Capítulo 58- Anneliese

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La luz suave del final de la tarde se filtraba por las ventanas de la casa, llenando la sala con un cálido resplandor que parecía suavizar todo lo que había pasado. Estábamos sentados alrededor de la mesa, riendo y bromeando, mientras un delicioso pastel de celebración ocupaba el centro del lugar. Era uno de esos momentos raros, donde todos parecíamos estar en paz después del caos y las tensiones del juicio. Cada pedazo de pastel, cada sorbo de té, era como un bálsamo para el alma. Nana se había ido hace un rato a su casa, y ahora solo quedábamos nosotros: George, Holly, Lucy, Quill, Tony y yo. Era una tarde tranquila, y el ambiente se sentía ligero, casi festivo.

George estaba en su mejor humor, bromeando y haciéndonos reír mientras devoraba su pedazo de pastel más rápido que todos los demás. Holly, siempre tan elegante, sorbía su té con una sonrisa relajada, observando a todos con esa expresión suave y cálida que la caracterizaba. Lucy y Quill, como siempre, se lanzaban comentarios mordaces, pero en el fondo, podías ver cómo se apreciaban.

Yo estaba acurrucada junto a Tony, disfrutando de cada momento de esta tranquilidad tan rara. Era como si, por un rato, pudiéramos olvidarnos de todo lo malo. Aunque sabía que había muchas cosas por delante, ese instante se sentía perfecto.

Justo cuando estaba pensando en lo bien que nos sentíamos, escuchamos un golpe suave en la puerta. Todos nos miramos por un momento, un poco sorprendidos, pero George fue el primero en reaccionar.

—Voy yo —dijo, levantándose rápidamente de su asiento.

Volví a mirar a Tony, y él solo me sonrió, como si supiera algo que yo no sabía. Escuché la puerta abrirse y, de repente, la voz de George se llenó de emoción.

—¡Flo! —dijo con entusiasmo, y pude notar cómo su tono cambiaba de inmediato, como si todo su día hubiera mejorado aún más.

Flo entró a la sala con esa aura misteriosa que siempre traía consigo. Sus ojos brillaban con picardía y una sonrisa suave se dibujaba en su rostro. Llevaba su atuendo habitual, con un abrigo que la hacía parecer como si viniera directamente de una de sus muchas aventuras clandestinas. George no podía disimular lo encantado que estaba de verla, y era imposible no notar la alegría que sentía al tenerla allí.

—He oído las buenas noticias y quería pasarme a la celebración —dijo Flo, mientras se desabrochaba la chaqueta y la colgaba en la entrada—. Siento no haber podido ir al juzgado, pero ya sabes, no puedo acercarme demasiado a un edificio oficial.

George negó con la cabeza rápidamente, su rostro aún iluminado por la felicidad de verla.

—No pasa nada, Flo. ¡Me alegro de que estés aquí ahora!

Tony, que no podía resistirse a hacer algún comentario sarcástico, dejó escapar una risita mientras se inclinaba hacia mí.

—Se nota que está contento —murmuró en voz baja, solo lo suficientemente alto para que yo lo escuchara.

No pude evitar soltar una pequeña risa y le di un codazo suave en las costillas para que se callara, aunque en el fondo también me divertía la situación.

—Cállate, Tony —susurré, aunque mi sonrisa traicionaba mi tono.

Flo entró en la sala y tomó asiento junto a George, quien se movió rápidamente para asegurarse de que tuviera un buen sitio. Lucy, siempre directa, fue la primera en romper el hielo.

—Te has perdido un juicio entretenido —dijo con una sonrisa traviesa mientras sorbía su té—. Hubo de todo. incluso puñetazos y pedidas de matrimonio. Fue bastante emocionante.

Flo, que estaba en el proceso de llevarse una taza de té a la boca, se atragantó al escuchar eso, sus ojos se agrandaron por la sorpresa.

—¿Perdón? —dijo, claramente desconcertada—. ¿Quién se está casando?

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora