Capítulo 25-Lockwood

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Liese y yo avanzamos en silencio, el eco de nuestras pisadas resonando en la fría oscuridad. La linterna en mi mano iluminaba el camino, revelando un pasillo estrecho que se torcía y retorcía como una serpiente herida.

Finalmente, el túnel se ensanchó y el suelo comenzó a inclinarse hacia arriba. La luz natural de la mañana empezó a filtrarse, creando un débil resplandor en la distancia. Liese se detuvo un momento, su respiración entrecortada, y miró hacia adelante con una mezcla de esperanza y agotamiento. Su mano aún aferrada a la mía transmitía una desesperada necesidad de contacto, como si el mundo pudiera desmoronarse si me soltaba.

—Ya llegamos —dije, tratando de calmar el creciente nudo en mi estómago. La salida estaba a la vista, y aunque no podía ver el caos que nos esperaba arriba, podía sentirlo en el aire.

Liese asintió, sus ojos reflejaban una mezcla de determinación y cansancio. Caminamos con cautela hacia la salida, atravesando un último tramo de escombros. Al salir al aire libre, la escena que nos recibió era una imagen de destrucción y caos. Las luces de emergencia parpadeaban y el suelo estaba lleno de restos de la tienda.

George y Kipps estaban allí, preparándose para descender al túnel. Los vi alzando la vista, sus expresiones cambiando de preocupación a alivio cuando sus ojos se encontraron con nosotros. George, con su característico impulso protector, fue el primero en reaccionar.

—¡Anneliese! —gritó, corriendo hacia nosotros con una velocidad que parecía imposible dada la tensión del momento. Cuando nos alcanzó, la abrazó con fuerza, sus lágrimas mojando su camiseta. El abrazo fue un torbellino de emociones crudas y genuinas. Liese no se despegó de él, y sus lágrimas se mezclaron con las de su hermano. El momento fue tan cargado que sentí la necesidad de darles su espacio, pero no podía apartarme del lado de Liese.

Kipps llegó justo después, y sin perder tiempo, la envolvió en otro abrazo, sus brazos rodeándola con una calidez reconfortante. George, aún cerca de su hermana, giró la cabeza y comenzó a llamar a Lucy y Holly. Sus voces resonaron en la escena caótica, cargadas de preocupación y ansiedad.

Lucy y Holly llegaron corriendo, su preocupación evidente en cada paso que daban. Lucy se lanzó hacia Liese, mientras Holly se unía al abrazo con una mezcla de alivio y tensión. Vi a Liese quejándose ligeramente durante el abrazo, su expresión mostrando una mezcla de dolor y alivio.

Desde el lado de Liese, me di cuenta de cuánto necesitaba estar cerca de ella. Su mano apretaba la mía con una fuerza que parecía desafiar el dolor que sentía, no me había soltado en ningún momento. Observé cómo su cuerpo se tensaba con cada abrazo, cómo sus quejas eran sofocadas por la intensa emoción de la reunión.

Finalmente, me acerqué más a ella, mi voz era firme a pesar de la creciente preocupación en mi pecho.

—Liese —dije, intentando ser lo más calmado posible—. Necesitamos que te revisen los médicos. Tienes que dejar que te miren, especialmente por el golpe en la cabeza.

Liese me miró, su expresión determinada pero dolorida.

—No, Tony. Estoy bien. Solo quiero estar aquí con todos...

—No —interrumpí, tomando un tono más serio—. Necesitas que te revisen. Es importante, Liese. No podemos arriesgarnos. —Miré a los demás, viendo que George y el resto estaban ocupados asegurándose de que todo estuviera en orden, mientras el caos a nuestro alrededor seguía desmoronándose.

—Tony, por favor... —imploró Liese, su voz temblorosa.

—No hay discusión —dije, mi tono no dejando lugar a objeciones—. Lo haremos de esta manera. Vamos a buscar a los médicos. Lo necesito, y tú también. —Le di una ligera presión en la mano, tratando de transmitir la seriedad de mi preocupación.

Secretos del UmbralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora