Capítulo 49-Anneliese

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La luna brillaba intensamente sobre el bosque del oeste, proyectando su luz plateada sobre las suaves colinas que se asomaban entre los árboles. A pesar de la belleza que nos rodeaba, la quietud de la noche se sentía pesada, como una manta que presionaba contra mi pecho. El murmullo psíquico, ese retumbar lejano y constante, seguía resonando en mi cabeza, creando una incomodidad que no lograba disipar.

Caminábamos en silencio, Tony y yo, deteniéndonos cada cien metros más o menos, intentando captar algún cambio en la energía que se arremolinaba a nuestro alrededor. Pero siempre era lo mismo. El mismo zumbido distante, el mismo ruido sordo que me hacía sentir como si algo estuviera fuera de lugar, pero justo fuera de mi alcance. Intentaba concentrarme, enfocar mis sentidos, pero empezaba a ser agotador.

Finalmente, me detuve, apoyando una mano en un árbol cercano. El murmullo se estaba haciendo cada vez más fuerte, una presión en mi mente que empezaba a afectarme.

—Tony —dije, mi voz suave pero firme—, espera... Necesito parar un momento.

Él se detuvo de inmediato, girándose hacia mí con una mirada preocupada. Había estado pendiente de mis reacciones durante todo el paseo, sabiendo que el bullicio psíquico me estaba afectando más de lo que quería admitir.

—¿Qué puedo hacer para ayudarte? —preguntó, acercándose un poco más, su voz baja y preocupada.

Me mordí el labio, buscando una respuesta que no fuera simplemente "esperar". Sabía que no podíamos perder demasiado tiempo, pero necesitaba una distracción, algo que me alejara momentáneamente de esa carga que sentía en mi cabeza.

—Distráeme —susurré, casi sin pensarlo.

Durante un segundo, Tony me miró en silencio, como si estuviera sopesando mis palabras. Antes de que pudiera decir algo más, dio un paso hacia mí, acercándose rápidamente. Me tomó por la cintura y me empujó suavemente contra el tronco del árbol más cercano. Sentí la áspera corteza contra mi espalda, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios estaban sobre los míos.

El beso fue inesperado, pero no lo rechacé. Al contrario, me dejé llevar por la intensidad del momento, sorprendiéndome de la urgencia en sus movimientos. Tony bajó una mano hasta mi cintura, acercándome más a él, mientras sus labios se movían con una precisión que me hizo perder el aliento.

Mis manos, casi por instinto, se deslizaron hacia su cuello, tirando suavemente de su pelo mientras él bajaba a mi cuello, besando mi piel con una lentitud que estaba encantando. Cerré los ojos, dejándome llevar, pero no pude evitar sonreír ligeramente.

—No era exactamente esto a lo que me refería —dije entre suspiros, aunque mi voz apenas era un murmullo.

Tony se detuvo un momento, levantando la cabeza solo lo suficiente para mirarme a los ojos, sus labios aún muy cerca de los míos.

—¿Quieres que pare? —preguntó, su tono lleno de una mezcla de diversión y seriedad.

Negué rápidamente con la cabeza, casi sin pensarlo, mis dedos aún enredados en su cabello.

—No —dije, con más urgencia de la que pretendía—. No pares.

Él sonrió, esa sonrisa traviesa que rara vez mostraba, y volvió a besarme, sus labios moviéndose con una intensidad que me hizo olvidar todo lo que nos rodeaba. Pero justo cuando la sensación de sus besos comenzaba a sumergirme por completo, algo cambió en el aire. El murmullo psíquico, que había sido una constante molesta hasta ese momento, se alteró.

Abrí los ojos de golpe, una sensación extraña atravesando mi mente. Algo estaba diferente. Algo se movía en el plano psíquico.

—Espera —susurré, alejando mis manos de su cuello y empujándolo ligeramente—. Siento algo.

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora