Capítulo 21- Anneliese

25 2 17
                                    


El ambiente estaba cargado. Sentía el peso en el aire, como una tormenta que se avecinaba, llena de electricidad y caos inminente. Barnes había pasado de nosotros, y ahora Tony estaba fuera de control. Lo veía claramente en la rigidez de sus hombros, en la forma en que sus ojos se oscurecían con cada palabra que salía de su boca. Lucy, casi igual de enfadada, lo miraba con aprobación, como si su furia también estuviera al borde de desbordarse. George, en su eterna indiferencia, no ayudaba; soltaba comentarios sarcásticos que no hacían más que avivar el fuego.

—¡Es un completo imbécil! —repitió Tony, caminando en círculos—. ¿Cómo puede ser tan ciego? ¡Le dimos toda la información que necesitaba!

—No es que tenga la capacidad para reconocer un buen trabajo—respondió Lucy, cruzando los brazos con fuerza—. Ese tipo vive para ignorarnos.

George me lanzó una mirada, levantando una ceja con su típico aire de superioridad, como si esperara que yo interviniera. Sabía lo que quería decir sin palabras. Claro, como si calmar a Tony fuera mi trabajo exclusivo.

—Ann —susurró George, con un tono casi divertido—, sabes que eres la única a la que escucha cuando está así.

Mi corazón se tensó. No quería meterme, pero claramente Tony no se iba a calmar solo. George tenía razón, por más que me irritara que me empujara hacia él. Suspiré, sintiendo el peso de lo que estaba por hacer, y me acerqué a Tony.

—Tony —dije en voz baja, buscando ese tono que sabía que le llegaría a través de la tormenta en su mente—. Tienes razón, Barnes es un idiota, pero gritar sobre ello no va a cambiar nada.

Él se detuvo abruptamente y me miró, sus ojos llenos de furia y frustración. Por un momento temí que me ignorara, que me apartara de su enojo. Pero vi cómo sus hombros se relajaban un poco, y su respiración, aunque todavía agitada, comenzaba a desacelerar.

—¿Y qué propones, Liese? —espetó, aunque ya no con la misma intensidad—. ¿Que simplemente dejemos que Barnes arruine todo?

—No. Pero no podemos permitir que él controle nuestro siguiente movimiento —respondí con firmeza—. Tenemos más información que él. Sabemos lo que está pasando en Aickmere. No necesitamos su aprobación para seguir adelante.

Lo observé mientras procesaba mis palabras. Sabía que estaba debatiéndose entre su rabia y lo que sabía que era lo correcto. Y aunque todavía había tensión en sus ojos, pude notar cómo la lógica comenzaba a ganar terreno.

—Lo sé —murmuró al fin, soltando un largo suspiro—. Solo odio que no nos escuchen.

—Lo sé —respondí—. Pero esta vez no importa lo que él piense. Nosotros sabemos lo que estamos haciendo.

Un silencio pesado cayó sobre la habitación. Tony parecía más tranquilo. Incluso Lucy, que había estado observando, se acercó, rompiendo el momento con su habitual franqueza.

Un silencio pesado cayó sobre la habitación. Tony parecía más tranquilo. Incluso Lucy, que había estado observando, se acercó, rompiendo el momento con su habitual franqueza.

—Tiene razón. No necesitamos a Barnes para hacer nuestro trabajo. Podemos ir a Aickmere y averiguar lo que sucede por nuestra cuenta.

Pero en cuanto esas palabras salieron de su boca, vi cómo la calma que habíamos conseguido se desmoronaba. El cuerpo de Tony se tensó de nuevo, sus puños se apretaron, y la furia que había estado apenas contenida explotó con una violencia que no había visto en él antes.

—¡No, Lucy! —gritó, dando un paso hacia ella—. ¡No entiendes nada! No podemos simplemente ignorar a Barnes, ¡necesitamos que nos respalde! ¿No lo ves? ¡Todo esto se va al demonio si él no nos apoya!

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora