapadas en el tiempo. Era bastante bonito, aunque de un modo siniestro.

—¿Es que vas a hacerle caso? —preguntó la calavera—. Yo no le haría ni caso. Si quieres buscar una conexión psíquica con un fantasma asesino, ¿por qué no hacerlo? Yo digo que a por ello, chica.

—Se te ve el plumero. Ella no haría algo tan estúpido, puede que yo sí, pero ella no. —dijo Lucy, soltando una risita.

Muy por debajo, en el sótano, pude ver la tenue luz roja del farol de George. Como nosotras, había seleccionado el modo más suave; pero con un simple interruptor podías abrir los obturadores y obtener la máxima potencia en unos segundos. Tony, que estaba dos plantas más arriba, tendría una disposición parecida. Me lo imaginé allí, alerta y expectante en la oscuridad. Sentí un nudo en el pecho, agradable y doloroso al mismo tiempo. Seguramente era por el pensamiento intrusivo de ignorar sus consejos.

—Escúchame, Skully —dije mirando al frasco—. Te hemos traído por una razón. ¿Qué detectas? ¿Algo?

No creo que te escuche —insistió la voz—. Esa Holly le está distrayendo... ¡Oye, no lo niegues! Solo porque sea malvado no significa que no vea lo que tengo delante de las narices.

—Tú no tienes nariz. —dijo Lucy, riéndose suavemente.

Di un paso atrás en las cadenas y decidí ignorar su comentario.

—¡Háblame de la escalera!

—Pues... ahí han pasado cosas malas.

—Gracias. Eso podría habértelo dicho yo.

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora