Capítulo 43- Anneliese

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Todos nos callamos, extrañados, ya que no esperábamos a nadie más. Tony se levantó, con esa mezcla de curiosidad y cautela.

—No esperamos a nadie más, ¿verdad? —preguntó, mirando brevemente a Holly antes de dirigirse a la puerta.

—No, no creo, hoy no hay reuniones —respondió ella, entrecerrando los ojos.

Tony caminó hacia la entrada, mientras el resto de nosotros intercambiaba miradas inquisitivas. Había algo en el ambiente que no encajaba. Esa pequeña nube de incertidumbre comenzó a instalarse en mi pecho, y aunque intenté ignorarla, creció a medida que los segundos pasaban.

Cuando Tony volvió, no estaba solo. Lo acompañaba el inspector Barnes, su expresión seria y profesional, aunque trató de suavizarla con una sonrisa cortés cuando sus ojos me encontraron.

—Inspector Barnes —dijo George, poniéndose de pie casi de inmediato—, ¿sucede algo?

Todos ahora nos centramos en el inspector, la tensión en la sala creciendo poco a poco. Lo que fuera que estuviera por decir no traía buenas noticias, lo sabía.

—Siento mucho interrumpir vuestra celebración —dijo Barnes, con un tono formal, pero casi comprensivo—, y antes de nada, felicidades, Anneliese. —Forzó una sonrisa educada antes de continuar—. Pero tengo algo importante que traerte.

—¿Algo importante? —pregunté, ya sintiendo un nudo en la garganta.

Barnes asintió, sacando de su chaqueta un sobre sellado que inmediatamente llamó mi atención. Algo en la simple visión de ese sobre me hizo tensarme. Era como si supiera que dentro de ese pedazo de papel sellado se encontraba un fragmento de mi pasado que había tratado de dejar atrás.

—Es una carta de los señores Karim —continuó Barnes, su voz ahora llena de seriedad—. Siento tener que traértela en estas circunstancias.

Mis padres. Ese nombre, su mención, fue como una descarga eléctrica que recorrió mi cuerpo. Sentí que todo el aire se me escapaba de los pulmones mientras mis pensamientos comenzaban a acelerarse, desenfrenados. Mis padres. ¿Qué querían ahora? ¿Por qué me escribían? Era obvio que no traía nada bueno. No había hablado con mi. Madre desde que me fui y con mi padre desde el incidente en casa de Nana del verano. El simple hecho de que ahora intentaran contactarme después de tanto tiempo...

Tony, a mi lado, notó el cambio en mi respiración, en mi postura. Puso su mano en la mía, apretando suavemente, como siempre hacía para tranquilizarme, pero esta vez, no funcionó del todo. El miedo y la rabia comenzaron a crecer dentro de mí, como un fuego incontrolable.

—¿Qué dice la carta? —logré preguntar con la voz rota.

Barnes me extendió el sobre, pero antes de que pudiera siquiera tocarlo, algo me detuvo. La energía de la carta, la ira y la rabia impregnadas en su escritura, me golpearon antes de que pudiera alcanzarla. Podía sentirlo. Mis padres la habían escrito con amargura, con una cólera que resonaba a través del papel como una onda de choque.

Mi mano tembló cuando finalmente toqué el sobre, y la oleada de emociones reprimidas que vinieron desde el otro lado del papel fue casi insoportable. Era como si cada palabra, cada letra estuviera cargada con una sensación de rechazo, de control, de esa autoridad que siempre habían tratado de imponer sobre mí.

No pude abrirla. No podía.

—George... —murmuré, apenas encontrando mi voz—. Léele tú.

George me miró preocupado, pero tomó la carta de mis manos. Sabía que él no canalizaría eso y tenía la fortaleza que yo necesitaba en ese momento.

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